CAPITULO 5

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Sam

Mientras ordenaba la sala, mi mente divagaba en busca de una excusa convincente para persuadir a mi madre y obtener su permiso para salir. Rara vez participaba en reuniones sociales, por lo que su sorpresa fue evidente cuando me acerqué con nerviosismo para hacer mi petición.

Por suerte logré persuadirla y obtuve su permiso, bajo la condición de ir con Andrea y regresar antes de la medianoche. Me apresuré a reunir todas las cosas necesarias para la velada.

—¡Ábreme, por favor! Necesito arreglarme rápido, el tiempo se agota —exclamé ansiosa.

Andrea asomó su rostro, y me abrió la puerta. Fui corriendo hasta su habitación con urgencia consciente.

—¿Me acompañaras? —inquirí, mientras aplicaba rápidamente sombra sobre mis párpados.

—No me dieron permiso para salir —respondió ella con un deje de decepción en su voz.

—Está bien, no tengo tiempo para enfadarme contigo. Me apresuraré a ponerme el vestido. Pero antes... haré una llamada importante.

—¿A quién planeas llamar? —preguntó con curiosidad mientras me observaba.

—Estoy a punto de comunicarme con Carls —respondí, mientras marcaba su número.

El tono del teléfono apenas resonó antes de que él responda al otro lado de la línea.

—Hola, Sam —saludó con entusiasmo.

—Solo quería decirte que no es necesario que vengas. Me las arreglé para escapar de casa y ahora me encuentro en casa de mi mejor amiga.

—No te preocupes. Envíame la ubicación y te mandaré un taxi.

—Está bien... nos vemos allí —dije antes de terminar la llamada.

Confiada en que la ayuda estaba en camino, me giré hacia Andrea, luciendo con orgullo el vestido que me regalo Carls.

—¿Qué te parece? —pregunté, girando para exhibir mi vestido.

—Te queda perfecto —admiró con sinceridad.

—Gracias —le dije mientras la abrazaba.

 Carls

Me despojé de mi camisa mientras buscaba ropa en el armario. No sabía qué atuendo elegir para la ocasión, por lo que decidí llamar a Romelia en busca de ayuda. Le pedí su sugerencia y ella me recomendó una elegante chaqueta negra. Mientras continuaba vistiéndome, mi teléfono sonó.

—¿Puedes ver quién está llamando? —le dije a Romelia.

—Es Alfonso —respondió ella.

Puse el teléfono en altavoz para poder seguir arreglándome.

—Estamos afuera, vine con Jessi —dijo Alfonso con un tono de embriaguez.

—¿Estás mareado? ¿Y por qué trajiste a Jessi contigo? —pregunté confundido.

—Pasaron muchos acontecimientos. Te lo contaré cuando llegues.

Alfonso entró apresuro y se dirigió hacia el último piso.

—¿Qué haces aquí? Deberías estar arriba —me recrimino.

—Estaba esperándolos para ir juntos. No puedo estar solo allá arriba —tartamudeé.

—¿Sigues con eso? Entonces nos vemos cuando llegue tu "invitada especial" —dijo con sarcasmo, sin mostrar empatía alguna.

A pesar de haberle contado que había sido una etapa traumática en mi vida, él no parecía comprender ni mostrar compasión.

Los recuerdos de aquel trágico incidente volvieron a aflorar en mi mente: haber presenciado su caída accidental desde el tercer piso y no haber hecho nada para salvar a mi padre. La culpa me consumía y sentía que estaba perdiendo la cordura.

En ese momento, Romelia se acercó preocupada.

—Hijo, ¿te sientes bien? ¿Cómo está tu presión?

—Estoy bien, solo un poco nervioso —respondí en voz baja.

—La chica acaba de llegar —me informó ella.

—¿Podrías ir a recibirla por favor? —le pedí.

—Claro, bajaré de inmediato —asintió ella, dispuesta a ayudar.

Sam

Toqué el timbre y una señora amable salió a recibirme.

—Buenas noches, bienvenida señorita —me saludó con amabilidad.

—Buenas noches —respondí algo asustada.

—Sígame, la reunión es en el tercer piso.

El camino hacia el tercer piso parecía interminable. Los pasillos estaban oscuros y el silencio reinaba en el lugar. El miedo comenzó a apoderarse de mí, recordando las palabras de mi madre que repetía constantemente: "Nunca entres en la casa de desconocidos". Mi piel se erizó de terror ante la situación en la que me encontraba.

Mientras subía los últimos escalones, mi corazón latía desbocado. Al llegar al último peldaño, lo vi de espaldas, luciendo un elegante traje negro. Su presencia me dejó impactada, ante tanta elegancia y misterio.

—Hola —susurré, apenas audible.

Él giró lentamente su rostro hacia mí y nuestros ojos se encontraron. En ese instante, sentí una conexión instantánea, el tiempo se detuvo a nuestro alrededor. Sus ojos reflejaban un brillo y u ligera sonrisa esbozaba un encanto.

No pude evitar sentirme atraída por su elegancia, A pesar del miedo, una sensación de curiosidad se apoderó de mí. Sabía que estaba a punto de entrar en un mundo desconocido y , que aquel encuentro marcaría un antes y un después en mi vida.

Almas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora