CAPITULO 25

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Sam

Caminando por aquella calle oscura, humedecida por la lluvia. Sintiendo en el transcurso del camino una frustración y dolor. Tome un taxi y regrese al hotel, para tomar el primer avión e irme a casa.

Lo bueno de todo fue que llegue en la madrugada. Y desde que llegue a casa estuve por dos semanas encerrada en mi habitación. Ya faltaban dos días para ingresar a clases y era el último año en la Secundaria.

Mi madre entro a la habitación desesperada.

—Samanta no sabes lo que acaba de suceder.

—¿Qué pasó?—pregunte con tranquilidad—, no me digas que papa de nuevo esta borracho.

—Josefina está en el hospital y está muy grave—comento mientras lloriqueaba.

No pude evitar reirme a carcajadas Repentinamente, tome un suspiro para mantener la seriedad.

—Pensé que dirías algo importante...—continué riéndome.

—¿Cómo te vas alegrar de la enfermedad de otra persona ?—replico en voz alta—. ¿Cómo puedes ser tan cruel?

—Este día fue una porquería para mí !Te agradezco, que buena noticia!—respondi con una sonrisa maléfica.
—Como puedes comportarte así, si ella no te ha hecho nada.
—Mama, por mí se puede morir ella y toda su familia—espete con frialdad.
Mi madre bajo su mirada observándome con decepción, no tenía porque ponerse en ese estado de ánimo, ella sabia perfectamente que para mí no existía el perdón ni el remordimiento por los traidores y las mentiras.

—Samanta... Dios manifestó que hay que perdonar para ser perdonados. Alguna día vas a cometer algo malo y le rogarás a Dios que te perdone.
—Si llega a suceder, tenlo por seguro que jamás me acercare a esa persona y no tomare ninguna acción para que me perdone.
—No puedes pensar de esa manera, yo nunca te enseñe a qué pensarás de esa manera.
—No me importa quien sea, si me hacen daño los destruiré.

—Yo he fallado... soy una mala madre  por no haberte guiado por el bien. Entiendo que, nunca podre cambiar tus ideales, pero el mundo da vueltas.

—Eso no va pasar—replique enojada, pero por dentro quería llorar.

—Yo intente cambiarte, pero tal vez no me quieres lo suficiente—dijo con voz triste mientras se marchaba.

Mi madre pensaba que no tenía emociones, cuando lo único que hacía era reprimirme y aunque nunca se lo confesé ella era una de esas debilidades que jamás iba a demostrar para que nadie conozca mi punto débil.

Las lágrimas comenzaron a caer, retornando con mis pensamientos todo lo negativo. Estaba tan rota que ni siquiera podía quitarme el dolor del  pecho ¿Cómo iba a sentir piedad? Si el odio superó el amor  que algún día llegue a sentir.

Mi madre se fue al hospital con los padres de Josefina. Yo me quedé sola en casa, mi padre y mi hermana aun no llegaban porque estaba trabajando. Después, me fui al comedor a merendar sola como todos los dias.

Me acosté en  el mueble de la sala, observando atraves de la.ventana, ida con el pensamiento en blanco. Los maullidos de un gato pequeño me hicieron reaccionar, me puse de pie, para ir a buscarlo estaba en el suelo en la parte delantera de la casa cerca de los arbustos. Sali para ir a verlo porque los felinos eran unos de mis animales favoritos.

—Bonito ¿Qué haces aquí tan solito? —dije en voz baja mientras lo sostenía entre mis brazos. —Ah, eres una gatita, te llevare a casa ya deja de llorar—le sonreí acariciándola con mi rostro.

Levante la mirada hacia el cielo y había luna llena ¡Que alegría! exprese con sonrisas. Tenía la costumbre de pedir un deseo cuando veía a la luna, cerre mis ojos mientras me tocaba el pecho.

—Deseo algún día tener mucho dinero para ayudar a mi mama y a todos los animalitos del mundo —dije en voz alta.

Cuando abrí los ojos Ricardo estaba frente a mi.

Apenas lo vi, me di vuelta para entrar. Sin embargo, él me persiguió y me detuvo.

—Necesito que me respondas algo —dijo Ricardo.
—No tengo por qué decirte nada. Se supone que debes estar en el hospital cuidando a tu novia.
—No, olvídate de eso por un momento.
—Por cierto, dile de mi parte que deseo que se vaya al infierno —lo interrumpí.
—¿El chico de ese día es tu novio?
—Por favor —sonreí con sarcasmo mientras abría la puerta—. A ti, ¿qué carajos te importa?

—No pensé que lo ibas a elegir a él ¿Cómo pudiste?, con ese cretino que se las dé... —rabio frunciendo el ceño.

Le di una cachetada.

—Vete y la próxima vez que hables mal de él, te voy a golpear hasta cansarme.

—Sé que estás enojada —él se acercó más y me agarró de los brazos—. Ella no es mi novia, solo nos estamos conociendo.

—No me interesa saber lo que tengas con ella ¡Lárgate de aquí! —grité, empujándolo mientras le cerraba la puerta en la cara.

—Me estoy volviendo loco —alzó la voz mientras se acercaba a la ventana—. Tú me engañaste y aun así no pude dejar de amarte... he hecho de todo por alejarte de mí.

—Yo nunca tuve sexo con otros hombres y no me entrometí con tu familia —dije en voz alta—. Me dejaste dos días antes de mi cumpleaños y cogiste con otra ese mismo día... y casi la dejas embarazada —lloriqueé.

—¿Quién te dijo eso? —preguntó, como si no entendiera nada.

—Mi ex mejor amiga a la que te la cogiste y le pediste dinero para las pastillas ahora dime, ¿quién le hizo más daño a quién?

—Eso fue cuando se terminó la relación. Tú te besabas con otros cada vez que terminábamos y encima me lo confesabas llorando haciéndote la víctima.

—Ya no quiero hablar... nuestra relación se volvió tóxica, déjame en paz. Seré feliz con Carls y no cometeré el mismo error.

—Es decir, ¿que con él sí vas a ser fiel?

—Sí, porque él sí se lo merece.

El suspiró observando hacia otro lado y me miró con tristeza.

—Ganaste, otra vez ganaste Samantha  —enfatizo despacio y se marchó.

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