Previo al crimen part. 1

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Después de llamarla al menos cinco veces no obtuve ninguna respuesta, solo me mandaba al buzón de voz en reiteradas ocasiones. Pensé que podía estar durmiendo o simplemente aún seguía de mal humor, así que decidí ir a verla por mi propia cuenta.

Al día siguiente después de terminar la jornada laboral, le pedí a Mayk que ordenara las cosas del escritorio por mí, pues debía hacer un recorrido importante hasta mi casa familiar. Tenía muchos deseos de llevarlo conmigo para que se sacar de su cabeza la versión humilde que había elaborado de mí y adquiera una nueva percepción dominante a la cual temer, pero no estaba segura, así que no lo hice. Solo me despedí cordialmente esperando que me cubriera y marcara la hora de salida en mi lugar.

Me retiré del edificio y cogí el coche, guiándolo hasta el otro extremo de la ciudad. Cuando llegué a la casa me estacioné paralelamente al amplio portón, sin ingresar el vehículo hasta el estacionamiento, puesto que planee un viaje corto que me permitiera volver temprano a mi departamento para tomar una ducha, ponerme la bata de dormir, y acostarme cómodamente.

Golpeé la puerta esperando que la asesora del hogar la abriera. Lo hizo. De pronto encontré extraño eso, ¿por qué otra persona debe abrir la puerta por ti?, era realmente extraño.

—Hola querida, ¿me has extrañado?

—Mi pequeña, cómo no, ¿cómo la está tratando la vida?

—Por ahora está bien, ¿tú estás bien?

—Si, todo bien, ¿quiere comer algo? —me abrió paso con su cuerpo.

—No me tientes de esa forma, sabes que no puedo decir que no —le sonreí y finalmente ingresé a casa.

—Bien, siéntese en la mesa, le llevo para allá.

—Si, pero primero iré a saludar a mamá, ¿papá no está?

—Don Julián sigue en el trabajo y doña Fernanda está en la pieza que era de su hermano.

—¿Qué hace ahí? —quise saber.

—Sacó un montón de cajas del techo y las tiene allá. Ha estado muy triste, viera usted señorita, se ha estado comportando algo extraña, es como una muerta en vida, su papá también está preocupado por ella, pero qué bueno que vino, quizás así se repone de una vez.

—Gracias Fernanda, iré a saludarla —le di un apretón en el hombro.

En efecto, lo que me había dicho tenía mucho sentido, la casa se veía totalmente descuidada, las labores que debía cumplir Fernanda solo eran relacionados a la cocina y el aseo, pero lo que correspondía a orden, distribución, era una labor que mamá insistían en conservar. Ella siempre sabía si alguien había tomado algo, tenía la capacidad de memorizar mínimos detalles, desde pequeña la admiré por la perfección que dejaba ver ante cualquier actividad, no cualquier desprendía elegancia sin hacer mucho esfuerzo.

Caminé por el amplio y oscuro pasillo principal hasta la vieja habitación de mi hermano, intentando percatarme de algún ruido, pero no escuchaba nada. Antes de abrir la puerta golpee en caso de que mamá no quisiera verme, sin embargo, al no tener respuesta alguna yo solo abrí la puerta. Vi mamá semi sentada en el piso, ella lucía demacrada, como si su brillo se hubiese extinguido como fuego en el extremo de la mecha de la vela. Por primera vez en mi vida sentí lástima por ella.

El ambiente estaba completamente lleno de cajas polvorientas que contenían fotos, grabaciones, premios, y un sinfín de cosas que obtuvimos en la niñez, incluso una desteñida corbata de papá que había visto en pocas oportunidades en mi vida estaba ahí.

—¿Qué haces? —le pregunté por la espalda.

—¿Recuerdas la vez que te cayó tu primer diente? —preguntó sentada en el piso de madera.

DesapropiadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora