La búsqueda part. 1

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A la mañana siguiente lo primero que hice fue tirarme cama abajo y tomar una ducha fría. Mientras lo hacía pensé en una forma de buscar pistas, o al menos en encontrar respuestas concretas respecto a lo que estaba sucediendo.

Después de vestirme salí de la habitación y cogí rumbo al estudio de mi padre. La única persona que estaba en casa a aquella hora era Fernanda; pues Javier y mi padre estaban en el trabajo, mientras que mi madre había ido a la casa de una de sus amigas a desayunar antes de ir de compras.

Caminé lo más suave posible para no llamar la atención de Fernanda. El estudio nunca estaba cerrado con seguro, así que no tuve ninguna traba para ingresar. Cuando lo hice me recibió el olor a cuero seco que allí habitaba debido a los sillones y sillas cubiertas de éste. El espacio en particular era tan sombrío como siempre, así que debí encender la luz, permitiéndome ver con claridad que nada en el estudio estaba fuera de lugar, las paredes seguían siendo color tierra, y los cuadros antiguos heredados a mi padre por mi abuelo seguían ahí, la misma magnificencia que había observado la última vez que lo visité.

Comencé a buscar en las partes más superficiales, pero sobre el gran escritorio y en los cajones solo había documentos e información relacionada con la empresa.

Recordé aquellas películas dramáticas en las que el antagonista oculta información entre los libros, así que revisé meticulosamente la estantería, y efectivamente había documentos y notas importantes pero todas empresariales y nada relacionadas con la familia. Solo estaba quedando una opción, la vieja computadora.

Ya habían pasado más de cuarenta minutos en lo que buscaba por cada rincón, así que era probable que Fernanda comenzara a notar mi ausencia por la casa. Me apresuré a enchufar los cabezales del equipo y a encenderlo, y para mi fortuna no tenía ninguna clave de acceso. Revisé todas las carpetas habidas con mucha seguridad, pero solo habían documentos en PDF, Word y Excel con más datos de administración, y una carpeta con fotos familiares que ya había visto con anterioridad en una ocasión por propia iniciativa de papá.

Tras la decepción de no haber podido encontrar nada, había cerrado todas las carpetas. El computador se estaba apagando cuando de pronto irrumpió Fernanda como si me hubiese estado buscando por toda la casa; ni siquiera golpeó, solo irrumpió quebrando el silencio, así que antes de que me preguntara qué estaba haciendo en ese lugar debía pensar alguna excusa creíble para no ser delatada, ella era la única persona fiel a mi familia.

Mentirle a la gente que es importante para uno nunca es un sentimiento agradable, más si es un recurso necesario cuando de emergencias se trata.

Fernanda era una extranjera que llegó al país en el año 1999. Cuando arribó se vino escapando de una mala situación familiar, historia que atesoraba mucho y jamás quiso comentar con nadie con gran profundidad. Solo daba detalles generales cuando se ponía nostálgica. Justo en ese año a mediados de julio comenzó a buscar trabajo. Ella cuenta que asistió a entrevistas en muchas empresas y en pequeñas pymes, pero nadie la quiso recibir debido a que aún no poseía nuestra nacionalidad. Uno de aquellos días ya cansada y rendida decidió ir a la empresa de papá "Global Technology", la que era una sociedad orientada a la creación de aparatos tecnológicos dedicados a la facilitación de la vida de personas con algunas patologías, artículos para el hogar, para entretención, etc. En ese entonces la empresa era algo menos popular, mi padre había comenzado el negocio solo cinco años antes.

Justo ese día que Fernanda decidió probar suerte, mi madre quería sorprender a papá llevándole la comida al trabajo sin aviso previo, así que simplemente se dirigió a la compañía. Cuando quiso entrar le negaron rotundamente el acceso a pesar de indicar su nombre, Teresa Méndez, pero no hubo forma, y por dicho motivo comenzó a forcejear con la guardia de seguridad, y como esta última tenía entrenamiento no tuvo que hacer mucho esfuerzo para dejar a mamá tirada en el piso y con la comida derramada. Por cosas de la vida Fernanda venía saliendo de la empresa después de su nueva desdichada entrevista, y al percatarse de la situación y darse cuenta de que la mujer en el piso estaba embarazada (precisamente de mí) corrió en su ayuda, y comenzó a encarar a la guardia para que dejara de decir groserías e insultar a la mujer del piso. En menos de un minuto apareció mi padre como héroe de una dinastía, tomando a mi madre en sus brazos, y cual cliché, sin siquiera armas un alboroto dijo: "Está despedida" a la guardia; una historia muy cliché para mi gusto.

Papá se llevó a mamá, y la señora Fernanda solo quedó ahí, retirándose al lugar donde se hospedaba, pero mamá no era de las personas que olvidaban cuando alguien le daba la mano, así que le preguntó a mi padre sobre el origen de la misteriosa mujer, pero él no tenía ni la más mínima idea, así que le solicitó a su secretario que lo investigara; cuando por fin tuvo respuestas dio con el jefe de recursos humanos, y este le explicó la situación de Fernanda, y también le comentó que esta venía saliendo de una entrevista para incorporarse a labores de limpieza. Mi madre junto a su corazón simpático le insistió a mi padre que la contratara para ayudar en la casa, y este no supo decir que no. Así fue como Fernanda entró en la vida de nuestra familia, o al menos esa es la historia que siempre cuentan cada vez que tienen la oportunidad.

Fernanda me observó atentamente, tratando de adivinar qué estaba haciendo antes de que le dijera, pero supuse que no había sospechado nada malo.

—Halley, el desayuno está servido, ¿qué hace por acá? —preguntó con su marcado acento que siempre me resultaba tan atractivo.

—Hola Fernanda, estaba viendo qué cosa puede necesitar mi papá, ya ves que falta poco para su cumpleaños —le respondí relajada jugando con un caballo a tamaño escala de madera que había sobre el escritorio.

—¿Enserio? Que rápido pasan los días, espere, aún faltan dos semanas —agregó con extrañeza.

—Si, pero ya sabes, siempre le regalo cosas que yo creo que son lindas, y al final nunca las ocupa, ¿recuerdas el año pasado?, le regalé unas corbatas de tono pastel que según el vendedor estaban muy de moda, pero jamás las ha usado.

—Pero mi niña, usted sabe que sus padres la aman un montón, estoy segura de que cualquier cosa que le dé a don Julián lo encontrará adorable.

Ella seguía analizándome, pero estaba segura de que la había convencido de que tenía una buena razón para estar en aquella habitación a la que no entraba nunca, puesto que no tenía nada que hacer ahí.

—Tal vez, puede que tengas razón, pero no quiero que vuelva a pasar, ¿crees que haya algo que realmente necesita y que ni él mismo sepa? —le pregunté sosteniendo un libro.

—Creo que unos archivadores le vendrían bien al Señor, siempre tiene los papeles tirados sobre el escritorio, y soy yo quien debe reorganizarlos —dijo con un tono de cansancio.

—Lo lamento tanto, te pido perdón por él, es la persona más desordenada que conozco, supongo que es una de las cosas que tenemos en común, aunque en el trabajo no es así, creo que es verdad eso que dicen sobre que una persona solo se muestra como es realmente cuando está con su familia. Es que la familia es muy importante, no se deben guardar secretos entre nosotros mismos —le dije tratando de hacerla creer que realmente estaba en busca de un potencial regalo.

Había planeado pedirle que no le dijera nada a papá, pero eso sería aún más sospechoso.

—Tiene razón pequeña, nadie debería mentir, las mentiras son como un vehículo sin frenos, puedes volver a tomar el control si es que eres un piloto experimentado, pero personas como nosotros... deberíamos ser sinceros —dijo esta vez con una voz casi quebrada—; vaya a desayunar, preparé algo libre de fritura, como le gusta a usted.

—Está bien, iré enseguida, gracias por el dato Fernanda. Sabes, creo que eres una de las mejores personas que conozco, siento que al menos tú nunca mientes, y eso te vuelve especial para mí, no me caes como el resto de los habitantes de esta casa —dije mientras salía del estudio.

Tenía dudas sobre las palabras que acababan de salir de mi boca, cuando tenía seis años fui diagnosticada con un trastorno antisocial de la personalidad, debido a eso tenía dificultades para tener empatía, pero gracias a las constantes enseñanzas de mi madre fui capaz de desarrollar una conciencia idónea de forma artificial,  por la misma razón no sabía si mis sentimientos eran reales o no, solía confundirme entre lo que yo realmente quería, y lo que me enseñaron que era correcto querer.

La mayor cantidad de los hechos y personas me daban lo mismo, solo me sentía segura y tranquila en casa, pero desde la noche anterior no podía dejar de cuestionar a todos, sentí que solo me tenía a mí, y tal vez a Roth, pero no estaba segura de si debía comentárselo o no, después de todo cada persona llevaba sus cargas.

DesapropiadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora