Regresé a la barra y pedí una coca-cola fría, y por primera vez en la noche revisé mi celular. Tenía 52 llamadas perdidas, y justo cuando quise apagarlo entró una llamada de Javier, la cual quedó anulada porque retiré la batería. De seguro mamá había llamado a Javier para confirmar que había llegado bien a su casa, grande debió ser la sorpresa al enterarse de que nunca había planeado esa estadía, debían estar desesperados todos, pero de alguna forma me sentí feliz.
Era hora de volver al auto. El frío había hecho doler mis rodillas y el ambiente en la barra comenzó a ponerse incómodo debido a que muchas personas comenzaron a aglomerarse. Me paré del duro asiento y comencé a caminar entre la gente, tal como caminar en un gran bosque por la noche, apenas podía ver la salida, y a pesar de que mi corazón estaba tranquilo sentía que la cabeza me iba a explotar.
Tanto era el deseo que tenía de salir prontamente que sentí que el lugar era más grande que antes, pero ¿era así? Comencé a sentirme mareada y me costaba respirar. Deduje que otro ataque de pánico estaba tratando de acabar conmigo, o al menos eso pensaba, hasta que sentí que una persona desconocida me tomó por la cintura y me cargó.
Estaba desesperada pero ya no tenía control sobre mi cuerpo ni de mi lengua. En mi mente pedía ayuda, e incluso noté que esas caras borrosas que me rodeaban me habían visto, incluso que sabían perfectamente lo que pasando, pero nadie se cuestionó nada, ¿por qué nadie me ayudó?
Supuse que tenían miedo de verse enredados en un problema. Yo si hubiese visto a una persona en una situación como la mía claramente hubiese hecho algo al respecto. ¿Por qué?, ¿por qué yo que era antisocial me comportaba mejor que todos esos idiotas?, ¿por qué la mala era yo y ellos los normales?, ¿cuál era el problema?, ¡ayuda! Seguí diciendo en mi mente.
Al verme desesperada y notar que no había forma de hacerme escuchar solo me rendí, y sentí mi conciencia desaparecer en un profundo sueño.
¡Tac!, ¡Tac! Me despertaron los disparos.
Me despertó abruptamente una seguidilla de sonidos estremecedores, similares a la explosión de un neumático.
Estaba totalmente desconcertada. Tampoco podía ver muy bien puesto que mi vista era borrosa. Comencé a tratar de reconocer el lugar en el que estaba, pero grande fue mi sorpresa cuando me vi dentro de un carro policial.
Seguía acostada cuando moví la cabeza y vi a dos personas totalmente equipadas con ropa institucional, chalecos antibalas y armas. Una de ellas me pidió guardar silencio y que me quedara recostada a través de señas.
En otras circunstancias habría hecho todo lo contrario, no me agradaba la policía, en mi juventud me había dado cuenta de que tenían una doble moral después de todas las veces que vi que andaban de lamebotas con la gente adinerada y que actuaban sin piedad ante los que no podían defenderse. Al tomar conciencia de la situación en la que estaba solo me quedé ahí, esperando que los disparos cesaran.
Pasaron unos veinte minutos después de mi "resurrección" cuando otras dos personas se subieron al vehículo estilo furgoneta. Una de esas personas era una mujer, estaba completamente cubierta por su traje policial, pero lo supe por su voz cuando le indicó al conductor que estaba todo controlado y que nosotros debíamos irnos.
—¿Estás bien?, ¿sabes lo que pasó? —preguntó tranquila a pesar de la situación.
—No sé qué está ocurriendo, pero me gustaría saberlo —le respondí algo mareada—, yo no recuerdo muy bien —me masajeé la cabeza.
—Pronto estaremos en la estación, allá te contaremos todo con detalles, por ahora mantente tranquila —dijo ella a modo de darme consuelo, y metió su pistola en la funda.
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Desapropiados
RomanceHalley es una joven de veintidós años perteneciente a una de las familias más acomodadas de Derfel. Creció con lujos y con una vida perfectamente planificada, pero todo se derrumba cuando descubre que no tiene ningún vínculo sanguíneo con su supuest...