Treinta y ocho

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Tomando una larga bocanada de aire, saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta de la habitación que había dejado de compartir con Azumi hace varias semanas atrás.

Durante el trayecto hacia el campus le había mandado un mensaje en el cual le avisaba que llegaría con mis cosas en cualquier momento, a lo que ella —para mi sorpresa— me respondió con rapidez que estaba bien, que le avisaría al guardia nocturno del edificio.

No le dije gracias.

Aún y cuando Ronin y Amaia no fueron con la rectora para acusarme de haber golpeado a esta última, ni de lo que había pasado en mi anterior escuela, eso no quitaba el hecho de que Azumi había sido quien les había contado todo y, además, me había tratado mal luego de haberlo hecho.

¿Cuáles habían sido sus razones? No las sabía, pero nada justificaba que me hubiera lanzado a la jaula de los leones.

Si no fuese porque me entenderé de que la madre de Yoongi era la rectora, y de que ella estaba al tanto de que el subdirector de mi anterior escuela le había cobrado el favor que le debía, probablemente hubiera perdido mi última oportunidad de terminar mis estudios universitarios.

Al final, los esfuerzos de Azumi, Amaia y Ronin no habían servido para nada, pero el estigma social y la mala reputación que ahora tenía en la escuela eran motivo suficiente para que tuviese que aguantar comentarios obscenos por parte de algunos compañeros, así como miradas de desprecio por la mayoría de mis compañeras. Pero, a pesar de eso, y aunque dolía, estaba dispuesta a aguantar todo ese infierno hasta el final de año con tal de poder graduarme.

No tenía otra opción. Era eso o perder la única oportunidad de salir adelante.

Arrastrando con cuidado mi maleta, entré a la pequeña y fría habitación. Mis ojos se posaron de inmediato en Azumi y mi mano apretó con fuerza el mango con el que jalaba mi maleta. No quería estar aquí y no quería tener que compartir habitación con ella de nuevo, pero era esto o dormir en la calle y que la policía me detuviera. Parecía mas acogedora una celda que compartir habitación con ella, pero mañana tenía clases y no podría asistir si la policía me encerraba.

—H-hola —balbuceó Azumi, apretando las mangas de su suéter color gris y, reacomodándose sus pequeños lentes, señaló mi cama con el pulgar—. Tu lado de la habitación sigue como lo dejaste.

Dejando caer mi mochila en el piso, me quité la gabardina, la coloqué encima de mi maleta y comencé a sacarme las botas que tenía puestas.

Me sentía exhausta.

—Buenas noches —musité sin ningún rastro de emoción en mi voz y, levantando la cobija, me acosté, dándole la espalda.

Las sábanas no olían a nada y el colchón no era ni tan grande ni tan suave como el de la cama de Taehyung, mucho menos tenía su aroma a vainilla y madera fresca.

I'm In Love Too • KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora