CAPITULO 2

156 7 0
                                    

Carls

Aquella mujer, desde el primer segundo en que la vi, quedé perplejo ante su belleza.
—¡Si me escuchaste, lo que acabo de decir! —exclamó ella, furiosa.
—Disculpa, estaba hablando por teléfono ¿Puedes explicarme cuál es tu inconveniente? —respondí con tranquilidad.
Ella guardó silencio por un instante y me torció lo ojos.
—No intentes manipularme con tu amabilidad.
—¿A qué te refieres? ¿De qué trabajo hablas? —pregunté confundido.
—Tú y yo sabemos que ese puesto me pertenece. No es justo que ocupes mi cargo —manifestó en voz alta, mostrando en su rostro una profunda molestia.

En ese momento, Kristen, la secretaria, intervino en la conversación debido a su comentario.

—Señorita por favor, respete al joven Carlos. No sabe con quién se está involucrando.

—No... usted también tiene la culpa, no es justo lo que está haciendo.

—¿Por qué no es justo? —añadí.

—Si se supone que no aceptan menores de edad, entonces tú tampoco puedes trabajar aquí —me contestó a la defensiva.

—Ah, es eso. Si supieras quién soy, tal vez lo entenderías.

—No me importa quién seas, el trabajo me lo dieron a mi —me señaló tratando de intimidarme.

—Mi madre es la dueña de esta empresa, soy su único hijo y por eso tengo que trabajar aquí.

Ella me observó sorprendida y tomó distancia.

—Estoy cansada de los favoritismos —expresé en voz alta—apuesto a que ni siquiera te importa trabajar, solo lo haces por capricho.

—Ya basta, eres una irrespetuosa. Retírate de aquí o llamaré a los guardias —replicó la secretaria.

—No puedes juzgarme si no me conoces —respondí con serenidad, pero ella comenzó a lagrimear.

—No es necesario que llame a nadie.

—No hace falta eso, señorita Kristen.

Ella trató de disimular su tristeza, mientras se dio vuelta para darme la espalda. Permaneció en esa posición y luego regresó para mirarme.

—Tal vez a nadie le importe, he estado esperando solo una razón para seguir...yo no tengo nada tú lo tienes todo.

—No puedo hacer nada al respecto —dije mirándola con tristeza. Quería consolarla, pero ella era algo agresiva.

—¿Sabes qué se siente que todos te cierren las puertas? —Se mantuvo en silencio por unos segundos—. Mira, no te voy a rogar, a la final ya estoy acostumbrada a que prefieran a otras personas.

Sus sentimientos y expresiones me transmitieron su dolor. Ella tenía razón cuando mencionó sobre mi estabilidad económica, pero el dinero jamás compro mi felicidad y mucho menos el amor de una familia.

—Señor Carls, disculpe por permitir entrar a este tipo de personas, la próxima vez no la dejare entrar.

—No quiero que hagas nada.

—Pero, joven acaba de insultarlo...

—Es mas hoy mismo llamare a mi madre para comunicarle que esa chica trabajara con Alfonso y conmigo.

—Si le cuenta lo que paso, no creo que su madre acepte.

—Nadie le va a contar, a menos que tu lo hagas.

—No, joven.

—Gracias, me retiro.

Sam
Con desánimo regresé a casa. No había nadie en casa, así que pude desahogarme mientras lloraba en el suelo de mi habitación recordando lo que paso y la confesión de Ricardo. Odiaba sentirme triste porque cada vez que mi animo cambiaba me acordaba de todo lo malo y de mis sentimientos por el.

Almas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora