CAPITULO 3

137 7 2
                                    

Sam
Me quedé sorprendida, incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Él no respondió a mi pregunta, lo cual me desconcertó por completo. No entendía la razón de su llamada y mucho menos el motivo por el cual debía presentarme en la empresa.

—¿Quieres que vaya a tu oficina a pesar de haberte ofendido? ¿Acaso pretendes humillarme? —pregunté con seriedad, tratando de comprender sus intenciones.

—Respeto mucho a las mujeres, mi intención es ayudarte, nada más —respondió él.

Decidí aceptar su propuesta y accedí a ir a la oficina al día siguiente. Corté la llamada y marqué el número de mi mejor amiga.

—¡Andrea, si te cuento lo que acaba de pasar, te dará un infarto! —exclamé emocionada mientras caminaba rápido.

—Estoy durmiendo, ¿por qué me llamas tan tarde? ¿Qué sucedió? —respondió.

—¡Me contrataron! Mañana voy a empezar a trabajar.

—¡En serio! Después de haberle dicho tantas cosas a ese pobre hombre —replicó riéndose—. Pero, de todas formas, te felicito, ya era hora de que te pasara algo bueno.

—Sí, estoy yendo a casa. Quería que fueras la primera en saberlo.

—Ya deja de salir tan tarde, te puede pasar algo...

—Estaba discutiendo con mi padre, pero ya te voy a colgar ¡Te amo mucho!

* * *

Al día siguiente, me levanté temprano para asistir a mi primer día de trabajo. Llegué a la oficina con seriedad y saludé con desdén.

—Buenos días —saludé, dejando notar mi arrogancia.

—Gracias por haber venido —respondió Carls, estirando su brazo para saludarme—. Señorita Samantha Chalke.

Correspondí a su saludo mientras él clavaba una mirada penetrante en mis ojos.

—¿Que haremos hoy?

—Hoy solo te enseñaré lo básico, supongo que no tienes experiencia.

—Lo suficiente para amarrar a cualquiera en una noche.

—¿Que?

—Nada solo fue un chiste  —me reí.

—No entendí lo que dijiste pero me refería al trabajo. Mejor sígueme, caminaremos hasta mi oficina.

—Increíble, es amplia y lujosa. Nunca había visto algo así antes; de hecho, es mas grande que mi casa.

—Es una empresa, señorita Shalk.

—Acabas de pronunciar mal mi apellido, dime Sam.
—Esta bien, señorita.

—¿Esto es una base de datos?—le pregunte.

—Si, debes llenarla todos los días y registrar las ventas.

Mientras leía en la computadora, de vez en cuando volteaba a mirarlo de reojo. Su cabello negro, el color de sus ojos que se asemejaban a un verde prado, sus pestañas largas que embellecían su mirada. Sus cejas pobladas y bien definidas, sus labios gruesos con un tono pigmentado que lo hacían ver atractivo.

El muy tonto no se daba cuenta de que lo admiraba, tampoco lo hacía notar, aun así, ni siquiera podía permitirme pensar en alguien que no fuera Ricardo, así que rápidamente retracté mis pensamientos y bajé la mirada.

—Samantha, ¿puedes abrir la puerta, por favor? —me pidió Carls.

Abrí la puerta y entró una mujer. Lo primero que hizo fue pasar por delante de mí y dirigirse a saludar a Carls.

Almas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora