CAPITULO 18

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Sam

—Hola, Ariana ¿Cómo es que llegaste tan pronto? —le pregunté.

—Recién estoy empezando y tengo que ser puntual —respondió mientras escribía en la computadora—. Cuéntame, ¿qué pasó en el restaurante? Ven, siéntate a mi lado.

En el transcurso de esa conversación, nos reímos de nuestras anécdotas. Ariana era de esas chicas con las que podía tener cualquier tipo de conversación. Aparte de Andrea, hasta aquel entonces, fue la única amiga que se reía de mis estupideces, jamás pensé que llegaría a considerar a otra nueva amiga en mi vida porque era muy desconfiada con las mujeres. En definitiva, durante una semana completa estuve con ella de un lado a otro

Juntas comenzamos almorzar todos los días en un lugar pequeño en la esquina de la calle. Solíamos pedir nuestras comidas habituales y pasar horas charlando sobre las últimas novedades en el trabajo. Aunque éramos amigas desde hacía poco tiempo, la conexión entre nosotras era tan fuerte que parecía que nos conocíamos desde siempre.

En los últimos días, noté que algo no estaba bien. Como Carls se había cambiado de oficina ya casi no lo veía por los pasillos ni durante las reuniones de equipo, lo cual me causaba cierta nostalgia.

—¡Terminé! —paró ella el cronómetro—. ¡Te gané, lo hice en 5 minutos y 45 segundos!

Yo me reía porque alrededor de su boca estaba embarrada de comida.

—¡Eres una tramposa!

—Quedan cinco minutos para llegar a la oficina —me retó.

Salimos apresuradas del restaurante, y para correr más rápido nos sacamos los tacos. Ella estaba demente, éramos iguales, no le daba vergüenza hacer el ridículo conmigo.

—Corre más rápido, se acaba el tiempo, nos van a poner retraso si sigues corriendo como una tortuga —dijo Ariana porque me llevaba ventaja.

El cansancio comenzó a pesar sobre mí mientras intentaba seguir el ritmo acelerado de Ariana. Cada paso era un desafío, y el sol abrasador solo empeoraba las cosas. Sentía cómo mi respiración se volvía más agitada

Ariana notó mi dificultad y, con una sonrisa comprensiva, decidió retroceder para ayudarme.

—Sam, no seas así, solo faltan dos cuadras.

—No, me duelen las piernas —mentí agachando la cabeza—, esta vez, yo voy a ganar la apuesta — levanté el rostro y me fui corriendo para dejarla atrás.

Cuando llegué a la oficina, mi cuerpo estaba repleto de sudor. Ambas habíamos hecho todo lo posible por llegar a tiempo y no tener un retraso en nuestra jornada laboral. Mientras Ariana se apresuraba al baño para refrescarse, aproveché el momento para hablar con la secretaria.

La oficina estaba tranquila, y solo se escuchaba el murmullo de los teclados y el zumbido de las impresoras. Kristen me miró con una sonrisa cordial mientras continuaba con sus tareas administrativas.

—Quisiera... saber algo —le pregunté con una mezcla de curiosidad y preocupación en mi voz—, ¿por qué Carls no ha venido a trabajar? Solo pregunto por curiosidad, no es que me importe.

—El joven Carls no me ha dicho nada al respecto, pero los rumores dicen que se fue a otra ciudad con su madre —respondió Kristen en tono suave.

Sus palabras aumentaron mi desconcierto no tenía idea de que lo que estaba pasando. Me sentí un poco culpable por haberlo rechazado. Intenté ocultar mi tristeza y preocupación frente a Kristen, pero su mirada perspicaz parecía penetrar en mi interior. Agradecí con sinceridad la información y asentí con una sonrisa forzada para disimular mis emociones.

En ese momento, Ariana regresó del baño, y aunque notó mi semblante algo afectado, no hizo preguntas, respetando mi espacio. Decidí hablar con ella más adelante sobre lo que había pasado.

Alfonso

Ingresé por la puerta principal de la empresa para conversar con Isell y aclarar todo lo que había quedado pendiente entre nosotros. Desde que la conocí, supe que era especial, y aunque al principio cometí errores, estaba decidido a enmendarlos y demostrarle cuánto me importaba.

La vi a lo lejos, su mirada parecía distante. Traté de mantener la calma mientras me acercaba a ella.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté, intentando sonar lo más casual posible—. Se supone que en la tarde van a cerrar la empresa.

—Por qué me dices algo que ya sé —respondió Isell con un dejo de frustración en su voz.

—No te enojes —dije, tratando de mantener la calma—. Desde la última vez que te invité a salir, no hemos vuelto a conversar.

La mirada de Isell cambió como si estuviera considerando si debía escucharme o no.

—Estoy molesta, cómo puede ser que tú sepas dónde está mi primo y yo, que soy como su hermana no tengo ni idea en donde esta —expresó, dejando en claro su frustración y desconfianza.

—Te lo voy a contar, lo prometo, pero déjame verte y compartir momentos contigo. Quiero que confíes en mí y estoy dispuesto a hacer las cosas mejor esta vez.

La miré a los ojos, tratando de transmitirle mi sinceridad y mis deseos de enmendar las cosas. Podía ver la lucha interna en su rostro mientras sopesaba sus opciones.

—¿De verdad crees que mereces una oportunidad? —me preguntó, titubeante.

—Sí, te aseguro que te contaré todo lo que sé sobre Carls, pero antes quiero que sepas que me importas mucho y que quiero estar ahí para ti.

Ella me miró durante un momento, como si estuviera contemplando mis palabras y mis gestos. Finalmente, se dio la vuelta y comenzó a alejarse hacia el ascensor.

—No te creo nada, adiós.

—¡Isell, algún día serás mi novia! —exclamé sin poder evitarlo, dejando escapar lo que había estado sintiendo por tanto tiempo.

Ella se detuvo en seco y me miró con sorpresa. Nuestros ojos se encontraron en un instante cargado de emociones.

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