Enfrentamiento

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Mientras mis padres comían y conversaban con otros conocidos me quedé a solas nuevamente con Javier, así que comencé a molestarlo en venganza por su comentario. Cosas de hermanos, ustedes lo entenderán si es que tienen uno.

— ¿No puedes despegarte cinco minutos de tu celular?, ¿qué haces?, ¿buscas novia en Tinder o algo así? —le pregunté.

La única forma de incomodar a mi hermano era inventarle una pareja ficticia, ese tema solía ponerlo de mal humor, pero aquella vez estaba tan concentrado en sus asuntos que me miró y achinó sus ojos de manera fulminante, más de lo que eran naturalmente.

—Yo no soy como tú, tengo mucho trabajo.

—Si realmente no querías venir debiste haberlo dicho, no me hubiese molestado.

—Nunca dije que no quería venir, solo estoy solucionando unos problemas de la oficina —insistió embelesado aún en un chat que no fui capaz de ver con claridad.

—Es divertido que el hijo del jefe se vuelva loco por su trabajo mientras que el mismo dueño de la empresa está atorado con una botana —dije irónica.

—Cuando comiences a trabajar vas a entender, pequeña tonta.

—Como sea, quiero irme, ayúdame a convencer a papá.

—¿Qué me das a cambio? —preguntó finalmente desviando la mirada de su celular.

—¿Qué quieres? —respondí curiosa.

—Tomémonos una foto en el muro —respondió con una sonrisa complicada, casi placentera.

—Espera, ¿puedes ser un poco más desconcertante?, ¿por qué de pronto querrías una foto conmigo después de ser un tarado? Además te la has pasado ignorándome.

—¿No te quieres ir? Solo obedece, no es tan complicado.

—Está bien, vamos allá, pero no se te vaya a ocurrir pedir otra cosa luego.

—No te estoy ignorando —dijo finalmente amable—. Tenía un pequeño problema, pero ya está solucionado. Estoy orgulloso de que te titules, espero verte pronto por la empresa, has un buen trabajo y no causes problemas por favor.

Algunas veces me parecía descomunal que Javier tuviese una bipolaridad tan a flor de piel, ya que en algunas temporadas parecía bastante estable, incluso cuando finalmente se graduó de Ingeniería en Marketing me obsequió una tarjeta de crédito negra para que comprara lo que quisiera, al punto de que no tenía límites, fue un regalo bastante innecesario ya que gracias a papá jamás me faltó nada, pero fue agradable el gesto; otras veces solo me hacía sentir como un ser inexistente.

Fuimos al mural, y le pedí a mamá que nos tomara la fotografía. Javier me cedió su brazo para que me enganchara a él, y justo eso hice. Una vez que obtuvimos la foto rápidamente tomó su celular y actuó como si hubiese leído un mensaje.

—Mamá, papá, lamento interrumpir la velada, pero tengo un problema con unos diseños en el trabajo y tengo los documentos en casa, ¿podemos volver? —dijo Javier.

—Si tu hermana no tiene ningún inconveniente... —respondió.

—No tengo ninguno, siento bastante dolor en los pies y es inaguantable, solo vámonos —agregué.

—Bien, vamos a casa —remató mamá desanimada.

Cuando estábamos por llegar a la salida de la universidad una mujer se interpuso en nuestro camino, se veía cercana a los 40 años. Poseía una baja estatura y una corta y descuidada cabellera rubia aparentemente por decoloración, podía ver en cada uno de sus pestañeos que sus ojos estaban llenos de ira. Poco a poco se fue conduciendo directamente hacia mí.

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