CAPÍTULO VEINTIUNO-DISOLUTO V

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Eleora

La confirmación que hago en una acusación peligrosa pone todas las miradas en mi figura imponente, la cual se engrandece por la atención de terror que despierta en todos los agentes porque aumenta mi gusto excesivo a desafiar a Mihail Mikhailov.

Saboreo mis labios en una caricia de mi lengua entreviendo las acciones que pretenden realizar las personas que tengo delante puesto que el riesgo que estoy enfrentando en este instante se debe a la defensa que debo fortalecer para remediar las agresiones que quiere hacer porque se siente amenazado.

«Teme por mi letalidad, aunque no supera al terror que le tengo a mi propia nocividad». Puedo percibir sobre mi piel la misma excitación que florece por las muertes que, desde que era una niña, he tenido que ejecutar para conseguir un reconocimiento en todos los umbrales de la tierra.

Mis ojos se elevan en una mirada temible, permitiéndome avistar las pestañas superiores risadas, puesto que identifico los movimientos hacia las pistolas que aguardan en sus fundas, el movimiento disimulado del director del servicio secreto asegura a Fionn Wallace, pero desciendo la vista hacia el holograma en un pestañeo para después de otro parpadeo remontarla hacia todos los que procuran detectar en mis expresiones mis intenciones para estar frente a ellos.

Mis labios se estremecen en un rebote tentador cuando vuelvo a humectarlos con mi saliva en una lamida acompañada de un ligero chupetón, mis parpadeos en una inspección de las personas que se encuentran en la sala se roban la claridad por fracciones de segundos y detengo mi mirada nuevamente en la imagen subterránea de GINGER.

La piel la tengo erizada porque puedo verme en laboratorios de esa industria trabajando al lado de Mihail Mikhailov «Sustrajo mi memoria para protegerme de todo el peligro que sabe que significo», aunque me reto a perfeccionarme por mis aspiraciones porque hacerlo por las de otras personas me costó la vida por eso ahora que lo hago por las mías morir es una victoria que rompería con todas las cadenas que me tienen atadas a un pasado sangriento.

A pesar de que mi tiempo para morir terminó debido a que busco que todos los que lleguen a conocerme reconozcan que nunca he sido una doncella, que jamás he sido una princesa, pero que si me convertí en reina fue porque aspiraba reconocimiento entre naciones.

«Si tengo que decir lo que soy será cuando me levante frente a todos gobernando un imperio forjado con sacrificio, honor y coraje»

Desvanezco mi mirada por la punzada que siento en mi pecho en una aceptación de lo que provoco con mi inculpación puesto que asumo las consecuencias que tendrán mis palabras, las cuales empleé expresamente para acusar a quien desconfía de ellas, aunque de lo que debería resguardarse son de las acciones que utilizaré para matarlo.

—¿Está segura de lo que acaba de decir? — empieza Lennox acercándose a la mesa.

—Si —respondo con la mandíbula apretada.

—¿Está segura que el dictador de la Sociedad Homologada Continental es Mihail Mikhailov? —me pregunta entrando su mano por el saco militar, en el cual porta sus condecoraciones, para desenfundar su pistola reglamentaria.

—Si — respondo irguiéndome frente a todos—. Estoy segura que Mihail Mikhailov es el dictador de la Sociedad Homologada Continental...

—¿Está segura que Mihail Mikhailov, el padre de su hija, es el dictador del régimen autocrático Sociedad Homologada Continental? —pregunta ahora el presidente encarándome.

—Por la confidencialidad que me otorgaron para estar delante de todos ustedes —digo alzándome en tanto que los miro a todos— confieso que Mihail Mikhailov es el dictador de esa sociedad que se está levantando contra la Sociedad Humanitaria Continental.

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