—Maldición, que sueño tan aterrador —dije en voz alta para mí misma.
—No fue un sueño —me dijo una voz.
—¿Eduardo?
—Te desmayaste por estrés. No te asustes. El problema más grave en este momento es que Javier no te recuerda en lo absoluto —no me dejó articular palabra—, al parecer nos ha olvidado a ambos. Solo a nosotros. Todo lo demás está en su cabeza como si nada.
—No puede ser —se me resbalaron las lágrimas.
—Mantén la calma. Puede volver a recordarnos con el tiempo. Por ahora es mejor llevarle la corriente.
—¿Qué le digo?
—Lo que quieras. Para él no eres una persona de la que tenga recuerdos. Cualquier cosa que le digas te creerá. Yo le dije que soy policía y que cubriendo el caso se asesinato de sus padres, lo que en parte es verdad —me limpió las mejillas.
—Hermano, ¿por qué nos tocó una vida tan difícil? —suspiré fuerte.
—También me lo pregunto Halley. Pero es lo que hay. mantengámonos fuertes en esto. Podremos descansar cuando los culpables estén tras las rejas.
—Tú sabes que eso no es suficiente —lloré una vez más—, lo que deseo hacerle a la gente que te lastimó a ti y a nuestra madre biológica no es tan simple.
—No pienses en eso —agregó—. Soy el hermano mayor. Yo me haré cargo de la situación en todo momento. Creo en la ley.
—Pero yo no.
—Mírame de cerca y observa cómo me encargo de esos criminales.
Nos abrazamos cálidamente. Cuando Eduardo salió de la sala de la clínica el doctor entró y le dio instrucciones a una enfermera para que me retirara el catéter del brazo. También afirmó lo mismo que mi hermano había señalado. Me desmayé por el shock y probablemente por el estrés que me había generado la situación en la empresa.
—Doctor, sobre Javier, ¿se recuperará su memoria pronto?
—No te lo puedo asegurar —no me quiso dar esperanzas—, pero esperemos que sí. Le daré algunos ejercicios mentales para que haga en casa.
Me bajé de la camilla y caminé una vez más hasta donde estaba Javier. Estaba tumbado en la cama como si nada. Habían pasado cerca de dos meses desde que lo había visto despierto, sentí que en ese tiempo se había echo más viejo.
—Javier —le dije.
—Despertaste, ¿acaso está embarazada doctora?
—No —reí falsamente—, solo me asusté.
—¿Por qué?
—Por nada. Soy la asistente de Banner, ¿sabes quién es él? —le pregunté.
—El abogado de la familia —respondió—, ¿te ha enviado aquí?
—Sí. Y he estado asumiendo tu cargo por un tiempo. Necesitas recomponerte y tomar tu lugar lo antes posible.
—¿Por qué lloras? —se sentó.
—Porque no me gustan los hospitales. Hablé con el doctor. No hay problema con que vuelvas a casa hoy mismo, pero deberás hacer reposo al menos por dos semanas.
—Ya veo. ¿Entonces me vas a cuidar? —quiso saber—, interesante. Me imagino que estás al día con los detalles del caso. Me gustaría que me des más detalles.
—Te los daré en el carro.
Me creyó. Banner era muy apegado a nuestra familia. Me iba a tocar convencerlo de seguirme la corriente, estaba segura de que lo haría.
Metí las cosas de Javier en el bolso. Registré cada rincón para procurar que todo estuviese en orden. Quise retirar la note que le había dejado su madre, pero no estaba en el lugar que yo la había depositado. Me preguntaba qué cosa le habría dicho. No me atreví a leerla ni tampoco preguntarle a Javier si definitivamente la había tomado él.
Insistió que quería regresar a la casa familiar, pero debí convencerlo de que estaba clausurada por la investigación. En esa casa habían muchas fotos de los cuatro. Sabría inmediatamente que le estaba mintiendo. Bueno, no mucho. De todas formas, no éramos hermanos.
Por un momento dudé en si debería llevarlo a su penthouse o al departamento en mi edificio en el que estuvo viviendo un tiempo. Más recordé que el penthouse tenía muchas cosas en relación con la familia. Decidí llevarlo a nuestro edificio.
—Había olvidado que me mudé aquí, prefiero que vamos al otro —dijo en cuanto me estacioné.
—No puede ser. Por cosas de la vida tu departamento en este edificio queda cerca del mío, así podré cerciorarme de que estás a salvo.
—Múdate unos días conmigo al otro.
—No —respondí en seco.
¿Cómo podía ser tan casual?, ¿él era así con todas las mujeres? Me pareció demasiado fácil, cómo se podía atreves a pedirle a una extraña que se mudara con él como si nada pasara. Comenzaba a pensar que en realidad nunca me amó. Más bien me daba la impresión de que se confundió al asimilar que no era su hermana.
—Bien —se bajó.
Subimos por las escaleras porque cuando bajamos del piso de la clínica afirmó haberse mareado en el ascensor.
Introduje sus llaves en la cerradura y un leve aroma a humedad nos recibió. Abrí las ventanas y lo ayudé a instalase. Me preguntaba qué pasaría en el futuro.
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Desapropiados
RomanceHalley es una joven de veintidós años perteneciente a una de las familias más acomodadas de Derfel. Creció con lujos y con una vida perfectamente planificada, pero todo se derrumba cuando descubre que no tiene ningún vínculo sanguíneo con su supuest...