CAPITULO 26

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Carls

Mientras viajaba en el avión con mis compañeros de trabajo, sentí la necesidad de escribirle a Sam, pero no lo hice por miedo a que no me respondiera. De tanto pensar, me olvidé de que viajaba con mis compañeros. Volteé a mirarlos y ahí estaban Isell y Alfonso besándose delante de todos. 

Como Ariana me estaba mirando, la observé por curiosidad y ella aprovechó para acercarse y entablar una conversación. Traté de alejarme porque su comportamiento era algo raro, o tal vez eran ideas mías.

—¿Estás incómodo? —me preguntó con una sonrisa—. Recién le escribí a Sam y no me responde. ¿Sabes por qué se fue sin decir nada? 

—No tengo idea, es más... prefiero no hablar del tema.

El tiempo transcurrió rápido y cuando aterrizamos, el chofer nos estaba esperando en la esquina. Minutos después, Alfonso se bajó del auto para quedarse, porque vivía más cerca.

—Ya me pasaron la ubicación donde estudia Sam —anunció Isell mientras yo bajaba las maletas.

—Está algo lejos. ¿Quién te pasó la dirección? —pregunté sorprendido.

—Ariana, la chica nueva —me respondió.

—¿Ariana? —Me quedé pensando—. No sabía que se llevaban bien.

—Son mejores amigas. De hecho, desde que te fuiste, ellas pasaban juntas casi todo el día.

Cuando Isell me comentó eso, me sentí extraño porque había pensado todo lo contrario. Incluso deduje que Ariana estaba interesada en mí por su extraña actitud.

Sam

Cuando caminé por los pasillos de la escuela, todos comenzaron a observarme con gestos de sorpresa. No era de esperarse, estaban acostumbrados a verme desarreglada, por eso reaccionaban así. A mí no me importaba, es más, me mostré arrogante para que sintieran mi desprecio por todas las ofensas que me decían.

Entré al salón y todos me observaron de pies a cabeza sin decir ninguna palabra. Yo me senté en la primera fila para no tener que ver sus caras. En cada hora, ingresaba a presentarse un profesor diferente. Sin embargo, hubo una que marcó la diferencia: la profesora de Filosofía. Recordé que mi madre hace años atrás me advirtió que me cuidara de ella, por unos problemas que tuvo con la abuela.

Cuando sonó el timbre para ir al receso, salí del aula de inmediato. Sin embargo, Alis cruzó por delante de mí y me empujó. Sabía que era a propósito, pero tuve que controlar mi ira para no hacer problemas delante de la profesora. Ella se fue corriendo con Ema y Valery, un grupo de chicas que siempre me molestaban.

Cuando llegue a sala de comida, mientras cargaba mi almuerzo, no habían puestos para sentarme, excepto donde estaban ellas. Por necesidad, me acerqué a comer ahí ignorando por completo la presencia de ellas. Ema y Valery no paraban de murmurar y reírse al verme. Como Aliss estaba al lado mío, ella se levantó y me hizo caer la comida. 

Yo pegué un respingo y evité ensuciarme con la comida caliente.

— ¡Ay! Discúlpame, no te vi —exclamó Alis, aunque claramente la hipocresía reflejaba las facciones de su rostro.

—No te preocupes, al menos no me ensuciaste el uniforme —respondí forzando la voz.

—Tu cabello está muy lindo. ¿Te hiciste un permanente? —comentó Valery.

—Algo así...

—Te queda bien. Tu cabello está mucho más bonito que el de Alis.

Alis volteó a ver a su amiga.

—¿Cómo vas a decir que ella es mucho mejor que yo? —alegó frunciendo el ceño.

—¿Por qué te pones así? Tienes que reconocer que Samanta se ve hermosa con ese cambio —contestó Valery.

—¡Valery! ¿Cómo le vas a decir eso? ¿De quién estás de lado? —preguntó Ema.

Valery se aproximó y jaló mi cabello de manera brusca.

—Oye... ¿Qué te pasa? ¿Por qué me jales el cabello? —pregunté molesta.

—No creas que... por haberte arreglado ¡Te verás mejor que nosotras! —me advirtió Alis con una actitud grotesca para intimidarme.

—Tanto te dolió que te dijeran eso, pero... si no eres la gran cosa, es más, si no estuvieras en mi salón, yo no supiera de tu existencia —contesté con ironía.

— ¡Estúpida! —Ella me empujó, pero yo continuaba riéndome—. Tú no me vas a tratar así adelante de todos —alegó en voz alta.

—No vuelvas a empujarme... porque te vas a arrepentir —le respondí con voz intimidante.

Ella retrocedió y se mantuvo seria por un instante.

Como estaba con todas sus amigas, comenzaron de nuevo a burlarse de mí, riéndose a carcajadas. Ella sabía perfectamente que tenía la ventaja, yo no podía hacer nada, porque no quería involucrarme en problemas.  De pronto, de la nada, algo inesperado sucedió: ellas dejaron de reírse y se quedaron calladas cuando vieron pasar a aquel chico que venía caminando hacia los comedores.

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