Disparos

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No me molesté en retirar mis cosas en lo absoluto. Muy por el contrario, ni siquiera quise volver a buscar mi bolso que contenía las llaves del vehículo y del departamento. Decidí caminar. Tampoco planeaba volver al departamento porque tarde o temprano me encontraría con Javier. Él ya estaba bien, no me necesitaba. Sabía bien que mi única gran preocupación debía ser que atraparan a los canallas que me habían arruinado la vida. Tal vez si yo estaba cerca de Javier lo único que significaría para él sería un peligro, después de todo los involucrados éramos Eduardo y yo, no tenía sentido dañarlo más de lo que lo había hecho mi presencia en toda su vida.

Fui a la estación subterránea con la esperanza de tener un viaje largo sin sentido que de todas formas me dejaría cerca de casa González. Fue una total pérdida de tiempo. Mi mente estaba tan volátil que había olvidado que tampoco tenía la billetera conmigo. No tuve más opción que caminar. No importaba mucho si tardaba cuatro horas en llegar a mi destino. Me sentía sola y desamparada. Quería llorar, pero las lágrimas no caían. Lo único que podía hacer para apaciguar mi dolor era mirar al cielo y pensar en lo bello que lucía el cielo cuando estaba despejado.

Tampoco tenía mi celular. No sabía cuánto tiempo llevaba deambulando. Calculaba que unas dos horas. Las piernas finalmente me habían comenzado a doler y el estómago a arder. ¿Cuándo había sido la última vez que había comido? Si la memoria no me fallaba había sido el día anterior por la mañana. Había bebido un café sin azúcar. No comer me ponía irritable e inestable. Más ese día se antepuso un sentimiento de angustia. Tenía personas con las que contar. Tenía una amiga preciosa por dentro y por fuera como Roth, tenía un amigo leal como Mayk, también una jefa esperándome con un trabajo asegura, además una gran influencia como Paty. Por otro lado, había descubierto mi identidad y me había reencontrado con mi hermano biológico, incluso un hombre atractivo y con un gran trabajo se me había declarado. Aún así me sentía tan sola.

Caminaba, pero de algún modo sentía que retrocedía.

Correcto. Es que no tenía energías. Solo caminaba impulsado por la necesidad de desconexión. No era normal nada de lo que había pasado. Antes me había impactado, pero no tanto como en aquel momento. ¿Cómo era posible que una situación casi ficcionaria me hubiese ocurrido a mí que tenía una vida casi perfecta y llena de privilegios?, ¿cómo podía enamorarme de mi hermano no biológico al leer unas notas que ni estaba segura de que habían sido sinceras? Lo lógico hubiese sido que me espantara y me alejara inmediatamente de él. Así debió ser desde un principio.

No vale la pena amar a alguien a sabiendas de que esa conexión solo traerá dolor a la persona que amas. Cuidar a otro también es una forma de amar.

—Con que es hora de separarnos —dije para mí—, es lo correcto.

Quise apurar el paso para llegar pronto a la casa. Sentía que en cualquier momento me podía desmayar. Fui consciente de mi irresponsabilidad al no haber desayunado y me recriminé por eso. Además de pronto me había dado mucho frío. Mi cuerpo se había vuelto más pesado. Como iba caminando por una verada me paré con la intención de descansar para retomar el rumbo. Para ello me afirmé de un poste de luz de cemento que había en el sector. Solo bastaron unos segundos para retomar al aliento.

Seguí mi camino, pero comencé a sentirme impaciente cuando sentí que alguien me perseguía. Sentí pánico. De todos modos, no quería mirar atrás. Ya estaba en el barrio de mi ex familia y la mayoría de las propiedades tenían cámaras de seguridad. Si alguien intentaba hacerme daño quedaría totalmente registrado. Apresuré más mis pasos y el caminar ajeno también se incrementó. En ese momento ya no podía controlar mi respiración. Me sentí jalar del brazo con fuerza. Cerré los ojos. Estaba lista para morir.

—No puedes irte de mi vista —me abrazó con todo su cuerpo.

—Javier...

—Andrea —me dijo él—, perdón por olvidarte, lo lamento mucho, nunca lo volveré a hacer.

—Idiota —me puse a llorar y lo golpeé en el pecho—, te extrañé tanto, y te seguiré extrañando. Lo nuestro no puede ser.

—Sí puede. Solo necesitas cambiarte el apellido y todo estará resulto.

—No estará bien a los ojos de la sociedad —me pegué a él.

—Nos crio una posible obsesiva y un hombre que siempre llevó a cabo sus ambiciones, podemos hacer lo que se nos dé en gana.

—Javier...

—Todo estará bien —me besó en los labios con calidez.

—Tenemos que atrapar a esa gente si queremos hacer nuestra vida.

—Lo harem...—se giró completo poniéndose en mi lugar.

¡Plá, plá, plá!

Sonaron los disparos. El cuerpo de Javier tembló, y se desplomó en el piso de la vereda, la que no tardó en llenarse de sangre.

DesapropiadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora