Capítulo 38 - Como dos gotas de agua.

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Entre todos salimos de allí, llevando a Snape inconsciente y a Peter cogido.

— Perdona el mordisco — le dijo mi padre a Ron — Reconozco que duele un poco.

— ¿Un poco? ¡Casi me arrancas la pierna! — dijo Ron, cojeando de la pierna y siendo ayudado por Harry y por Selene.

— Iba a por la rata — se defendió mi padre — Normalmente soy un perro muy cariñoso ¿verdad, cielo?

— Bueno, estuvo con nosotros en el callejón Diagon mientras tomábamos helados y no les mordió a Fred y George — respondió Eris riéndose.

— ¿Ves? Más de una vez, James sugirió que hiciera mi cambio permanente — dijo mi padre — La cola no me importaba, pero las pulgas no las aguanto.

Salimos entre todos fuera del túnel, a los pies del sauce boxeador.

Había oscurecido mientras estábamos en la casa de los horrores y las nubes cubrían la luna que iluminaba esa zona nubosa.

Papá se alejó un poco para observar el castillo de Hogwarts, que se veía recortado sobre la oscuridad de la noche gracias a sus ventanas iluminadas.

Eris y yo nos acercamos mientras me seguía sujetando el brazo contra el pecho, ya que cada vez que lo movía sentía un latigazo de dolor que hacía que se me quedara la mente en blanco.

— ¿Qué se siente al haber demostrado tu inocencia? — dijo Eris al ponerse al lado de papá.

— Bien — dijo papá, aspirando el aire nocturno, menos desquiciado que un rato antes — Ha sido duro estar lejos de vosotras en ese lugar tan horrible.

— Le insistimos mucho a mamá para ir a verte, pero no nos dejó ir — dijo Eris, mirándolo fijamente.

— Incluso llegó a escaparse, pero mamá la encontró antes de que llegará a Azkaban — dije riéndome.

— Fue cosa mía el que no fuerais, estaba desquiciado, como hace un momento — dijo papá, dándonos un abrazos a las dos — Espero que nunca sepáis lo que es estar en ese lugar...

— Tranquilo, no iremos a ese lugar nunca — dijo Eris, sonriéndole — el motivo para ir ya no está allí.

Papá nos miró conmovido y empezó a llorar, haciendo que se nos contagiara y empezáramos a llorar mientras sonreíamos.

— Ya verás cuando mamá se entere de que hemos pillado a Peter y que ha confesado — dije emocionada ante la perspectiva de que papá volviera a casa y al fin estuviéramos todos juntos.

— Deberíamos mandarle una carta con una de las lechuzas para que reciba noticias cuanto antes — dijo Eris.

— Lo que deberíais es de ir a la enfermería — dijo mi padre — Selene, a la enfermería. Ahora.

— Pero papá... — dije apretando lo labios.

— No, a la enfermería, tienes el brazo roto como minimo — dijo papá.

— Si me voy Eris también — dije sin pensar con tal de quedarme un rato más con él.

— No seas cría, Selene — me dijo Eris, chasqueando la lengua.

— Eris tiene novio — le solté de pronto a papá, que casi se rompe el cuello para girarse a mirar a Eris.

— ¡Tú no tienes novio! ­— sentenció.

— Venga, papá, tengo dieciséis años — protestó ella.

— Llevan juntos desde primero — volví a decir.

Legado de dos rebeldes: Selene [Con Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora