(El demonio viste con estilo)
Vestía ropas blancas, al igual que la nieve; su cabello suelto, los cascos de sus pezuñas bien presentados, al igual que su sombrero. Ahí estaba Bella Antlers, caminando por el parque, con la forma de ese cuerpo que alguna vez tuvo un alma, manteniendo cierta elegancia al caminar, sosteniendo un bolso pequeño en sus manos. Los diversos ciudadanos la veían pasar, algunos vecinos del hotel saludaban, pero ella solo los ignoraba fríamente. A varios metros del hotel, se encontraba un puente hecho de piedra protegido por un par de guardias que le permitieron salir de esos terrenos.
Detrás de ella se encontraba Harryson, la sirvienta monocromática que corría tras ella, pues la había dejado atrás en términos de segundos. Dicha sirvienta tenía muchos usos en el hogar y la familia Real; otro de sus encargos era ser la acompañante de la muchacha, cargo que le fue otorgado hace muchos años atrás.La dama entintada llevaba consigo un paraguas para no derretirse con el abundante sol que había aquel día, al igual que múltiples bolsos que debía cargar ella, puesto que Moon les había encomendado ciertas tareas para atender en su ausencia.
El calor era acogedoramente asfixiante, pero esto no le impedía a cierta chica vestirse de cierta manera; toda su vestimenta era blanca, a excepción de una extensa línea negra en los bordes de sus zapatos y el bordado de su sombrero. Tenían como encargo tres tareas para ese día; todas debían ser atendidas lo más pronto posible. Después del almuerzo, salieron del hotel a cumplir su oficio.
Pueblerinos pasaban, cada uno era un rostro nuevo y distinto a su forma, no solo por su distinción de colores sino también su aspecto. Incluso las tiendas tenían sus lujos y detalles para apreciar; pintores y artistas mostrando su arte excéntrico frente al público y oyentes que le encontraran entretenimiento a sus palabras y las ilustradas pinturas. Muchas de estas contenían paisajes al igual que retratos de la propia Reina, hermosas pinturas sobre ella que buscaban retratar su belleza.
A regañadientes, ella tuvo que ir, siguiendo las órdenes de la Reina; esa era su razón por la que se encontraba allí. Un dolor punzante de cabeza le perturbaba constantemente, junto con ese mareo y vómito que esto le provocaba. De hecho, luego del almuerzo, solo bastaron 20 minutos para que ella vomitara dichos alimentos. Prácticamente su cuerpo estaba rechazando la comida.
La primera tarea fue bastante simple; un pedido de Moon fue que compraran guantes finos en una tienda prestigiosa que diseñaba sus vestidos, ya que varios meses atrás había tenido inconvenientes con estos, por tanto quería unos nuevos. Dicha tienda quedaba muy lejos del hotel, lo suficiente para alejarse tanto del centro del pueblo. Al cabo de 15 minutos, ya se dirigían a su siguiente ruta, una pequeña pastelería dirigida por un dulce anciano que preparaba los postres suculentos que la Reina tanto amaba; algunos postres y pasteles de frutos rojos como encargo, en especial pasteles de luna, ya que era uno de los placeres predilectos de Moon.Pasaban los mercaderes y ruecas cerca de ellas; un pueblo ruidoso lleno de vendedores y plebeyos.
La adolescente paró en seco, dejando confundida a su acompañante, la cual se giró a verla.
—¿Podrías hacer el último deber por mí? Todo este viaje ha sido agotador y en verdad merezco un descanso luego de pasar por esta tortura —Ese tono arrogante se mantuvo junto con cierto aire de suficiencia.
—Como usted ordene, mi princesa. El sol de mediodía iluminaba aquel pueblo de suave semblante y atmósfera cálida al igual que el sol de aquella tarde.
La joven solo caminaba y observaba con detenimiento las tiendas a su alrededor en total ausencia de su acompañante; se sentía igual de libre que un pájaro al volar, dando pasos relajados, dejando la formalidad a un lado, sintiendo el sudor en sus pómulos y como el calor era asfixiante con dicho traje ajustado. Ignoraba todo estímulo exterior, solo concentrándose en sí misma, sacando provecho de su libertad por preciadas horas, comportándose de forma insolente cada que tenía la oportunidad.Había cambiado, esa niña dulce había muerto desde hace un buen tiempo. Si ella iba a conservar este cuerpo, tenía que exprimir sus beneficios al ser parte de la realeza.
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"Ten piedad, hija mía".
De Todo"Los secretos familiares no pueden ser ocultos por siempre".