Un Último Aliento De Esperanza - Último capítulo

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Había algo intoxicante en el aire,humo el cual hizo presencia y lleno sus cosas nasales para así ponerle en alerta y dejar a su cerebro activo, abrió los ojos y divisó a lo lejos como las llamas consumían los árboles secos del cementerio y no sólo ese era el olor,también le acompañó el olor metálico proveniente de su propia nariz. Desconocía la hora pues el clima era nublado y árido lo cual le indicó que lo peor se acercaba. Levantándose de allí noto que había perdido la conciencia por un tiempo indefinido. Al buscar con la mirada de encontró con tazas de té apoyadas sobre lápidas y estatuas angelicales. Comenzaba a tener una idea de lo que había pasado. Su vestido blanco con manchas de carbón y tierra, manchas las cuales arruinaban la pureza del color.

Las llamas rodeaban la cerca del cementerio dejándole sin salida más que abrazar las llamas del fuego, la reja de salida estaba a metros de ella. No dudó en correr. Esos zapatos de bota alta y el terreno inestable le complicaron la tarea sin contar con el estorbo que hacían las lápidas y flores muertas que descansaban sobre los nombres inscritos en esas piezas de cemento. Similar a una profanadora de tumbas, paso por encima de las flores muertas e incluso rayaba los nombres de las lápidas. Ya valiéndole poco finalmente había llegado. Estaba omnubilada. Las llamas eran robustas y bien sabia que el acero caliente iba a penetrar su piel. La única salida de un cementerio solitario.

Trato de aminorar las llamas sacudiendo su sombrero más eso fue lo más cercano a no hacer nada al respecto. La desesperación le consumía lenta y dolorosamente. El olor que despedían los cadáveres, la carroña en llamas era tan pestilente que basto para hacerle vomitar en ese mismo sombrero. El oxígeno se reducía al igual que el tiempo con el que contaba. La adrenalina se disparó aún más cuando vio que este cementerio ya había cerrado. Las cadenas y seguro hicieron que sus pocas esperanzas se mitigaran. Le dio una ojeada al sombrero y vio una punta filosa asomándose sobre esa sustancia asquerosa combinada con su sangre. Esa preciosa arma de metal. Salvación.

Se acercó tímidamente al fuego el cual brillaba como nunca soltando ese carboncillo y ese brillo que eludia a cualquier otro. El estar tan cerca de las llamas nuevamente le hizo sentir ese mareo y presión en el pecho pues el aire comenzaba a reducirse al grado de empañar su vista. Empuño el arma en manos y las acercó al fuego. Un dolor paralizante e indescriptible paso por todo su cuerpo lo suficientemente basto como para que soltara un grito desgarrador y aún con esas busco forzar dicha cerradura con los barrotes y cuchillo ardiendo como el propio infierno.

Llegó a tal punto en el que las piezas de lana de sus guantes se había hecho trizas y que aparte de ser consumidas por sus llamas, también eran partícipes para adherirse a su piel. Se escuchó un estruendo detrás suyo lo cual le hizo querer hacerlo más de prisa introduciendo la punta del cuchillo en el orificio de la cerradura apoyándose de su pierna izquierda para empujar hacia atrás y que por dicha presión le fuera más fácil acceder.

Tres de sus extremidades habían sido consumidas por el fuego al grado de perder total sensibilidad en aquellas zonas. Sentia como su pecho ardía de igual forma que su cuerpo. Su muy bello rostro quería ser desfigurado por las cálidas llamas, las lágrimas de impotencia y miedo resbalaban para caer como penosas muestras fúnebres para aquella ocasión. Ni siquiera llorando a mares se desaria del fuego. Retrocedió unos pasos para luego abalanzarse y poner todo su peso para abrir la reja por la fuerza. Las cadenas cedieron cayendo al suelo. En el segundo intento dejó caer su peso sobre la misma con la excepción de que estaba vez caería sobre todo su brazo. La última y tercera vez, finalmente esas rejas abrieron.

Su peso cayó encima del suelo del otro lado del cementerio. Busco con urgencia un charco para recuperar la humedad en su piel y así mismo su sangre se fuera junto al agua. Cojeaba en busca de algo húmedo para al menos calmar ese dolor aunque fuese por muy poco y en cantidades minimas. Se encontró un charco de lodo y al igual que un cerdo de revolco sobre este hasta llenarse por completo de barro. Se encontraba de rodillas en el suelo, llena de barro y seguramente excremento de algo. Se levantó bruscamente de camino al hotel. Apoyándose de una rama robusta para usarla como su bastón y tener al menos equilibrio.

"Ten piedad, hija mía". Donde viven las historias. Descúbrelo ahora