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Sam

Era un día soleado y mi madre me pidió un favor. Debía quedarme en casa para cuidar a mi hermano Ángel, Justo cuando estaba pensando en todo lo había pasado. Mi madre tenía que trabajar todo el día y por eso me confío la tarea de asegurarme de que mi hermano estuviera conmigo para evitar que le den sus ataques.

Ángel tenía dificultades para comunicarse con el mundo exterior, y a menudo se mostraba agresivo cuando se sentía frustrado. Por eso, no podía salir de casa y estaba limitado a su habitación. Mi madre me dejó claro que era importante que lo vigilara de cerca para evitar cualquier situación. A medida que la tarde avanzaba, iba a verlo a muy seguido. Sabía que estaba cerca de la hora en la que debía tomar su medicamento para prevenir las convulsiones.
Noté que Angel se agitaba en su habitación, moviéndose inquieto. Sin embargo, permanecí tranquila, sabiendo que no podía abandonar la casa.

Me acerqué con la pastilla en la mano y le expliqué en lenguaje de señas lo importante que era tomarla a tiempo. Él asintió con la cabeza y tomó la pastilla. Pensé Mucho en Dios en ese momento y le dije que me ayude a confiar y que por favor no ocurra nada malo estamos solos y necesito ayudarlo por mamá Dios me escuchó y si no pasó nada. Nos sentamos juntos en su habitación, y pasamos el resto de la tarde jugando a juegos de que podíamos disfrutar sin necesidad de hablar.

A través de la ventana, veíamos cómo el sol se ponía lentamente en el horizonte. El parecía más tranquilo y relajado, sabiendo que estaba allí para cuidarlo.
Me senté junto a el mientras le daba de comer su comida favorita. Aunque no podía expresar su aprecio, yo le hablaba mientras le contaba mis sueños.

Le hablaba sobre mis sueños, mis metas y mis preocupaciones. A veces, incluso le confesaba mis miedos más profundos y mis esperanzas más grandes. Hablar con él era como hablar con un confidente silencioso, alguien en quien podía confiar para compartir mis pensamientos más íntimos.
—Sabes quisiera tener mucho dinero para demostrarle a mamá que lo logre.

Ángel de la nada  tomo un bolígrafo y tomo la palma de mi mano. Me asuste demasiado cuando hizo eso porque él no podía escribir, y anotó algo que me dejó paralizada. Me aleje de el de inmediato y me tire de la silla por el miedo que sentí. En ese momento, llegó mi padre , pero estaba borracho y yo no sabía que hacer.

—¿Por qué tienes que hacer esto? Estoy sola aquí.

Ignorando mis súplicas, se dirigió hacia el cuarto de mi hermano. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras veía cómo lo tomaba en sus brazos, cargándolo sin preocuparse por el dolor que le pudiera causar.

—¡No! ¡Déjalo aquí! ¡No lo lastimes! —grité desesperadamente.

—Quítate que me lo voy a llevar —me dijo dejándome atrás.

Mi padre no mostraba señales de escucharme.La impotencia se apoderó de mí mientras veía cómo se alejaba, llevándose a mi hermano en el auto. Mi mente se llenó de pensamientos tumultuosos y de imágenes de los momentos compartidos con mi hermano, como una película de recuerdos que se proyectaba en el fondo de mis ojos.

La adrenalina bombeaba en mis venas atravesé el umbral de la puerta, empujando mis límites físicos y emocionales, corriendo con una furia contenida tras el vehículo que se alejaba sin cesar.

Mis pulmones ardían con cada bocanada de aire que inhalaba en mi carrera contra el tiempo y el destino. La escena se desarrollaba en cámara lenta mientras veía que el auto se aproximaba a la salida, a punto de desaparecer de mi alcance. Mis músculos ardían, pero mi mente estaba en un estado de trance, enfocada en alcanzar a mi padre antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de lograrlo, la tragedia se desató en una colisió.  El auto de mi padre se estrelló violentamente contra otro vehículo que apareció de la nada, rompiendo el silencio de la tarde con el estruendo del impacto. Mi corazón se detuvo por un momento, el tiempo pareció congelarse y la realidad se distorsionó. Vi a mi padre sacudido por el choque, pero a un seguía con vida.

La escena se convirtió en un mosaico de emociones abrumadoras: el miedo, la tristeza y la culpa se entrelazaron en mi pecho como un nudo apretado. Me encontré atrapado en un torbellino de pensamientos, culpándome por mis acciones y lamentando la cadena de eventos que habían desencadenado este desastre. Mientras la sirena de una ambulancia ululaba en la distancia, mi mundo se tambaleaba al borde del abismo, y el drama de ese momento se grabó de manera indeleble en mi memoria, dejando cicatrices que el tiempo difícilmente podría borrar.

Dos días después.

Me acerqué a la tumba para lanzar una flor y hablarle desde mi conciencia.

—Perdón por no haber podido cuidarte —le dije a la tumba donde estaba Ángel.

Carls se acercó y me abrazo.

—Tranquila, se que se siente yo te entiendo.

—Espero que descanses y seas feliz en el cielo— lloriqueo mi madre.

La culpa me consumía.

En el rincón apartado del velorio, Carls y mi madre compartían un momento de consuelo. Sus abrazos parecían transmitir más que las palabras; eran un lazo en medio de la tristeza que los unía en esta tragedia. Carls se había convertido en un apoyo no solo para mí.

Sin embargo, mi hermana, con su rostro tenso dirigía su enojo hacia mí.

—Nunca debiste dejarlo con ella, aun sigo sin comprender como pudiste confiar en alguien como Samantha que tiene problemas mentales.

—Ya basta, no quiero más reproches.
—Me da impotencia todo esto, mamá.
—Tu padre fue el culpable de esto.
—Por la culpa de Sam. 
—Ya déjame en paz, Anabel.
—No, no te dejo en paz porque por tu culpa mamá está sufriendo.
—Fue un accidente, que no pude evitar.
—Fue mi culpa yo nunca debí dejarlo solo —dijo mi madre.
—Estoy cansada, me voy —les dije dejando a todos atrás.

Cuando llegue a mi habitación, en mi cama había un obsequio. Me había olvidado que era mi cumpleaños pero saber eso, más me dolía el corazón.
Carls me persiguió, yo nunca me di cuenta. Entre lagrimas, abrí mis ojos. Y habían cinco cajas una encima de otra.

—¿Qué es esto?— le pregunté a Carls.
—La caja de los sentidos.
—¿Por que?
—Es tu cumpleaños, número 18. Abre la primera caja.
—Aquí dice tacto.
—Si, es un peluche.
—Es un gato de peluche —sonreí.
—Abre la siguiente caja.
—A ver aquí hay un disco, mi comida favorita, un perfume y un dibujo—Me quede viendo la imagen.
—Esa dibujo representa mucho para mi.
—¿Por que?
—Fue el primer dibujo que hice, es un personaje que invente.
—Si es tan especial mejor quédate con el.
—Quiero que te quedes con el.
—Se parece mucho a ti, lo dibujase recién.
—No, de hecho lo hice cuando era un niño.
Me quede paralizada.
—Es increíble, imaginaste como te verías en un futuro.
—Algo así, cuídalo si.
—Aun no se me ha quitado la tristeza.
—Sam no quiero darte más problemas, pero
—¿Pero que?
—Me iré a estudiar a otra ciudad.
—¿Por que no me dijiste antes?
—Yo vendré a verte los fines de semana, te lo prometo.
—No,  no se trata de eso, ahora estoy sola... me siento sola.

—Tranquila, te llamare todos los días.

—Esta bien —respondí mientras lloraba en sus brazos.

Almas DestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora