Capítulo 82 - ¡Estás loco, Harry Potter!

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Corrimos fuera, acercándonos para ver que es lo que sucedía.

Y ahí estaba Voldemort con su serpiente, que en verdad era un Horrocrux, con todos sus secuaces y seguidores detrás

Y también estaba Hagrid atado con cuerdas del cuello.

Y en sus brazos estaba Harry, inmóvil, muerto.

Me llevé las manos a la boca, tapándola mientras una silenciosa lágrima recorría mi mejilla.

Fred me abrazó con fuerza, apretándome contra su pecho.

— Harry Potter ¡Ha muerto! — gritó Voldemort, sonriendo.

— ¡No! — gritó Ginny, que fue parada por su padre para que no corriera hacia Harry.

— ¡Silencio! — gritó Voldemort con la varita en alto — Estúpida cría. Harry Potter ha muerto. De ahora en adelante, me obedeceréis a mí. ¡Harry Potter ha muerto!

Y todos se rieron, resonando como un coro que reía las gracias de un comido que solo él veía divertidos sus chistes.

— Es el momento de que os pronunciéis — dijo Voldemort tras soltar una risa absurda — Uníos a nosotros o morid.

Pero nadie se pronunció, todos los mirábamos con seriedad, con las varitas en las manos.

— Draco — le llamó Lucius Malfoy.

Todos nos giramos a mirar a Draco, que estaba entre nuestras filas.

— Draco — repitió el señor Malfoy, que estaba demacrado.

— Draco — le llamó su madre — Ven.

Draco dudó antes de caminar hacia sus padres, pero en su camino estaba Voldemort, que lo recibió con los brazos abiertos.

— Así me gusta, Draco — le dijo Voldemort, dándole un abrazo incomodo — Así me gusta.

Fue Neville el que caminó cojeando hacia delante.

Reconozco que esperaba algo mejor — dijo Voldemort haciendo que todos los mortífagos se rieran a coro — ¿Y tú quién eres, joven?

— Neville Longbottom — dijo Neville mientras todos volvían a reírse.

— Bueno Neville, seguro que te encontraremos un puesto en nuestras filas — dijo Voldemort con una sonrisita.

— Quisiera decir algo — dijo Neville.

— Estaremos encantados de oír lo que tengas que decir — dijo Voldemort después de hacer unos movimientos raros con las manos.

— No importa que Harry ya no esté — comenzó a decir Neville.

— Déjalo — dijo Seamus.

— Todos los días muere alguien — espetó Neville — Amigos, familiares... Sí. Hoy hemos perdido a Harry, pero sigue con nosotros. Aquí. Y Éride. Y Remus. Tonks. Todos ellos. No murieron en vano. Pero tú sí lo harás. Porque te equivocas. Harry nos llevaba en el corazón. ¡A todos! Esto no ha terminado.

Y dicho eso Neville sacó del sombrero seleccionador la espada de Gryffindor a la vez que Harry saltaba de los brazos de Hagrid y atacaba a le serpiente.

Voldemort atacó varias veces a Harry, que esquivo los ataques.

Y entonces la mayoria de mortífagos se fueron mientras los otros gritaban que volvieran.

Todos volvimos a entrar en el castillo a la vez que Harry llegaba a la puerta.

— Le llevaré al castillo. Hay que matar a la serpiente — dijo Harry, llegando a nuestro lado.

Voldemort vino hacia nosotros e hizo volar a Neville, que no soltó la espada.

Empezamos a luchar de nuevo mientras buscábamos a la serpiente.

Encontramos a la serpiente en las escaleras y empezamos a tirarles piedras para atraerla a nosotros, pero a Ron se le calló el colmillo por las escaleras.

Nos miramos los unos a los otros y echamos a correr escaleras abajo.

— ¡Neville! — grité llamando al que tenía lo unico que podia matar a esa serpiente en este momento — ¡Neville, ¿Dónde estás?!

Justo cuando la serpiente saltó contra nosotros apareció.

Y blandiendo la espada partió a la serpiente, que se deshizo en un liquido negro que pasó a ser humo.



Y entonces todo terminó. Voldemort estaba muerto y habíamos ganado. Estábamos a salvo.

Corrí escaleras abajo, buscando a Fred.

Pareció que él se dio cuenta de mi llegada porque en cuento entré se giró hacia mi y me sonrió, soltando a George, al que estaba abrazando para echar a correr hacia mí.

Le sonreí de vuelta y corrí a su encuentro, saltando sobre él cuando estuvo cerca de mí.

— Hemos ganado — susurré incrédula mientras me abrazaba, sonriendo tanto que hasta me dolían las mejillas.

— Casémonos en unos días ¿Para que esperar más tiempo? — exclamó Fred con emoción estampando sus labios contra los míos mientras me alzaba en el aire.

Reí contra sus labios, enredando mis dedos con su cabello mientras nos besábamos.

Cuando nos separamos ví a Hermione, Ron y Harry, que nos miraban sonrientes.

— Ahora vengo — le dije a Fred, dándole un ultimo beso antes de correr hacia mis amigos.

Caminamos fuera, llegando al puente de piedra por el que se entraba a Hogwarts y que estaba destrozado en muchos de sus puntos.

— ¿Por qué no le obedecía la varita de saúco? — preguntó Hermione.

— Debía lealtad a otro — dijo Harry que sujetaba la varita — Al matar a Snape, pensó que la varita sería suya. Pero resulta que nunca perteneció a Snape.

— ¿A quién entonces? — pregunté con curiosidad.

— A Draco. Fue Draco quien desarmó a Dumbledore en la Torre de Astronomía — me respondió Harry — Desde ese momento, la varita le obedecía a él. Hasta la otra noche, cuando desarmé a Draco. En la Mansión de los Malfoy.

— Eso significa... — dijo Ron, sorprendido.

— Que es mía — dijo Harry que miró la varita.

— ¿Qué hacemos con ella? — preguntó Ron.

— ¿" Hacemos"? — le preguntó Hermione.

— Es la varita de saúco, la varita más poderosa del mundo — dijo Ron — Con ella seríamos invencibles.

— La varita es de Harry, Ron — le dije, sonriendo.

Sonrisa que se me borró cuando ví como Harry rompía la varita de saúco y la lanzaba desde el puente.

— ¡Estás loco, Harry Potter! — exclamé con sorpresa.

Hermione fue en silencio y le cogió la mano, y despues Ron le cogió la otra mano a Hermione, que me miró haciéndome señas con la cabeza.

Sonreí, negando con la cabeza mientras me acercaba y cogía la otra mano de Harry.

— Tengo algo que enseñarte, Harry — le dije, sonriéndole mientras sacaba de mi bolsillo las ampollitas que me había dado Dumbledore en herencia con los recuerdos de mis padres. Recuerdos que pensaba guardar como si se tratara del mayor tesoro del mundo, porque lo era — Y tenemos que llevarnos a Eris con nosotros al despacho de Dumbledore. Y puede que robe el pensadero.

— Puedes comprarte uno, estás podrida de dinero — dijo Ron, riéndose.

— Comprarlo no tiene morbo — le dije, riéndome — Además, así no se hacen fortunas, Ronald.

Legado de dos rebeldes: Selene [Con Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora