CAPITULO 46

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Alessia.

Quiero llorar, nunca había tenido tantos deseos de hacerlo como ahora.

Las lágrimas traicioneras asaltan mis ojos al instante en que mi espalda busca consuelo en la puerta del baño en tanto el hombre frente a mí da un paso atrás, repasándome con duda y desconcertante dolor en su mirada azulada.

Una mirada que conozco muy bien, un par de ojos en los que adoraba encontrar consuelo hace meses y en la que me sentía protegida cuando estaba cerca.

Matteo me observa de pies a cabeza mientras yo no hago más que apreciar el colgante que le cae del cuello en tanto mil dagas me atraviesan el pecho, atravesándome el corazón al mirar a mi hermano.

Esperaba ver alegría en sus hermosos ojos cuando nos reencontráramos, pero el reflejo de la traición se vislumbra en ellos, dejándome sin habla al ver que su traje perfectamente planchado es solo una armadura que contiene al hombre que siempre me escondió.

—Así que es cierto —es el primero en atreverse a soltar un par de palabras—. Estás con Salvatore Caruso.

—¿Qué haces aquí?

Las ganas de abrazarlo hace que me piquen los brazos, que el cuerpo me pese y que las lágrimas salgan, pero él no parece dispuesto a romper la distancia entre ambos, sino empecinado en buscar respuestas a las mil preguntas que seguro tiene rondando en su cabeza.

—¿Qué hago aquí? —inquiere con la voz quebrada, llena de dolor—. ¿Por qué demonios no preguntas qué he hecho durante todos estos meses, Alessia? ¿Por qué no me preguntas cuántas noches he pasado sin dormir tratando de buscarte por cielo y tierra?

El nudo se fortalece en mi garganta en mi pecho, dejándome sin habla. Las lágrimas se mezclan con los sollozos que él no atiende como en el pasado.

—Necesitaba salir de ahí —me trato de justificar—. Yo no quería preocuparte, pero...

—¡Pero nada! —chilla, frustrado—. ¡Pudiste acudir a mí! ¡Pude sacarte y enviarte lejos, Alessia! ¡¿Qué demonios pensabas?!

—Matteo...

Sacude la cabeza, callándome. Está dolido y yo demasiado abrumada sin saber qué hacer o decir.

—¿Por qué no confiaste en mí, Alessia? ¿Por qué?

—No quería perjudicarte —lloriqueo sin pensar en lo que hago al dar un paso al frente, despegándome de la puerta—. Matteo...

—Preferiría haber muerto luego de años soportando la más inclemente tortura a pasar años sin saber dónde demonios estabas, Alessia —advierte, dolido—. ¿Cómo crees que he vivido sin saber dónde estabas? ¿Sin saber si estabas viva siquiera?

—Matteo...

—¿Qué demonios haces con ese hijo de perra? —escupe, dejando salir el desprecio que no me asombra.

Escuchar a Salvatore mencionar a mi familia entre susurros me ha hecho una idea de lo que puede estar sucediendo. Temo por la guerra, pero también temo por lo que ello significa.

—No sabía que nuestra familia y la suya...

—¿Qué? ¿No sabías que es un maldito criminal que quiere matarnos? —vocifera, iracundo—. ¿Te estás acostando con él? —pregunta y el reproche subyace sus palabras, como una advertencia que me previene.

Me enderezo, tensa.

—Te estás acostando con él —articula como una afirmación que le da mi postura—. Eres tú la mujer de la que todos hablan, ¿no es así?

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora