CAPITULO 1

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Sam Chalke, 17 años

Estudiaba en Heritage High School, Florida. No me gustaba asistir al colegio porque era el objeto de burla de mis compañeros. Sentía que no encajaba en ese lugar, y todos los días tenía que soportar comentarios horribles. Me disgustaba tener que hablar en público frente a los profesores, especialmente cuando debíamos dar aportes en clases. El pánico escénico me paralizaba cuando había una multitud a mi alrededor, las clases se volvieron una tortura, porque la profesora me obligaba a participar, y cuando intentaba responder sus preguntas me paralizaba y todos se reían de mí. Aquel daño emocional que me infligían era devastador a pesar de mostrarme fuerte me sentía insuficiente.

En casa, tenía que lidiar con los problemas de mi familia. Un padre alcohólico que cuando se emborrachaba hacia escándalos en la casa y discutía con mi madre, porque nunca aportaba con los gastos de la casa. A diferencia de mi madre ella se dedicaba a trabajar todos los días para mantenernos. Mi hermana mayor "Anabel" el orgullo de mi madre, porque estaba a punto de graduarse como Doctora y por último, mi hermano "Ángel" que no podía escuchar ni hablar, su mayor debilidad.

A pesar de ser joven viví casi toda mi infancia con ese bucle. Cuando veía a mi padre borracho enfrentándose a mi madre, se convirtió en algo que nunca pude superar. En aquella ocasión, mis padres estaban discutiendo, apenas los vi entre de inmediato a la habitación, me tire a la cama y me tape los oídos con la almohada. Antes de quedarme dormida me cuestión con respecto a mis estudios, ya que en la escuela tenia mucho potencial, pero después mi mente se bloqueó por la ruptura que tuve. Me vestí rápido y salí apresurada a tomar el primer autobús.

 Cuando llegue al colegio, fui corriendo por los pasillos del salón, estaba llegando tarde. Aproveche entrando sin hacer bulla ya que la profesora estaba de espaldas escribiendo en el pizarrón.

— ¿Alguien puede separar las sílabas de este poema? —pregunto mientras escribía una estrofa.

Por primera vez, levante mi mano: ese tema era el único que sabía. La profesora me observó de pies a cabeza con una expresión de desdén.

—¿Estás segura de que puedes hacerlo? —pregunto con una sonrisa sarcástica.

—Sí, claro —tartamudee.

La profesora soltó una risita.

—Responde bien, pareces una niñita que acaba de ingresar al colegio por primera vez.

Mis compañeros estallaron en risas, pero eso no me impidió hacer la tarea. Me puse de pie decidida a enfrentar la situación resolviéndolo en menos de un minuto, pero la maestra ni siquiera reviso lo que hice y continúo explicando la clase. Ella no toleraba que hiciera algo bien, parecía tener una actitud arrogante y molesta solo conmigo.

Minutos después, hizo otra pregunta relacionada al tema y decidí participar una vez más.

—¿Puedo responder? —levanté la mano—.

Ella miró a los demás con sorpresa y preguntó:

—¿Por qué nadie quiere responder?

—Profesora, yo sé la respuesta —respondí en voz alta.

Ella estalló en cólera y se acercó intimidante a mi escritorio.

—¡No quiero que actúes ni participes! —exclamó con furia—. Todo lo que haces está mal, no trates de llamar mi atención... Literatura es una materia que jamás podrás aprender.

El aula quedó en un silencio. La ira fluía por mis venas y deseaba insultarla por herirme de esa manera. La miré a los ojos, transmitiendo mi odio con una mezcla de llanto y frustración. Agarré mi mochila y me retiré de la clase.

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