CAPITULO 42

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Alessia.

Solo tengo ojos para Salvatore, es imposible que no los tenga cuando es lo único posible de visualizar en mi campo de visión.

Trago con fuerza al momento en que me rodea el cuello con la mano, elevándome el mentón con el pulgar. Una sonrisa casi cruel le tira de los labios al ver que no consigo esquivarle la mirada, que lo único que parece atender mi cuerpo es al toque del suyo. Y lo sabe. Claro que él lo sabe.

Un suspiro se escapa de entre mis labios, mis piernas ceden cuando él la un paso al frente, instándome a dar uno hacia atrás. Luego otro, no sé cuantos más doy, solo que, para cuando la parte trasera de mis rodillas roza el borde de la cama, él se roba cada pedazo que me quedaba de espacio personal al presionar su boca contra la mía.

Como una adicta, así me siento, esto deben sentir cuando por fin vuelven a tener una probada luego de tanto tiempo. Me siento como si estuviera probando un bocado de gloria cuando su lengua se abre paso en mi boca y sus manos se apropian sin sutileza alguna de mi rostro, moldeándome a su antojo y al que por lo visto también es el mío.

Me ahorca con su mano mientras me besa, no me quejo, recibo el salvajismo de sus besos mientras su mano libre rodea una de mis tetas por encima de la ligera franela de la camisa. Jadeo contra su boca una vez el cosquilleo se apodera de mi sexo, haciéndome apretar las piernas.

Las palpitaciones en mi centro solo me hacen pegarme más a él, necesitada, como si tuviera la gota de agua que he necesitado beber durante meses. Solo necesito esto, solo quiero esto. Mi cuerpo me lo exige y yo se lo pido con mis manos agarrando su cintura.

—Extrañé esta boquita, cara —susurra, pasándome el pulgar por el labio inferior, mojándolo más de lo que ya está.

Salvatore me observa por unos segundos, teniendo la llave del poco control que me queda.

—Ahora siéntate para mí —pide y, aunque parece una sugerencia, es una maldita orden.

Una que cumplo al dejarme caer sobre el colchón con pesadez, quedando mi rostro justo a la altura de la toalla en la que se marca su miembro.

Lo escaneo desde arriba, desde esa sardónica sonrisa que me dedica como si me estuviera recibiendo en el infierno, hasta su polla que queda en mi cara cuando se deshace de la toalla, dejándome a la merced de mi cuerpo seducido por él.

Verlo aquí, de pie frente a mí, mientras una de sus manos rodea su miembro, sosteniéndolo para mí, en una clara invitación, me hace tragar saliva con fuerza.

—¿Recuerdas lo que te dije hace un tiempo? —pregunta y no hablo—. Quiero esa sucia boca chupándome la polla, Alessia.

—Yo...

Oh vamos, Alessia. Ya estás aquí. Quieres hacerlo.

Me muerdo el labio casi por instinto, tengo la boca seca y con ganas de ser llenada. Salvatore sonríe entonces, sin lucir perturbado por mi falta de iniciativa ahora.

Y por si fuera poco, comienza a subir y a bajar él mismo sobre su pene, sin dejar de mirarme. Abro la boca, conmocionada y al mismo tiempo, excitada. Dios mío. Su mano se desliza con facilidad alrededor de su longitud, como si me estuviese enseñando como debo hacerlo a pesar de que no lo dice.

Estoy tan caliente, mis bragas comienzan a empaparse y los shorts de la pijama me estorban.

Él lo nota, claro que nota como comienzo a respirar con dificultad y junto las piernas en un intento por contener las ganas de pedirle que me toque. Quiero que me toque.

Pero también quiero tocarlo a él.

—Mierda —se queja y se rodea a sí mismo con más fuerza mientras me mira—. Alessia.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora