La búsqueda part. 3

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Mientras esas palabras salían de mi boca activé cada una de mis habilidades de actriz, casi tan precisas como un drama al puro estilo turco. Me fingí molesta y decepcionada, y di una media vuelta, apelando a la culpabilidad de Javier.

—Espera, ¿tienes efectivo para el taxi o te llevo? —preguntó a casi un metro de distancia.

—Púdrete —susurré sin que él escuchara.

Había olvidado lo impredecible que podía llegar a ser mi hermanito, mi plan se había venido abajo por completo, pero de todos modos estaba bien, estaba dispuesta a aplicar un plan C en el futuro, lo importante era no rendirme y encontrar la verdad sobre lo que se me estaba ocultando.

Seguí caminando dignamente haciendo caso omiso a las palabras de Javier, me había arrepentido de haber cocinado para él, incluso de haberlo tratado tan bien, me había esforzado tanto mientras cocinaba que casi había olvidado que él también era parte del grupo familiar que estaba confabulando en mi contra. Cuando llegué a su oficina, por un momento me sentí realmente como si estuviese viviendo una vida normal, y casi me creí yo misma el cuento de que visitaría a mi hermano por gusto.

Ya de seguro había dado más de diez pasos cuando sentí que alguien me jaló fuertemente del brazo, lo que me tomó por sorpresa, ya que iba sumergida en mis pensamientos.

—¿Eres ciega?, ¿no ves el semáforo en rojo? —gritó Javier como un loco.

Había perdido la noción de mis acciones, no noté que iba caminando por la vereda, ni que justo en esa esquina existía una avenida peligrosa en la que había un cruce peatonal que funcionaba según las indicaciones del semáforo. Mi hermano se miraba realmente furioso, como si lo hubiese poseído el mismo el demonio, por lo que la gente lo miraba con asombro y reprobación. Me daba curiosidad que casi siempre que salía con Javier o estábamos juntos pasaba algo que captaba la atención de la gente, incluso desconocidos, yo creía que era porque él era muy ruidoso, pero no, era porque realmente parecíamos una pareja masoquista. A simple vista nadie podía notar que teníamos la misma sangre, no nos parecíamos en lo absoluto.

—Tal vez solo quería morir para no tener que soportarte —me defendí un poco temerosa de sus gritos.

—¡Estoy hablando enserio maldita sea! —volvió a gritar.

—¿Puedes soltarme y dejar de gritar? Me duele, bruto.

—Entonces deja de actuar como una niña y aprende a protegerte a ti misma, no siempre puedo estar cuidándote —siguió furioso mientras me soltaba de forma agresiva.

—Lo siento, tendré más cuidado. Solo vete y déjame en paz.

Me volví a girar y esperar que el semáforo cambiara nuevamente a verde, lo que sucedió de inmediato, así que ignorando completamente a Javier una vez más y sin despedirme seguí por mi camino pensando en el hecho de que casi pude haber sido atropellada por una camioneta. Ya iba en la mitad de la calle cuando nuevamente volví a sentir el tirón, pero esa segunda vez me dolió más que la primera, ya que tenía el brazo sensible por el brusco apretón anterior.

—Vamos a comer —dijo Javier.

Lucía más calmado que antes, y lo dijo en un tono muy bajo que solo pude entender gracias a los años que viví con él en la misma casa.

—¿Tienes algún trastorno bipolar? Te lo pregunto seriamente, ya me estás asustando —le pregunté sorprendida—, dile a mamá que te dé terapia o algo.

Quise saber de forma sincera, ya que parecía realmente fantástica la forma en la que podía bajar de uno a diez en cuestión de segundos.

—Solo vamos —volvió a decir sin soltarme y jalándome nuevamente hasta la vereda.

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