Capítulo 28 - Una traición sin perdón.

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Cuando llegaron al Caldero Chorreante el señor Weasley estaba sentado leyendo El Profeta.

— ¡Harry! — exclamó el señor Weasley — ¿Cómo estás?

— Bien, gracias ¿Todavía no lo han cogido? — dijo Harry al ver la imagen de la portada de El profeta.

— No — dijo el señor Weasley — En el Ministerio nos han puesto a todos a trabajar en su busca, pero hasta ahora no se ha conseguido nada.

— ¿Tendríamos una recompensa si lo atrapáramos? Estaría bien conseguir algo más de dinero... — preguntó Ron.

— No seas absurdo, Ron — dijo el señor Weasley que parecía bastante tenso — Un brujo de trece años no va a atrapar a Black. Lo cogerán los guardianes de Azkaban. Ya lo verás.

¿Cómo que Black? ¿Mi padre había escapado de Azkaban y no me había enterado?

Sentí una presión en el pecho y miré a mi madre, dejando de escuchar todo lo que tenía a mi alrededor.

Mamá me miró en un momento, fue apenas una mirada de advertencia. Seguramente quería que nos quedáramos al margen para que Eris y yo no tuviéramos problemas con el ministerio, aunque me daba a mi en la nariz de que Eris sabía más que yo e incluso que se había metido en el ajo, a veces conseguía ser muy convincente y encantadora.

— Luego nos vemos — dije sin más, subiendo corriendo a la habitación que compartiría con mi hermana. Ella me daría la información, sí o sí.

Cuando llegué a la habitación la puerta estaba cerrada desde dentro y tuve que aporrearla.

Se oyeron golpes, pasos, el sonido de cosas siendo movidas e incluso la ventada abrirse y cerrarse antes de que abriera la puerta, con la respiración agitada y una sonrisa bastante fingida.

— ¿Qué te traes por aquí? — preguntó apoyándose en el marco de la puerta, como si no tuviera ninguna preocupación.

— Vengo a por información y me la vas a dar — dije seriamente.

Mire furiosa a Eris, sentándome en mi cama y mirándola fijamente hasta que ella cerro la puerta con llave y apoyó su espalda en ella.

Mi mirada se dirigió a un bloque de cristal con una nota sobre ella.

— ¿Y esto que es? — pregunté cogiendo una nota y el bloque de cristal con la flor — Es... la cosa más bonita que he visto en mi vida. Podría estar la vida entera mirando esta flor y sería feliz. "Me recordó a ti". ¿Quién te ha mandado esto?

Era lo más bonito que había visto en su vida. Y viendo la nota y la flor me dio envidia mi hermana, me dio envidia no tener a alguien que pensara en mi al ver la cosa más bella que seguramente vería en el resto de años que le quedaban por vivir.

— ¡Nadie! ¡No toques mis cosas! — chilló nerviosa, pero cuando fue a cogerla la aparté e hice como si fuera a tirarla por la ventana.

— Seguro que es de Charlie, y por lo que veo lo aprecias mucho y no te gustaría que lo dejara caer ¿Verdad? — dije con suspicacia.

— No lo tires — suplicó.

— Pues dime ¿Qué está pasando? — dije, con una sonrisa victoriosa.

Mientras decía eso se arrepintió, aunque no lo demostró con tal de salirse con la suya.

Nunca había visto suplicar a su hermana, pero por lo vidriosos que se le pusieron los ojos y su expresión supo que ese objeto era importante para ella, porque ella quería a la persona que se lo había dado, aunque se negara a aceptarlo. Y puede que eso fuera lo peor, que había usado sus sentimientos en su contra. Había usado en su beneficio los sentimientos de su hermana por el chico que queria.

Tras una guerra de miradas que pareció durar una eternidad y de mucho insistirme al final le conté todo lo que sabía.

— ¡No es justo! ¡Yo también quiero ver a papá! — exclamé enfadada.

— ¡Shhhh! ¡Cállate! ¡Te va a oír medio Londres, lumbreras! — exclamó furiosa mientras pegaba el oído a la puerta, comprobando que no hubiera ningun sonido fuera.

— Vale, lo siento, no he podido evitarlo — dije, levantándome de la cama — será mejor que bajemos, ya estarán buscándonos para cenar.

— ¿Y ya está? ¿Vamos a cenar? ¡Dame mi flor! — le gritó.

— Toma, te diría que tampoco es para tanto, pero... — dije con pena — Siento haberla usado como chantaje para que me contaras lo que pasaba, pero conociéndote no me lo ibas a decir para, según tú, no poderme en peligro.

— Ya — dijo secamente mientras examinaba el bloque de cristal para comprobar que no le hubiera pasado nada.

— Perdóname — dije, mirándola tristemente. — Se lo que sientes por Charlie, ha estado feo usar tus sentimientos para salirme con la mía.

— Selene, déjame en paz y baja a cenar, no tengo hambre — dijo sin mirarme.

Le había hecho daño, daño de verdad.

Seguramente se sintiera utilizada, utilizada por su hermana, que era de las peores traiciones que seguramente vería en su vida. Y me sentí como un ser miserable y sin corazón.

No me perdonará nunca, pensé para mí con tristeza mientras salía en silencio y bajaba a cenar.

Legado de dos rebeldes: Selene [Con Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora