( Mis propias necesidades, mis deseos)
Abandonarte... Fue lo mejor que hice. ¿Por qué? ¿Dejarte una vida llena de miseria o simplemente acabar con ella siendo recién una bebé? No era lo que tenía en mente.
Planeaba quemarte en el fuego apenas tuviera la oportunidad de ver una fogata encendida, atarte a una rama, asar tu carne y comerla. ¿Qué me pasó? ¿Por qué me detuve cuando iba a hincar mis dientes sobre tu suave carne? Debí hacerlo para evitarte todo eso... Ni siquiera quería tenerte, pero... ¿por qué? ¿Por qué no lo permití? Dejar que te sacrificaran por unas míseras monedas de plata para poder comer. Lo evité. Te alejé de allí.
Pero... al mismo tiempo, no dejas de ser producto de una desgracia que no me deja impune. Ni siquiera sé quién demonios es tu padre. Solo recuerdo como recobré el aliento y caminé en dirección a mi hogar... o, más bien, las cenizas de este... Era un desierto con cada miembro ausente, mi familia perdida, siendo parte de la ceniza en el suelo. Comencé a hacer agujeros, dejando huecos en la tierra para enterrar sus cuerpos cercenados y los restos que quedaban de sus pertenencias. Joyas, piedras. Nada más que basura para ella. Ahí comprendí el valor de tu vida. Cuando me enteré de que estaba embarazada, lloré dos noches sin parar, sentía cómo las cosas que pensaba dejaban de ser relevantes a ese punto y cómo ahora tenía que centrarme en ti. Varias veces pensé en apuñalar mi estómago y sacarte de mi interior con mis propias manos. No tuve corazón para hacerlo.
Comer a base de frutos secos y agua, era todo lo que podía comer luego de ese desierto que era antes mi hogar. Comiendo, devorando lo más fresco. No recibías nada más que frutos y algo de pan, quizás de vez en cuando carne cuando lograba robar el ganado de la Reina. Me arriesgué muchas veces por ti. Robar ganado, matar animales ruidosos, levantarme varias veces en las noches para vomitar lo que tú rechazabas. Cuidarme de cualquier peligro en un bosque sobre un pueblo en extinción solamente porque no quería morir... Quería mantenerte viva. Podía hacer lo que fuera para que no te irritaras dentro de mi estómago, pues, desde donde recuerdo, siempre fuiste muy escurridiza; siempre te perdía cuando palpaba mi estómago para buscarte, pues muchas veces no sentía el calor de tu presencia en alguna esquina y eso me aterraba. Porque al final, ¿quien vengaria a esta familia si no estabas ahí?.
He de admitir que odie ser tu madre. Pero odie más tener que dejarte en aquel orfanato por que la maldita de Henriette y su hija Madeleine convirtieran este paraíso natural en un campo desertico que me obligó a dejarte atrás con una etiqueta oculta entre las mantas qué te rodeaban, solo para que al final te colocarán sus nombres y apellidos. Amaris Swettbelle Le toussine Dubbois. Y, te acogiera en su casa la nueva e ignorante Madeleine. Me revuelve el estómago recordarlo.
Recuerdo vividamente ese día.
Me estaban siguiendo unos cazadores de anomalías. De nada tenías la culpa, soltar un chillido luego de ver cómo una flecha se anclaba en mi brazo. Tenías miedo. Corrí lo más que pude y me topé con ese orfanato, casi en ruinas. Era el único lugar que tenía para esconderte allí y mezclarte con el resto de críos del lugar. Te escondí y huí. Corrí más, más lejos, más y más lejos de ti hasta ya no poder encontrarte ni ver nada más que mi sangre goteando en medio de mis pies. Comencé a ver borroso y... caí.
—¡Atrapen a las bestias!— Exclamó uno de los soldados mientras atravesaba con una espada a una criatura del bosque.
La odisea del bosque. Así debería llamarle a ese desastre. Ver cómo las cabezas de los cambiaformas caían al suelo como costales, cómo las hadas eran mutiladas y cómo arrancaban sus alas, árboles talados y masacrados por el filo de las hachas. Destrucción, dolor. De ahí aprendí. Ella me enseñó la crueldad, esa maldita trastornada. Piezas del desastre, ángeles caídos, muertos y masacrados. Despreciable. Mi fuerza no fue suficiente para encargarme. Luchar contra la guardia real de una desquiciada mientras que los más fuertes de la familia eran convertidos en miserias de lo que eran, el honor se había extinguido. Ella. Ella. Ella. ¡Esa maldita!
Ruidos. Ruidos. La gente no para de hacer ruidos, sonidos que a mi mente enferman. Destruir. Matar. ¿Qué más da? Ella no tendrá consecuencias de ello... ¿o sí?
Yo fui la que lo eligió... Por ti, por nosotras, por nuestro hogar y los abuelos que jamás llegaste a conocer. Eras la mejor opción que tenía, de todo lo que te hubiera pasado dentro del orfanato, fue lo mejor ser raptada por Moon... Lo necesitabas. Yo también, esperaba a que tuvieras una edad apropiada para comenzar, pero... el saber... el saber lo que ella hacía solo me enojaba más, estar atrapada dentro de ese cuchillo de plata junto a su cama, pude oír todo lo que le hizo a esa muchacha, que, aunque a ti te disguste su sola presencia, desde el primer momento ella no me pareció culpable. Pude oír sus gritos, los golpes y revoloteos de cómo su cabeza impactaba el suelo y los jadeos de agotamiento provenientes de la de mayor rango luego de concretar tan terrible escena.
Lamentable. Escuchar sus lamentos día y noche... Escuchar cómo llorabas esa noche, logré reconocer tu llanto, eras tú. Mi hija. Sólo podía ver oscuridad, pero... pude oírte... Eras tú. No era la única ahí dentro, había más, almas de quienes fueron asesinados con ese cuchillo de plata. Recuerdo, recuerdo el ardor que sentía en todo mi... ¿cuerpo? Ya no tenía uno propio, solo una silueta sin forma, oscura... Luego de permanecer encerrada en una caja de madera, finalmente luego de años pude verte... Te veías tan hermosa... Eras como yo en mi juventud pero con una forma más frágil, más humana.
Quería... tocarte. Pero, de alguna forma, no me digné ni siquiera a hablarte.
Las voces tomaron más fuerza y sentí que me atrapaban con sus brazos, atándome y consumiéndome... Ahí, me di cuenta de todo.
Tú... Eras la respuesta. La venganza. La catarsis que yo necesitaba.
Podríamos apoderarnos de tu cuerpo y hacer justicia, librar nuestras almas y escapar lejos, lejos de ese infierno interminable. Tú, yo, nosotros... ¡Libres! Necesitamos salir... Tú nos ayudarás... Tú eres la clave... No tengas piedad.
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"Ten piedad, hija mía".
Diversos"Los secretos familiares no pueden ser ocultos por siempre".