CAPITULO 40

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Carls

Hoy me enteré que fue la graduación de Sam, uno de los días más importantes de su vida. No me atreví a ir a verla porque ya no hablábamos. Tuve que reconocer que mientras pasaban los días, la idea de no tenerla me estaba matando. Ariana y yo habíamos terminado, sin embargo, seguimos hablando por el celular. Habíamos quedado en buenos términos. Tenía la necesidad de llamarla, no aguanté más y marqué su número, pero ella cortó la llamada. Insistí tantas veces que me bloqueó los mensajes y las llamadas. Me desesperé tanto que no tuve otra opción que ir a buscarla.

Llegué a su casa y toqué la puerta un poco indeciso.

—Buenas tardes.

—Hola, a los tiempos.

—Disculpe la molestia, necesito hablar con Sam —le dije a la Señora Norma.

—Ella está encerrada en su habitación, no creo que quiera salir.

—¿Por que?

—Lleva como una semana ahí.

—Haré todo lo posible para que me escuche.

—Te aconsejo que no lo hagas Sam es muy complicada.

—Eso ya lo se.

Toqué su puerta con un poco de miedo, y ella me abrió de inmediato, mirándome con sorpresa.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo lograste entrar?

—No lo sé, solo que...

—Es raro, mi mamá no permite que entren a la casa.

Entré temeroso a su cuarto y observé las paredes. Había una guitarra y papeles con escritos pegados en una de ellas.

—Qué linda está Sasha, ha crecido muy rápido.

—¿Por qué estás aquí?

—Mañana es Navidad y quería saber cómo estás.

—Odio la Navidad y lárgate de mi casa.

Ella se acostó en la cama y se cubrió con las sábanas.

—Estoy aquí porque quiero arreglar todo lo que sucedió.

—No quiero nada, quédate con ella —me replicó con furia.

—Sam, mira, los dos cometimos errores y yo... solo déjame llevarte a un lugar que te va a encantar. Serán solo unas horas, te prometo que no te arrepentirás.

—Que intenso eres, está bien espérame afuera.

Primero fuimos al centro comercial para comprar croquetas.

—¿Por qué llevas tanta comida?

—Ya lo verás, solo espera un poco más.

Sam amaba a los animales, aunque el camino fue un poco largo, finalmente llegamos al refugio de perros y gatos.

Antes de estacionarme, ella se impresionó al ver el letrero.

—No puede ser real... es la primera vez que vengo a un refugio de animales.

Ella se bajó del auto con emoción.

—Te dije que te gustaría.

—¡Entremos! ¡Muero por conocerlos! —me respondió emocionada.

Tenía miedo de que los perros la atacaran, ya que era la primera vez que los veía. Sam se acercó sutilmente, con una sonrisa y una mirada de dulzura. Los acarició y luego se sentó en el suelo para abrazarlos. Ella tenía una energía especial, porque incluso los animales más desconfiados se acercaron a ella. Jugaba con cada uno de ellos como si fuera una niña. Corrían para alcanzarla y se tiraba al suelo como si nada. Su preferencia era por los felinos, así que me pidió que la ayudara a adoptar dos gatos. Lo malo era que su madre no le permitía tener animales en casa.

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