Final

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Aquí estoy. ¿Pueden entenderlo? Solo me vengué de las personas que me arrebataron la vida. Me quitaron a todas las personas que alguna vez amé. Que haya disfrutado su agonía fue una casualidad, así que no soy igual a ellos.

¿Por qué no siento asco ni arrepentimiento?, ¿así es como nacen los criminales?, ¿acaso matar es adictivo? No tengo certezas, pero es lo que hay.

En estos últimos momentos de mi vida pienso en cuando fui feliz y no lo valoré. Si nunca me hubiese enterado de la verdad quizás mi vida hubiese sido otra. Quizás. Siempre odié los quizás. No hacen otra cosa más que torturarnos con la ilusión de lo que pudo haber pasado y lo que no. Me hubiese gustado despedirme de Roth, Mayk, Paty, mi jefa, incluso de Jesús. Con veintidós años mi vida estaba terminando. Cada vez me sentí más débil y lenta. Se me cerraron los ojos. Ese era mi fin. Reconfortante al menos al saber que los vengué a todos. Pero a mí, ¿quién me vengaría? Me despedí de mi vida.

Me desperté en una cama. La cama del departamento del penthouse de Javier. Hacía calor. Yo llevaba puesto vestido blanco liviano y el sol entraba fuerte por la ventana.

A mi brazo estaba conectada una vía que iba a parar a una botella de suero en lo alto. Me levanté de la cama y no vi a nadie.

Sentí que había pestañado. Hace un pestañeo atrás había estado cubierta de sangre muriendo de frío en el departamento de los asesinos y al siguiente estaba completamente limpia y tibia.

Me paré de la cama. Caí al piso. Me sentía como después de haber hecho sentadillas el día anterior.

—¿Cómo se te ocurre pararte inmediatamente después de despertar de un coma?, siempre serás una salvaje.

Lo vi y no lo creí. Con que eso era el cielo. Un sueño hermoso.

—Finalmente vine a hacerte compañía —le di la mano.

No respondió. Pero me dio un golpe en la frente que me hizo retumbar la cabeza.

—No, no estás muerta —me abrazó con sus fuertes brazos a la altura del cuello.

—¿Javier?

—Tranquila, no morí, estuve grave unos días, pero no morí.

—Yo creí que... —me rodaron las lágrimas.

—No llores, tu hermano tiene todo bajo control.

—¿Mi hermano también está vivo? —un alivio más potente me invadió.

—Sí. Está vivo. Al igual que Renné. Cuando te secuestraron Renné llamó inmediatamente a Eduardo y le dijo todo lo que estaba ocurriendo. Esa llamada lo salvó de ser envenenado y confirmó finalmente que el cómplice era su padre adoptivo. Armó un gran operativo, pero cuando logró encontrarte estabas agonizando en un departamento. Aún así te pudo salvar. Yo desperté dos semanas después de lo ocurrido. Cuando me enteré de todo lo primero que hice fue asegurarme de poner detrás de las rejas a Fernanda.

—No es posible. La maté —me sostuve de su ropa, sentía que me iba a caer.

—No la mataste. Por poco casi lo haces. Se recuperó antes que tú. Ahora está en la cárcel y recibió la pena máxima. También se llegó a la resolución que la muerte de Fernand y Tahína fue en defensa propia, así que estás libre de cualquier cargo. Ya todo está bien, mi pequeña Halley, ya todo está bien —se mostró indefenso como nunca.

—Andrea, mi nombre es Andrea —le correspondí el abrazo que seguía manteniendo—, en cuanto cambie mi nombre y apellido te besaré sin remordimientos, construiré un mundo a tu alrededor dónde ya no tengas que privarte de la felicidad, lo juro. Diste todo por mi, y yo daré el resto de mi vida por ti.

DesapropiadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora