Cambiarte de escuela en tu último año de universidad no debería ser para tanto. Sin embargo, para Ember eso no era algo de lo que pudiese sentirse orgullosa.
Forzada a cambiarse de universidad, Ember conoce nuevas personas, vive nuevas experiencias...
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Taehyung
Mis dedos tamborileaban con nerviosismo contra el volante de mi auto mientras observaba el enorme edificio donde Namjoon trabaja.
Luego de hablar con Yoongi, decidí hablarle por teléfono. No recibí una respuesta inmediata por obvias razones, así que este era mi último intento y el definitivo.
Ya no quería sentirme alejado de mi mejor amigo, pero también había cosas que hacía mucho debí hacerle saber para evitar llegar a este punto decisivo en nuestra amistad.
Namjoon siempre había sido un hombre sobresaliente en todos los aspectos. Su familia tenía una buena posición económica, sus padres eran parte de la industria automotriz, y sus hermanos eran tan inteligentes, que era imposible no admirarlo por ser el más inteligente de los tres.
Lo que sea que Namjoon quisiera lo obtenía, y eso aplicaba en todos los aspectos de su vida; rara vez recibía una negativa y yo, por el afecto, la admiración y el respeto que le tenía tampoco me atrevía a negarle algo. Lo que no sabía era que eso me jugaría en contra algún día.
Luego de saludar al guardia de la entrada, manejé por el estacionamiento hasta llegar a uno de los espacios designados para los visitantes. La seguridad sabía que era amigo de Namjoon, así que no tenían problema con dejarme pasar.
El sonido de la puerta del elevador sonó mientras veía la hora en mi celular. Dos pisos más arriba, un par de chicas subieron mientras reían y platicaban sobre algo relacionado al trabajo, pero pararon un momento solo para inclinarse y sonreír nerviosas.
Mis hombros estaban tan tensos, que seguramente ellas podían notarlo. Incluso apenas fui capaz de regresarles el saludo a ambas antes de que se pararan a un lado de mí.
Pero, mientras ellas susurraban y me miraban de reojo, yo solo me preocupaba de que Namjoon no me recibiera. Y esa preocupación se convirtió en angustia cuando de nuevo escuché el sonido que indicaba que la puerta del elevator estaba por abrirse y, un par de segundos después, Namjoon apareció frente a mí.
Enderezándome aún más en mi lugar, intenté saludarlo, pero me quedé congelado cuando Namjoon simplemente apretó los labios, retrocedió y se dirigió a su oficina sin voltear a verme a los ojos por más de una milésima de segundo.
No sabía si eso era una invitación a que lo siguiera o no, pero en automático caminé detrás de él y entré hasta su oficina antes de que me pidiera retirarme de la manera más cortés y distante posible.
Luego de que cerré la puerta detrás de mí, Namjoon se quedó parado en completo silencio, viendo hacia afuera a través de los enormes ventanales de su lujosa oficina. Cualquiera que lo viera con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y las mangas de la camisa dobladas pensaría que era el dueño de la empresa.
