CAPITULO 17

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Sam

—¡Suéltame! Juré que nunca más me dejaría humillar por nadie —le grité a Carls, luchando por liberarme de su agarre.

En ese instante Ricardo y Josefina se hicieron presentes en la escena. La humillación que había sufrido a manos de esa chica había hecho que perdiera por completo el control.

—Vámonos de aquí, ¡qué vergüenza lo que está haciendo esa mujer! —exclamó Josefina, avergonzada por la situación.
La manera en la que se expresó avivaron aún más mi furia.

—¿Que dijiste perra? —exprese revoloteándome intentado soltarme de los brazos de Carls—, vamos dímelo en la cara —le grite.

—Cálmate por favor, estas haciendo el ridículo —lloriqueo Josefina mientras abrazaba a Ricardo.

—Samanta ya cálmate —me alzo la voz Carls volteándome hacia a él para que lo mire.

Yo respire profundo y cambie la expresión de mi rostro.
—Está bien, pero suéltame —dije fingiendo una expresión de sumisión, esperando que Carls me soltara.

Sin prestar atención a lo que Carls me decía, me di la vuelta y me dirigí hacia ella. La tomé bruscamente del brazo, intentando alejarla de Ricardo, y le propiné una bofetada con toda mi fuerza. Josefina cayó al suelo y Ricardo se agachó rápidamente para ayudarla. Yo me quedé inmóvil, atónita por mis propias acciones, mientras Carls me sujetaba de nuevo con desesperación.

—Estás sangrando —comentó Ricardo, visiblemente preocupado—. ¿Cómo pudiste hacerle esto a tu prima, Samantha? ¿Qué te pasa por la cabeza?

Los meseros se acercaron para ayudar a Josefina, y la situación comenzaba a salirse de control.

—Lo siento, Sam, pero es la única manera de que puedas calmarte —me dijo Carls mientras me cargaba inesperadamente sobre su hombro derecho.

—¡Suéltame, estúpido! Me voy a caer —repliqué, sintiendo el miedo apoderarse de mí debido a la altura en la que me encontraba.

Él me sacó del restaurante y cruzó la calle, mientras yo seguía gritando como una loca, exigiendo que me bajara. Sin embargo, Ricardo nos persiguió y le pidió a Carls que me soltara.

—Mejor ve a ver a tu novia que está lastimada —dijo Ricardo con resentimiento.

Ricardo se acercó, intentando apartarme de Carls.

—Samanta, ¿cómo te vas a ir con un desconocido? Déjala, yo la llevaré a su casa —propuso Ricardo.

—Déjala que se vaya con él. ¿No ves que me acaba de golpear? —expresó Josefina, visiblemente molesta.

—Oye, imbécil. Prefiero irme con un desconocido que irme contigo. ¡Traidor, traidores! —exclamé, riendo a carcajadas—. Ay, Josefina, si tan solo supieras que ese cabrón se acostó con tu hermana. Te juro que cuando te vea llorar por él, me reiré en tu cara.

Apenas se fueron, Carls me bajo muy agitado. Él se quitó su chaqueta negra y comenzó a desabotonarse la camisa blanca. Yo me entumecí cuando vi recorrer el sudor por su cuerpo.

—¿Por qué te sacas la ropa? no vez que te pueden ver.

—Ósea tú puedes hacer un escándalo y yo no puedo quitarme la camisa —expreso con una ligera sonrisa.

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