CAPÍTULO SEIS - PROEZAS II

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Mihail

Examino mis planes durante el vuelo recibiendo ideas de películas animadas para mi próximo movimiento porque conociendo ahora la importancia de todo lo que Alessandro sacó de los laboratorios me deja una ventaja de tiempo, espacio y modo para atacar a todos los que se están uniendo para hacerme caer y por más que repaso todas las conversaciones que tuve con él no logro encontrar en ninguna de ellas ese sitio en el que aseguró lo que no quieren que llegue a mis manos porque claramente Oxyuranus no está siendo aprovechado solo por Damon Martinelli sino también por alguien que pertenece a una de mis mayores fuerzas de poder.

Analizo todo lo que tengo que hacer porque lo que está ocurriendo es debido a que no me veía toda una vida viviendo un monopolio en el mundo criminal y recibiendo la admiración de los demás clanes como lo hicieron por años hacia mis familiares por eso me vi en la obligación de crear mi propio monopolio que me permitiera hacer todo lo que quisiera en el mundo, llenando todas mis necesidades a la vez que simulaba llenar las necesidades de los demás lo cual me convierten en la persona que todos temen desconociendo por lo que realmente deberían temerme.

Aterrizamos en Moscú en horas de la tarde, Sergei Vasiliev nos recibe en la pista, Eleora pasa por su lado sin saludarlo cargando a los dos niños y aborda un vehículo con un chofer junto a Irina.

Miro al ruso con su abrigo de piel por los tobillos, abre sus brazos al cielo en muestra de gratitud a Dios por mi salud y lleva sus manos al pecho dedicándome una sonrisa.

—¡Malditos sean todos los que lo quieran muerto! — saluda reverenciándome.

—No maldigas muy fuerte— digo inclinando mi cabeza hacia el vehículo donde se va mi mujer.

—¿Lo sabe? — cuestiona el ruso entendiendo mi comentario.

—Lo discierne— respondo caminando hacia el automóvil que me espera—. ¿Cuántos cayeron? — cuestiono porque algunos vory murieron en sus encuentros con los Moskalev.

—En Samara diez y aquí dieciséis— dice caminando a mi lado.

—¿Por qué estaban en Samara si Nora estaba aquí con los demás? — pregunto porque según Dominika todos se habían quedado en Moscú durante nuestra recuperación.

—Cuando el señor Lenin regresó de Francia decidieron irse a su casa en Samara porque la señora Nora estaba muy recelosa desde que nos comunicaron que Andrei podía estar involucrado en el secuestro de la niña Bellatrix, yo me fui con ellos dejando a los demás a cargo de Macon y su esposa en la mansión principal cuidando ese lugar y fuimos enfrentados a la vez con intensiones notoriamente de matarnos— explica abriendo la puerta para mí.

—¿Quién les habló de la participación de Andrei? — pregunto deslizándome en el asiento.

—La señora Dominika, ella nos informó de sus estados de salud, el señor Grigory le cuestionó por qué decidió trasladarlos a América porque estaban más cerca de Moscú cuando los encontraron y nos dijo que Canadá era el mejor sitio para que ustedes se recuperaran porque su hermano podía atacarlos nuevamente si se encontraban en territorio ruso— indica sentándose a mi lado.

—Espero que los brigadieres no se pongan sentimentales por lo efectuado porque de verdad que su maldito sentimentalismo con ella me está colmando la paciencia porque después de pasarse años delinquiendo sanguinariamente sienten compasión por alguien que no dudaría dos veces en pegarles un tiro si conociera todos sus pasados en sus historiales delictivos— explico encendiendo mi celular.

—Les dije que era una mala idea jugar de esa forma con ella, pero como usted requería de ese escenario para enfrentar a su hermano hicimos todo como pidió— explica mostrándome su afecto hacia ella también.

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