Mi hermano es un sobreprotector

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Cuando salí del trabajo me fui inmediatamente a casa, me esperaba un ambiente frío refrescante que limpiaba todo el peso y molesto calor que tenía en mi por culpa del aire acondicionado de la empresa. Agradecía que fuese fines de otoño, deseaba que llegara pronto el invierno.

No tenía con quien celebrar mi éxito, y había olvidado por completo que tenía que ir al supermercado a comprar algunas cosas para comer, así que saqué el comodín que me había dado Javier el día anterior. Decidí llamarlo para preguntarle si podía ir a visitarlo a su nuevo hogar para que me alimentara, a lo que respondió inmediatamente diciendo que sí, que me diera una ducha relajante post trabajo y que él vendría a por mí.

Así fue, a las siete y algunos minutos más estaba parado fuera de mi departamento, pero había algo extraño, lo supe desde el momento que abrí la puerta, él llevaba un pijama. Era su pijama de algodón de a rallas, se lo había visto antes.

—Linda ropa —me acomodé la cartera.

—Gracias, solo luce lindo porque yo lo llevo puesto.

—¿Manejaste hasta aquí con esa ropa?

—No tuve que conducir, solo caminé.

—¿Es broma?, ¿dónde vives?, no me digas que estás viviendo en el edificio de la esquina, no puedes ser tan entrometido.

—De hecho, Halley, soy tu nuevo vecino —rio desagradablemente. No exagero. Su sonrisa en ese entonces fue maliciosa.

Me quedé completamente boquiabierta, nunca sentí que hubiese una persona viviendo al lado, no se escuchaba ningún ruido, y además nunca lo vi por el lugar, muchos menos vi gente limpiando, fue un gran impacto.

—¿Por qué? Tú no estás acostumbrado a vivir en lugares como estos, no vas a sobrevivir.

—Quién dice, ya te dije que es por motivos de estrés, tampoco te molesto, ¿me has visto venir a tu casa sin permiso?, fuiste tú quien llamó.

—Lo sé, es solo que se siente extraño, como si mi independencia se estuviese rompiendo otra vez.

—No es así, solo ven a comer, hice pollo frito con ensalada.

—No dije que no iría, deja sacar las llaves —apreté el cerrojo y lo seguí hasta su hogar.

Lo seguí porque el ruido de mi estómago era demasiado tedioso como para dejar que mi orgullo ganara. Cuando entré me di cuenta de que aún no había hecho ninguna decoración ni había ordenado las cosas que tenía en cajas.

—Definitivamente aún no has ordenado —revisé algunas cosas.

—Ya está ordenado.

—¿Qué me dices de las cajas repartidas por todas partes?

—La ropa está en las cajas, entonces está ordenada —agregó dándole un golpe a una caja.

—Realmente no me gustan los hombres, son tan molestos. Me voy a sentar porque tengo hambre.

Javier me sirvió un gran plato con la comida que había preparado, me dio tanto pollo como cayó dentro de él, y luego se sirvió a sí mismo sentándose frente a mí, pero dejó de hablar, solo se concentró en comer provocando un silencio intrigante.

—¿No encontraste otro lugar?, ¿por qué tenía que ser aquí? —volví a preguntar.

—Si vas a seguir, ríndete, mi respuesta sigue siendo la misma, es un lugar económico, entonces no tengo que dejar de arrendar mi otro departamento para estar acá temporalmente, así que cuando ya haya descansado lo suficiente puedo volver a mi vida cotidiana sin problema.

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