¡Halley! —se escuchaba una voz.
Fue en un momento inesperado en medio de la madrugada. Los golpes en la puerta y un montón de gritos me despertaron. Estaba media adormilada, así que con las piernas tambaleantes me levanté. En un principio pensé que estaba soñando, pero la situación no era esa. Abrí la puerta con poca fuerza y vi a Roth y Javier juntos, lo que era lo más extraño que había visto en lo que iba de mi vida, sabía que a Roth le gustaba el idiota de Javier, pero no que estaban andando, si hubiese sido así ella me lo hubiese confesado de inmediato.
—Toma cualquier cosa que consideres útil, ropa, todo, ¿dónde están tus maletas de emergencia? Dime que aún las guardas.
—Pues bajo la cama —me restregué los ojos.
Javier comenzó a poner todo lo que veía en otra maleta desesperado, como si el fin del mundo estuviese arriba de nosotros, y Roth me miraba como si estuviese viendo a un muerto.
—Javier qué cosa estás haciendo, deja mis cosas donde están no puedes...
—Hazle caso Halley, esta vez escúchame —agregó Roth con la voz cortada.
—Explícame qué está pasando —comencé a preocuparme.
—Yo no puedo decir que está pasando porque tampoco entiendo, pero...
—Pero ¿qué?
—Nuestro padre ha muerto —respondió Javier.
—Eso es imposible, yo hablé con él hace unas horas atrás, estaba un poco afiebrado, pero no creo que de muerte.
—Halley, papá a muerto —me tomó de frente por los hombros.
—No.
—¡Halley! ¡Salgamos de aquí! —gritó.
—¿Por qué? Quiero ver a papá.
—Mírame, tenemos que irnos de aquí, durante toda mi vida trabajé duro para entender qué pasaba con nuestra familia. No espero que lo entiendas todo de inmediato; ahora confía en mí, te lo ruego —me tomó de la mano me sacó del departamento arrastrando la maleta.
—Dime que pasa.
—Vámonos —le hizo un gesto con la cabeza a Roth para que cerrara la puerta.
A tirones fui sacada de mi departamento, ninguno de los vecinos salió a ver que estaba ocurriendo ante inminentes gritos. Normal, puesto que a nadie le gustaba meterse en situaciones que no los afectaran a ellos mismos, por el contrario, evitaban los problemas. No tuve tiempo ni de tomar mi propio auto, Javier insistió en que debíamos irnos en el de él. La confusión estaba clavando fuerte en mi cabeza, y mis pensamientos estaban en todas partes, no podía aceptar que mi padre estaba muerto hasta verlo, me parecía imposible que muriera por un resfrío común. E incluso pensé en la posibilidad de un accidente de tránsito, pero eso era totalmente imposible, bueno, un poco, porque a mis ojos nuestro padre era la persona seguramente más precavida del mundo a la hora de conducir, realmente lo sabía. Aunque por otro lado también era consciente de que en el mundo existía mucha gente jugando a ser pilotos de carrera sin tener ni la mínima condición para serlo.
—¿Tuvo un accidente de tránsito? —quise saber mientras miraba por la venta. No lloré. No podía aceptarlo.
—Halley, cuando lleguemos a mi departamento te contaré todo, por favor ten paciencia.
—Yo puedo ser cruel, pero tú eres despiadado al pedirme conservar la calma cuando al mismo tiempo me dices que papá ha muerto.
—Lo sé, piensa eso de mi si quieres. De todos modos soy una basura, un monstruo, todo lo que quieras, pero estaría dispuesto a morir con tal de garantizar tu seguridad —rodaron lágrimas por sus mejillas.
—¿Por qué estás llorando así?, lo que dije no es para que llores —me causó extrañeza su reacción—. No llores, no puedes llorar —finalmente comencé a sentirme intranquila.
—Javier por favor mantén la calma, estás conduciendo —intervino Roth desde el asiento trasero— Halley, trata de procesar tus sentimientos, sé que es difícil, pero cuida tus palabras, no es el momento.
—Qué sentimientos ni nada, sé muy bien lo que siento, tengo pena, tengo ira; dicen que papá a muerto y no entiendo nada.
—Me preocupa que no estés llorando.
—Porque el dolor que tengo en la garganta y en el pecho es más potente que todas las lágrimas del universo —fijé mi vista en los autos que íbamos adelantando por la autopista.
Javier condujo a la velocidad máxima y era probable que hubiese superado el límite, entre la adrenalina que todos en el carro teníamos acumulada por la reacción de Javier nos bajamos casi corriendo del vehículo sin siquiera tomar la maleta. Nos subimos al ascensor, y en el espejo pude ver el rostro de Javier una vez más. Su blanquecina nariz estaba roja al igual que sus ojos, pero ya había apaciguado las lágrimas, lo cual también me calmaba a mí. No quería ver llorar a Javier, nunca. Así como él en su inestable estado solía aprovechar cada ocasión para molestarme, también me ponía a salvo. Él era la persona que conocía cada defecto, y cada virtud que yo podía tener. Era como una piedra irrompible, siempre estaba dispuesto a todo, era virtud entre la porquería. Al menos así lo veían la mayor parte del tiempo mis ojos.
—Javier... tengo miedo.
—Puedes tener todo el miedo que quieras, estoy aquí —me abrazó.
—Yo también. Quiero saber qué está pasando, solo llamaste y dijiste que era una emergencia, estoy preocupada —dijo Roth.
Cuando Roth terminó su oración la puerta del departamento de Javier se abrió de golpe, como si alguien nos hubiese estado esperando ansiosamente, y así era, detrás de la puerta estaba Eduardo terminando de vestirse. No quise hacer ninguna pregunta, ya no podía más de impresiones, sentía que estaba tan débil que mi cuerpo se vería desvanecer en cualquier momento.
—Ya estoy aquí —le dijo Javier—. Eduardo, habla con ella primero.
—Javier...
—Tú lo sabes, debemos enfrentar esto juntos, otra vez —no tenía ninguna expresión en el rostro más que dolor.
—No quiero lastimarla.
—Halley, Eduardo tiene algo que contarte, por favor, escúchalo con atención.
Mi cabeza se estaba tambaleando de a poco, las lágrimas estaban secándose en mi cara. No supe cuándo había comenzado a llorar. Y lo que me quedaba de conciencia no sabía a quién poner atención, además la mucosidad desprendida de mis narices estaba llegando a mi boca. Me limpie con la manga de mi pijama, ya que no tenía fuerza de ir por un pañuelo, estaba rendida. No entendía nada, solo estaba impactada, mi vida era de todo menos estable, y el dolor me consumía poco a poco. Había caído en cuenta que si Javier estaba tan emocional era porque no mentía. Yo era la única persona que podía darse cuenta de mi propio sufrimiento.
—Quiero saber todo, por favor, quiero todo lo que tengan que decir, escucharé atentamente —dije con claridad.
—¿Puedo sentarme junto a ti?
—Sí.
—Yo... yo soy Javier.

ESTÁS LEYENDO
Desapropiados
RomanceHalley es una joven de veintidós años perteneciente a una de las familias más acomodadas de Derfel. Creció con lujos y con una vida perfectamente planificada, pero todo se derrumba cuando descubre que no tiene ningún vínculo sanguíneo con su supuest...