La Habitación De Los Horrores ‐ Quinto capítulo

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Ansiosos de probar los poros de su virgen orificio, queriendo penetrar directamente sus entrañas con sus miembros erectos,lograr que su dulce esclava sexual,un divino pecado por cometer para cumplir los deseos más entrañables de la secta llegara a brindarles esa extasis. Cerca de siete hombres reunidos para hacer una orgía con la joven de 19 años,todos ya temblando por la extasis que les provocaba ver su joven cuerpo desnudo,miembros primerizos del hotel junto con otros invitados que observaban la tortura que sería dicho escenario que le conllevaría a mil y un penurias.

Lamiendo y chupando sus erecciones, siendo dominada por todos y cada uno, manos morbosas que rodeaban su cuerpo y le encadenaban limitándole cualquier escape a pesar de que esta pataleaba buscando ya que terminaran el infierno que estaba viviendo, llorando desesperadamente,suplicando para que le dejaran ir.

La joven de cabellos cafés y dulces labios había sido penetrada,bebiendo ese líquido amarillento similar a la orina,sus fluidos,la sangre que nacia de sus averturas,su líquido amniótico eran tragados con tanto placer que esta no podía evitar sentir repulsión al ver que entre ellos tragaban sus excrementos y el vómito que salía de su boca,era una maldita agonía para ella,el olor a plomo le mortificaba. A este punto ya pedía que la mataran.

La sodomia y parafilias bizarras eran aceptadas en esta unión de cuerpos horrorífica ,y, para más inri. Todo era causado por una sola persona. Su única y legítima dueña. Madeleine.

De las mil historias que había escuchado sobre aquel cuatro a boca de anteriores sirvientas. Harryson pensó que solo se trataban de barbaridades que relataban con el fin de espantar a próximas asistentes. Mientras era penetrada con brutalidad por un hombre gordo y sudoroso, la joven solo pensaba en su hijo, el hijo que muy a su lamento concibio en estos actos y sin embargo quería, el como recordaba con claridad el como la forzaron a arrullar al pequeño feto ya desecho de su, muy infortunado niño a pesar de que sus piernas temblaran y su vientre ardiera a causa de un golpe qué hizo retumbar sus órganos, sentir como la vida se escurria de entre sus piernas, sus ojos llorosos observando a los antiguos guardias que con una pieza metálica enorme golpearon su vientre con violencia hasta que el interior de su cuerpo se resintiera y un par de costillas se rompieran en el proceso.

Su vista difusa y sus expresiones confundidas dejaron de ser un encanto luego de la orgia, sus piernas dejaban un rastro de sangre conforme daba un paso,sentía parálisis pues la expresión de horror se quedó marcada en su rostro,sus pupilas aún dilatadas y sus ojos cristalizados. El plomo de los sombreros de aquellos abusadores se quedaron impregnadas,víctima de envenenamiento,no solo físico sino mental. Su piel aún más pálida debido a la pérdida de sangre,sus labios calcinados, sus pezones ardían y más de una extremidad de su cuerpo sangraba.

Caminaba con dificultad,cargando con el peso de su cuerpo con sus piernas débiles, guardo silencio pues sabía que ya era tarde como para hacer ruido,si alguien lograba verla no había explicaciones para justificar cualquier excusa que esta pueda dar de su estado actual, no había ningún escape si esa situación llegase a suceder. Sus pecho estaba lleno de moratones y algunas heridas con pus, incluso la propia Harryson se sorprendía de la resistencia de un cuerpo que consideraba débil, sus súplicas no iban a ser escuchadas, el anhelo de morir no era más que un cálido beso para llevarla a su tan deseada partida. Cada día recordaba esa promesa fantaseosa de su hermano mayor para así salvarla de la guerra y sus desastres pero, ya a este punto, ella solo deseaba que alguna estrella oculta en el cielo cumpliera sus sueños, morir y estar con su hijo; pues ya no valía la pena trabajar para ser maltratada de tal forma, pensó, hasta que un estruendo interrumpiera este pequeño lapso. Pronto escuchó lo que se ocultaba tras los muros, reconoció inmediatamente el sonido pues era la voz de su dueña. Madeleine.

La sirvienta se acercó a escuchar con más tinidez lo que resonaba tras las paredes, unos jadeos qué de notaban agotamiento y... Los llantos de una bebé, abrió sus ojos con sorpresa y terror al escuchar la voz de su dueña, hablando con la pequeña criatura que nadaba entre su llanto. Mordió sus labios con fuerza, quería llorar igual. Hubo un retemblor tan fuerte que tocó la profundidad de su alma, calando con fuerza sus sentidos. Debía abrir esa puerta y salvar a la niña. Pues la pesada cruz que ella cargaba era tan enorme y vil, que no quería que La pequeña pasara por este mismo destino.

Decidió asomarse para tener una visión más amplia tras de la puerta entreabierta para saber que hacía su dueña. Abrió la puerta un poco para lograr ver más allá, su mirada se encontró con los ojos zafiro de la reina observandole. Un silencio sepulcral consumió el ambiente, sus piernas estaban paralizadas y lo último que su pequeña lengua pudo pronunciar fue: "¿Qué hace con esa bebé?.

***

(Devorando las costillas del otro)

Desde hace muchos años una tendencia se había estado condensado tras las puertas del reino, en el plano más oscuro y oculto trazado bajo los papiros y contratos entintando con sangre y lágrimas, acuerdos susurrados y dinero bajo las mesas de los peces más gordos del pueblo, se encontraba la prostitución y renta de las sirvientas del linaje Dubbois, propiedades únicamente usadas para el beneficio y saciedad de sus compradores y arrendatarios cuya función era únicamente disfrutar de sus malestares.

Su promotora, la Madeleine Dubbois de hace unos años, se encargaba de manejar este monopolio corrupto y desagradable. Al contrario de lo que se pensaría, "Moon" sentía cierto desagrado hacia ello, más sin embargo su necesidad de adquirir poder adquisitivo le ganaba a su moral multitud de veces. Al punto que ya ni siquiera la preguntaba a las afectadas qué era lo que sus socios les pedían hacer, a veces se las llevaban a otras propiedades u otras veces solo se limitaban a hacerlo en una habitación oculta dentro de la propiedad.

Sólo utilizaba a dos de sus marionetas para estos propósitos. Harryson y Àrd, sus muñecas. Desde hace tiempo atrás estas prácticas se tornaron más comunes de lo que parecían,sacrificios de sangre de vez en cuando,la fornicación y actos socialmente inaceptables era el pan de cada luna llena para las sirvientas de la casa Dubbois.


Mientras que el destino de la Señorita Harryson era ser participe de actos de fornicacion brutales y poco apetitosos para el público común, el destino de Vanessa, o mejor conocida como Àrd, era que sus huesos crujieran conforme las manesillas del reloj lo dictarán, viendo como aquel cuerpo de carne y sangre va fucionandose a la madera y engranes de metal, en cuerpo pesado y putrido, viendo en primera persona la descomposición de su cuerpo, por la magia y la carne expuesta. Esa es la verdadera naturaleza oculta bajo el manto de falsa santidad de Madeleine. La corrupción y la pérdida total de la esperanza.

"Ten piedad, hija mía". Donde viven las historias. Descúbrelo ahora