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— CINCO MERODEADORES EN HOGWARTS —
Sometieron a Cassandra Stivienson a un interrogatorio de más de dieciocho horas y cuando llegó a Hogwarts a través de la red flu de la oficina de Dumbledore ya era dos de septiembre y debía prepararse para sus clases del día. Sin dormir.
— ¿Pesado?. — Preguntó Mcgonagall, quién la recibió, al ver las ojeras pronunciadas en el rostro de la que fue su alumna.
— Demasiado, me dieron en demasiadas ocasiones veritaserum, Umbridge daba sus tontas recomendaciones de torturarme o lanzarme la maldición imperius. — La profesora hizo una mueca. — Fudge no estuvo de acuerdo y fue cuando dejaron que me marchara.
— Estoy segura que estarás feliz de tener al nuevo profesor de DCAO. — Dijo Minerva.
— ¿Quién es?.
— Espera y verás. — Llegaron al gran comedor y la profesora entro primero dejando a Cassandra atrás.
La chica suspiro y entro al gran comedor donde rápidamente ubico a su hija en la mesa de Gryffindor, dónde estaba rodeada de sus amigas y los gemelos Weasley. Comenzó a mirar a la mesa de los profesores mientras se acercaba hacia ahí, hizo una mueca al no ver a Snape sentado en su lugar y se detuvo cuando sus ojos se detuvieron en el nuevo profesor.
No podía ser posible. No podía creerlo.
No asimilaba que tenía a solo unos metros a el.
Ahí estaba el, Remus Lupin. Parecía que el también la había visto por qué había dejado de comer y la miraba entre aliviado y sorprendido.
— Mierda. — Murmuro Cassandra haciendo que Fred Weasley volteara a verla. La mujer dio media vuelta dispuesta a marcharse pero choco con alguien. — Perdón eh... — Cuando miro hacia arriba vio a Severus Snape.
— ¿Le huyes al lobito?. — Snape le pregunto mientras le daba la vuelta y la encaminaba hacia sus lugares.
— No es gracioso, ¿porque diablos, Dumbledore no me informo sobre esto?. — Ahora sentía enojo hacia el viejo director. — ¿Le pareció gracioso que me muriera de la sorpresa?.
— La profesora Mcgonagall fue quien sugirió que no te dijéramos nada, y yo les dije que debían hacerlo pero bueno...
— ¿Lo sabías?. — Le preguntó Cassandra mientras se sentaban.
— Claro, pedían la opinión de tener un profesor licántropo...