Mihail
Horas antes...
Deleitarse por la materialización de un sueño de construir un imperio sobre las ruinas de un mundo destruido adrede por las magnitudes de las ambiciones de poder es uno de los placeres más grato que labra el sufrimiento, puesto que para que un culpable pueda vivir, muchos inocentes deben morir porque todo poder exige un sacrificio de dolor.
Este es el placer que ahora satisface todos mis sentidos por los detalles preliminares de los muertos que me están encaminando a un camino cubierto de sangre.
En mis manos un cosquilleo prevalece porque he trabajado mucho con ellas para crear el armamento que ahora tiene una gran parte de la población militar en una guerra diseñada necesariamente para sus muertes.
En mi mente toda mi vida se revive en los momentos que justifican lo que hago porque estoy aterrizando en Moscú después de perdurar por varios días descomponiéndome en segmentos de todos los cimientos que estoy hecho.
Mi salida del avión me permite apreciar el frio de la noche, bajo por la escalerilla mirando el Aurus Senat estacionado y arreglo mis guantes observando a los hombres de seguridad que esperan en las camionetas.
Enlazo en mi cuello la bufanda escarlata antes de subirme al vehículo y se pone en marcha reforzando mi salida de la pista privada con la seguridad delante y detrás del auto en el que voy.
Mi mirada se queda en las agujas del reloj en mi muñeca que, más que darme el tiempo, me ofrece respuestas de los castigos de mis actos que tendré que soportar hasta que alguien decida ponerle fin a mi vida.
Tomé la decisión de viajar cuando salí de Bélgica a un lugar en el que pude dividirme en las tres resistencias que me fortifican como hombre para entender las actitudes de las dos personas que someten desvergonzadamente mis compasiones tirando siempre de mis sentimientos para apaciguar los daños causados en ambas.
Ser despreciado por alguien que lleva en su interior tanto de mi me dejó espantado puesto que llevaba tanto tiempo queriendo apreciarla como mía que olvidé completamente la amonestación que comprendía que debía recibir de ella.
Es mi hija, es Mikaela Mikhailova; mi pequeña predadora, que lo único que le recuerda que es humana es una pasión pecaminosa que posee en su corazón como una bomba que es frágil a los mismos sentimientos que activan la bomba que tengo yo en el cerebro en un cataclismo corrompido.
Somos dóciles con quienes queremos en nuestra vida, pero indómitos con quienes se atrevan a molestárnosla, por esto, por más afecto que tengamos hacia alguien, si esa persona nos molesta la reprenderemos como consideremos correcto en el momento de reventar nuestra naturaleza explosiva.
«Ella es una resistencia revestida de dureza, aunque con emociones quebradizas, pero no como el vidrio, sino como el diamante»
Conozco su sentir porque siento con la misma intensidad que ella; asimismo su madre, porque es fuerte para las caricias de maldad que deja la inmoralidad a la vez que es frágil para los sutiles roces de la provocación que la revienta, quebrándose en piezas de sí misma en la oscuridad, pero, aun así, nunca dejaría de deslumbrar.
Fue lo que reflexioné cuando viajaba hacia la sombra de mi propio ser, quedándome en un lugar tenebroso; mi interior, para apagar el recuento retrógrado de una detonación que me fragmentaria, atemorizando a quienes me contemplen en mi estado atormentado.
«Requiero refugiarme en las llamas perpetuas de mi fuego interno para ser consumido por mis pensamientos antes de ser debilitado por los de alguien más»
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ESTUPOR
AçãoLibro 3. Sensaciones que matan. Quemados en un éxtasis por el vicio que se tomaron en medio de las sensaciones que queman del placer y heridos en una euforia de emociones que los hizo pedazos por las sensaciones que hieren del amor ahora los caídos...