Me gustan los girasoles, pensé. Me gustan los aromos cuando la primavera de acerca, el color amarillento de su flor me da esperanzas. También me agrada el aroma del café en las mañanas y el sabor que le da el chocolate. Las rosas también me parecían bonitas, y aún más sus espinas. En otra vida me gustaría disfrutar de esas cosas tan simples con mayor atención. Esos eran mis pensamientos.
El día anterior había sido tan doloroso. Ver a Javier en el piso con tres tiros por la espalda no había desencadenado en mí otra cosa que convertirme en mi verdadera yo. La que hubiese sido incluso si mi vida hubiese sido normal. Incluso si no hubiese sido víctima de tráfico humano.
—Andrea —me dijo Eduardo sacándome de mis pensamientos mientras permanecía sentada en el sillón de su departamento—, lamento mucho la muerte de Javier. Las cámaras de seguridad de uno de los vecinos del sector captaron el momento exacto en el que una chica, especulamos que Tahína, se asoma por la ventana de una camioneta y arremete en tu contra. Javier la vio e inmediatamente te volteó.
—Lo sé —agregué con la voz carrasposa.
—Creo que nos quieren casar —se agachó y se acercó a mi rostro para acariciarlo—, procuraré cazarlas antes de que se atrevan a dar otro movimiento.
—Hazlo por favor. Me preocupa que desconozcamos la identidad del hombre que es su cómplice. Por más que pienso no recuerdo a ningún hombre cercano a Fernanda.
Me miró de reojo. Entendí su lenguaje no verbal.
—Tú sabes quién es.
—Lo sospecho, pero no tengo pruebas así que no puedo adelantarte nada. No logro recordar su rostro con claridad, y sobre pensarlo duele —miró hacia le ventana en un intento de ocultarme el dolor de su mirada.
—Entonces no recuerdes —le tomé el rostro y noté una vez más lo mucho que se parecía a mí—, solo has lo que esté en tus manos. No quiero que nadie en este mundo tenga el poder de lastimarte.
—No me preocupa que puedan lastimarme. En este momento estoy más preocupado por ti. Eres de llanto fácil, pero no estás llorando. Javier está muerto y te noto muy tranquila.
—Si él supiera que lloro por él me asfixiaría con una de sus toallas mojadas.
—No me puedes mentir a mí. Tengo mucha experiencia. El hecho de que no estés llorando solo me dice que tienes algo en mente.
—Hermano —lo miré a los ojos—, ¿podrías decirme sinceramente por qué querías los documentos de mi atención psiquiátrica?
—Sí. Sospeché desde un principio que no tenías ningún tipo de trastorno más allá de sufrir de ansiedad.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque no puedo hacer un diagnóstico sin conocer más a mi paciente y el resultado de las pruebas. No es ético hacer un juicio así como así. Después de todo no puedo ver dentro de la cabeza de las personas, por eso mismo te pido que no vayas a hacer una locura. Conocí lo suficiente a Javier. Sé que querría que estés a salvo.
—No haré nada, mantente tranquilo —mentí.El cadáver de Javier estaba en el servicio médico legal, así que aun no podía darle el último adiós. Si bien mis ojos no soltaban lágrimas sentía que el corazón se me apretaba poco a poco. Había planeado sepultarlo a un lado del aromo de la casa familiar. La compañía estuvo de luto. Se cerró y dejó de funcionar por primera vez en veintiséis años. La misma edad que tenía Javier.
Ese fue un día tan gris que recordarlo duele. Necesitaba ir detrás de los asesinos para apaciguar mi dolor.
A las ocho en punto estuve a las afueras de la casa de Mayk, pues a esa hora era seguro que estuviese en su casa.
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Desapropiados
RomanceHalley es una joven de veintidós años perteneciente a una de las familias más acomodadas de Derfel. Creció con lujos y con una vida perfectamente planificada, pero todo se derrumba cuando descubre que no tiene ningún vínculo sanguíneo con su supuest...