Capítulo 33 - Primera visita a Hogsmeade.

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— Recordad, la visita a Hogsmeade es un privilegio — estaba diciendo McGonagall — Si vuestra conducta se considerara deficiente, se os privaría de dicho privilegio. Sin autorización, no hay visita a la villa. Esa es la regla, Potter.

— Los que tengáis permiso, conmigo. Los que no, quietecitos — dijo Filch.

Harry se echó a un lado mientras los demás estábamos terminando de entregar nuestras autorizaciones.

— No hay nada que hacer. Luego os veo — dijo Harry mientras se alejaba de nosotros tres.

Hermione, Ron y yo seguimos al grupo que dirigía Filch hasta Hogsmeade.

Una vez allí nos recorrimos el pueblo por completo y decidí comprarle chuches y cerveza de mantequilla a Harry para tomarlo todos juntos esta noche tras la cena.

Nos lo pasamos bien, descubriendo cada sitio de ese pequeño pueblo que consistía en una corta calle abarrotada y una casa abandona a las afueras de la calle.

Después de cenar nos dirigimos los cuatro a la sala común mientras Ron hablaba de todo lo que habíamos visto en Hogsmeade.

— La tienda de golosinas mola, pero Zonko es un alucine — dijo Ron — No nos dio tiempo a ir a la Casa de los Gritos, la...

— La casa más encantada de Gran Bretaña, ya lo sé — dijo Harry con pesar, resentido por no haber podido ir al pueblo — ¿Qué ocurre ahora?

— A Neville se le habrá vuelto a olvidar la contraseña — dijo Ron.

— ¡Ey! — se quejó Neville desde detrás de nosotros.

— Oh, eres tú — dijo Ron.


— ¡Atrás todos! Nadie entrará hasta que haya sido completamente registrado — dijo Percy.

— ¡La dama gorda ha desaparecido! — nos dijo Ginny, que venía de delante del cuadro.

— Mejor, era una negada cantando — dijo Ron.

— No tiene gracia, Ron — dijo Hermione.

— ¿Quién habrá hecho eso? — pregunté mientras veíamos el cuadro rajado.

— Calma, todos — dijo Percy.

— ¡Calma! ¡Viene el director! — gritó Filch acercándose con Dumbledore por las escaleras.

Dumbledore se paro delante del cuadro, con preocupación.

Se acercó al cuadro y lo tocó, sin mirar otra cosa que no fuera el cuadro rajado y vacío.

— Señor Filch, convoque a los fantasmas — dijo Dumbledore — Que busquen en cada cuadro hasta encontrar a la Dama gorda.

— No hacen falta los fantasmas, profesor — dijo Filch — La dama gorda está ahí.

Todos salieron en estampida a ver a la señora gorda mientras Percy gritaba que tuviéramos cuidado, que no corriéramos y que le hiciéramos caso porque era el delegado.

— Querida dama, ¿quién os ha hecho esto? — le preguntó Dumbledore.

La dama gorda salio de detrás de un hipopótamo, en un cuadro dos pisos más arriba.

— Ojos como de diablo tiene. Y un alma tan oscura como su nombre — dijo la señora gorda — Es él, director. Ese de quien todos hablan ¡Está aquí, en algún rincón del castillo! ¡Sirius Black!

Y dicho eso volvió a esconderse detrás del animal, asustada.

— Cierre el castillo, señor Filch. Y vosotros, al Gran Comedor — dijo Dumbledore.

Nos guiaron al gran comedor, donde, tras darnos sacos de dormir de color azul oscuro, nos metimos en ellos para dormir.

Nos juntamos Harry, Ron, Hermione y yo en el centro del gran comedor, ni al fondo ni muy cerca de la entrada a la sala y poco después me dormí, sin muchas ganas de hablar sobre lo sucedido y con el plan de comernos tras la cena lo traído de Hogsmeade arruinado.

Ese día Snape dio la clase de defensa contra las artes oscuras. Entró como un huracán, cerrando las compuertas de las ventanas con su varita y poniendo un proyector.

— Abrid el libro en la página 394 — dijo Snape sin más.

— Con permiso, señor. ¿Dónde está el profesor Lupin? — preguntó Harry cuando Snape pasó por su lado.

— No es de tu incumbencia, Potter — dijo Snape — Baste decir que se encuentra incapacitado para la docencia en este preciso momento. Página 394.

— ¿Hombres lobo? — preguntó Ron confuso.

— Estábamos con los gorros rojos y los hinkypunks — dijo Hermione, volviéndose en su asiento — Las bestias nocturnas tocan dentro de unas semanas.

— Silencio — le dijo Snape, ignorándola, como de costumbre.

— ¿Cuándo ha entrado? ¿La has visto entrar? — nos preguntó Ron a Harry y a mí, que estábamos igual de sorprendidos.

— ¿Quién puede describir la diferencia entre un animago y un licántropo? — preguntó Snape, a lo que Hermione levantó la mano — ¿Nadie? Qué decepcionante.

— Por favor, señor — dijo Hermione — Un animago es un mago que elige convertirse en animal. Un licántropo no tiene opción. Cada luna llena se transforma y pierde noción de su identidad. Mataría incluso a su mejor amigo. Un licántropo solo responde ante los de su especie.

Malfoy aulló y uno de sus amigos le siguió la broma riendo.

— Gracias, señor Malfoy — dijo Snape — Es la segunda vez que habla fuera de turno ¿Es usted incapaz de contenerse, o se enorgullece de ser una insufrible sabelotodo?

— En eso tiene algo de razón — dijo Ron en susurros.

— ¡Ron! No tiene gracia — le susurre.

— 5 puntos menos para Gryffindor — dijo Snape —. Como antídoto a su ignorancia quiero ver sobre mi mesa para el lunes dos pergaminos acerca del licántropo con particular énfasis en cómo reconocerle.

— Señor, hay quidditch mañana — le dijo Harry agobiado.

— Entonces, le sugiero extreme la precaución, señor Potter — le dijo Snape, acercándose a su pupitre — perder una extremidad no le excusará. Página 394. El término "licántropo" es un compuesto del vocablo griego "ántropos", "hombre", y "licos": lobo. "Licántropo", hombre loco. Hay varias maneras de llegar a licántropo. O poseer el don de la polimorfia o haber sido mordido por uno.

Legado de dos rebeldes: Selene [Con Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora