Mudanza part. 2

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Cuando llegué al nuevo edifico que se convertiría en la sede de mi nuevo hogar, me encontré nuevamente con el viejo recepcionista, en aquella ocasión limpiando el piso alrededor de la entrada. Tras visualizarlo me bajé del auto estacionarlo, pero sin bajar nada, y fui directo hacia donde él con el dinero en efectivo. Todo el acuerdo se dio muy bien, solo tuve que firmar, y obtener un respaldo de mi pago, tras eso me dio las llaves del departamento.

—Ya está todo limpio y se revisaron las cañerías del agua y el gas, no debería tener ningún problema.

—¿Problema con qué?

—Con lo que sea. No dude en decirme a mi o a las personas de limpieza y mantenimiento.

—Ah ya veo, realmente espero no tener problemas.

—Estará todo bien, ¿quiere que la ayude a subir las maletas?

—No se preocupe, yo puedo sola, son solo tres y unas pocas cosas que traje en cajas, pero todo bien, iré acomodándome de a poco.

Y como si mis palabras hubiesen sido proféticas, así fue, primero subí dos de las maletas, y luego de dejarlas en la sala de estar del departamento bajé a buscar en tres viajes más la maleta restante y el resto de ropa suelta y artículos que estaban en el automóvil. Rápidamente la solitaria casa comenzó a convertirse en un lugar más hogareño, aunque las paredes estaban un poco desdeñadas, pero no era un impedimento, mi buen gusto inmediatamente le brindó un toque profesional y femenino. Ese día me dio la medianoche ordenando, y cuando finalmente ya había terminado de poner todo en su lugar, me dirigí hacia la gran ventana descubierta que aún no tenía cortinas porque había olvidado comprarlas.

Pude apreciar la inmensa y hermosa vista nocturna que me ofrecía la ciudad. No había ruidos, estaba sola y la luz la mantuve apagada. No quería arruinar ese momento tan tranquilo que pocas veces había vivido antes. Me preguntaba por qué disfrutaba tanto la soledad si en el fondo de mí sabía que valoraba a mis padres, supuse que era una etapa que todos tenían que vivir, y ese era mi momento.

Los próximos días me dediqué a prepararme e instruirme en detalles importantes para mi nuevo y primer trabajo, tanto así que llegó el primer día sin darme cuenta. Fue tan cariñosa y ya conocida la recibida, que de algún modo sentía que el ambiente laboral provocaba que los días pasaran rápido, porque desde el primero hasta el décimo día no había mucha distancia, los días se me pasaron como hilo por aguja de lana.

Pasó una semana y entre eso recibía llamadas todos los días desde la casa familiar y de Javier, todos con la intención de asegurarse de si seguía viva aún o si ya me había hartado de la vida adulta, pero me estaba gustando, tanto así que algunas veces por decisión propia rechazaba las llamadas.

Uno de esos días recibí una llamada, era Eduardo recordándome la cita psiquiátrica. Le insistí que sería más cómodo para mí suspender la terapia ya que me sentía más tranquila que antes, pero ante a su inminente insistencia tuve que contarle como paciente a través del celular todos los hechos que habían ocurrido y me habían llevado a mudarme. Su reacción fue un silencio inesperado, pero luego fue quebrantado por una nueva insistencia, según él estaba preocupado por mí, así que me pidió asegurarme de hacerme un tiempo para recibir su visita, no como un especialista, sino como un nuevo amigo. No me pude negar. De todos modos, pensé que no era algo tan malo, nunca había tenido un amigo hombre, podía aprovechar la situación y ponerme más desafíos, además no era un cualquiera, era una persona inteligente a la que podía pedir ayuda para conocerme un poco más a mí misma. 

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