CAPITULO 1

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Seis meses después.

Diciembre de 2021.

Palermo, Italia.

Alessia.

Correr para algunos es un pasatiempo, una manera de desestresarse de las obligaciones e incluso, un trabajo. Pero para mí, correr va de la mano con huir. Estoy cansada de huir, ya no tengo manera de hacerlo, no tengo fuerzas para seguirlo haciendo y por mucho que lo intento, cada día es más dificil continuar.

Ya no tengo manera de hacerlo.

Mis problemas comenzaron en Florencia. Cuando el dinero comenzó a faltar, conseguí un empleo. Trabajar de camarera no debía levantar sospechas, pero lo hizo. Mi padre tiene contactos en Italia, y fueron sus contactos los que esa noche me hallaron.

Tuve que correr otra vez, con tan solo un par de euros en el bolsillo y con la necesidad de conseguir trabajo otra vez porque tenía que comer. Fue entonces cuando llegué a Venecia, y por alguna razón, me contrataron de aseadora en una escuela tan pequeña que pensé que pasaría desapercibida.

Pero no lo hice.

Él me encontró.

Dejar a Matteo atrás fue difícil. Cuando vi a mi hermano preguntando por mí, mi mundo se desmoronó y quise correr hacia él, pero luego vi a mi padre y cuando pude salir del colegio, supe que Dios o mi madre estaban guiando mis pasos porque no me alcanzaron.

Los siguientes cuatro meses, los pasé saltando de ciudad en ciudad hasta que el dinero se acabó. Llegué a Palermo hace dos semanas y a los dos días me echaron del cuarto del motel porque no tuve con que pagar. La calle ha sido mi amiga, los callejones de basura mi salvación y el hambre mi compañera.

Sin un lugar donde dormir desde hace casi dos semanas, sin probar un bocado desde hace dos días y con la garganta seca y rasposa, siento que voy a caer en cualquier momento.

El callejón que siempre me refugiaba, está ocupado. Hay una familia nueva ocupándolo y el miedo puede conmigo. He estado caminando desde entonces con la chaqueta mojada sobre mis hombros y las lágrimas escurriendo por mis mejillas.

Sé que esto me lo busqué, y sé que prefiero morir aquí, en la soledad por falta de alimento, que en las manos de mi padre por abundancia de golpes.

Paso mi lengua por mis labios resecos viendo mis tenis a punto de despegarse. Han sido muchos días soportando la lluvia, me sorprende no haberme enfermado. La vieja chaqueta sobre mis hombros se siente pesada por las frías gotas de lluvia que caen lentamente. Poco a poco está dejando de llover. No es que sirva de mucho, pero por lo menos ya no me tocará seguir caminando hasta encontrar un callejón seco donde dormir.

Las calles están más solas que otras veces y el aire cada vez se siente más frío contra mi rostro. Los pies ya me duelen de tanto caminar y quiero detenerme, pero sé que si no quiero terminar muerta lo mejor es que siga caminando así se me dificulte.

Un millón de cosas rondan por mi mente justo ahora. Pensar no ayuda a mi desanimo, al contrario, alimenta mis ganas de perder las esperanzas de encontrar un trabajo que me dé un poco de dinero para comer. No sé qué será de mí en unos días cuando no tengo nada de lo que vivir.

La calle alrededor no la reconozco, estoy caminando sin rumbo fijo buscando solo un lugar donde pasar la noche, pero sé nada más el olor a cigarrillo me da en la nariz, que debo salir corriendo.

Y es lo que planeo, pero mi cuerpo se paraliza al ver las tres figuras girándose en mi dirección nada más detectan el movimiento.

Trago duro, aferrándome a la chaqueta.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora