Mihail
Días antes...
Lahore, Pakistán.
Mi tiempo es uno de los tesoros que por mucho tiempo me ha tocado proteger, premeditando siempre los eventos que puedan ocurrir según la manipulación de las acciones que armo, pero disfrutando de cómo se agota en un tic tac de las agujas de los relojes mentales que he implantado en mi cerebro para reaccionar a los estímulos provocados por los demás, cuando yo lo aprecie adecuado.
Porque mis mecanismos de las operaciones a ejecutar para lograr mis propósitos jamás, aunque sucedan adversidades que modifiquen lo ideado, pese a que no retrasan lo pautado, se verán afectadas por eso se efectuarán exactamente a como fueron planeadas.
Mi llegada a Pakistán me tiene impaciente, no por lo que haré en compañía de un hombre como Arthur Kavanagh; quien es observado por Franco Martinelli e Isabella Santoro, sino porque en mis oídos sigo oyendo la afirmación de una mujer aceptando participar en una misión privativa.
Tiene un nombre que llevo incrustado en mi sangre; Zar, un título real que mi familia ha reverenciado por siglos, lo cual me exige mirar hacia la ventanilla del auto porque cuesta más que lo que creí que me valdría desprenderme de ese título que represento de una supremacía encubierta.
Humedezco mis labios para salir del vehículo negándome a pensar las repercusiones que mis decisiones pensadas con anterioridad acarrearan mis familiares, de los cuales tengo a tres de ellos protegiéndome la espalda.
Siguen mis pasos seguros hacia la entrada principal de mi residencia en Lahore porque seré condenado por ellos cuando se enteren de lo que pretendo hacer con nuestro apellido, pero en este instante recapacitar en consecuencias me pondría entre barreras cuando pretendo romperlas todas.
—Ella es la emisaria de un acuerdo de paz —dice Isabella sobre su hija cuando una de las sumisas comenta la noticia que está dando la vuelta al mundo por la transmisión en vivo que hay de su discurso.
Tengo la yugular latiendo en mi cuello porque me he aguantado las ganas de matarlas por las imágenes que se siguen repitiendo cuando cierro mis ojos para pensar en los momentos más deleitables de mi existencia y me reprimo en torturarlas por el pedido de condescendencia que hizo su amo debido a que según él todo se trataba de una presentación para homenajear mi fiesta de divorcio.
Aparto las ansias medidas de hacer de sus huesos despojos porque su provocación desfavorable nos hizo terminar en un apareamiento insaciable por el desbordamiento de la voracidad carnal que siempre llevaremos uno en el otro.
Observo a los dos italianos que caminan a mi lado porque las respiraciones profundas de los rusos indican sus molestias, pero una vez que ofrezco mi palabra no existe acción que la deniegue y yo ya hice un trato de palabras, el cual no puede ser desaprobado porque está inviolable por los grilletes de una verdad.
Acaricio mi mano porque una verdad tatuada con tinta indeleble ha querido siempre interponerse en un camino construido con mentiras, algunas para ganar tiempo, otras para vencerlo, pero definitivamente para que cuando todos los secretos salieran de sus escondites no existiera realidades que detengan las más inauditas formas de destrucción que se efectuarían para establecer la luz entre las tinieblas en un juicio final que pondrá a cada quien en su lugar.
—Dijo que estaría sola así que debemos respetar su decisión —afirma su padre endeble.
—Entiendo su posición, pero su decisión de abandonar a su familia para rendirse a un pueblo puede ser usada por el gobierno estadounidense para su propio beneficio — comenta su madre preocupada.
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ESTUPOR
AçãoLibro 3. Sensaciones que matan. Quemados en un éxtasis por el vicio que se tomaron en medio de las sensaciones que queman del placer y heridos en una euforia de emociones que los hizo pedazos por las sensaciones que hieren del amor ahora los caídos...