Cuarenta y tres

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—Necesito que alguien resuelva este ejercicio.

Mi mirada se cruzó con la del profesor en el momento menos indicado.

—Señorita Han —extendió su mano con el plumón hacia mí—. Creo que es hora de que se ponga al corriente y participe en la clase de hoy.

Ignoré su tono condescendiente y me puse de pie para dirigirme al frente del salón aún y cuando detestaba hacerlo. Sin embargo, disimulé mi incomodidad y observé con atención los números que tenía frente a mí, luego comencé a resolver el ejercicio con la fórmula que creí adecuada. Al finalizar, di un paso hacia atrás y dirigí mi mirada hacia el profesor, quien desde luego me estuvo observando con atención todo el tiempo.

Era evidente que le molestaba mi ausencia en su clase, pero no sabía que lo haría tan evidente cuando, soltando un pequeño suspiro, me miró directo a los ojos con nada más que cansancio... ¿de mí? ¿De su trabajo? No estaba segura.

—¿Repasaste alguno de los temas que te mandé a tu correo?

Tragué saliva sin entender en qué pude haberme equivocado y miré nerviosa del pintarrón hacia el profesor un par de veces antes de separar mis labios para intentar hablar.

—Yo...

En realidad no había revisado mucho mi correo los últimos días. Siempre procuraba estar al pendiente, pero entre mis malos hábitos de sueño desencadenados por mi ansiedad, más el trabajo en Jungho's, el cual parecía ser cada vez más pesado, apenas y tenía energías para ponerme al corriente en todas mis clases.

—Mira, entiendo lo que la rectora dijo de necesitabas un tiempo fuera de la escuela —me observó con el ceño fruncido, dejando claro que no lo entendía ni le importaba—, pero no deberías haber regresado si no ibas a estar a la altura del resto de la clase.

Esquivé su mirada sin poder soportar el ser señalada de este modo y además quedar como una mala alumna frente a toda la clase e intenté encontrar la solución correcta para el ejercicio. El salón entero permanecía en completo silencio y mi miedo porque mi respiración entrecortada se escuchara era cada vez más grande.

Por un momento consideré la idea de disculparme y retirarme de la clase, pero justo cuando me giré de nuevo hacia el profesor, una mano apareció frente a mí y me arrebató el plumón de entre los dedos.

Mis ojos se dirigieron hacia Amaia, quien en ningún momento hizo contacto visual conmigo y, en su lugar, se dedicó a resolver con rapidez el ejercicio. Una vez que terminó, se giró hacia el profesor y sonrió con orgullo cuando éste asintió desde su lugar.

—Gracias por ayudar a tu compañera, Amaia. Creo que sería bueno que también la ayudaras a ponerse al corriente —comentó el profesor, sin saber que lo que proponía jamás pasaría.

I'm In Love Too • KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora