CAPITULO 51

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Alessia.

Escucho los ladridos de Cesare incluso antes de que la puerta se abra y se cierre de un portazo, alarmándome. Me aferro a mis débiles brazos cuando me quedo en el umbral de la puerta del baño, sin saber qué hacer o decir al ver a la persona que comienza a caminar al interior de la habitación que se siente ajena a pesar de que he dormido durante tanto tiempo aquí.

He perdido la noción de los días, no sé cómo no me he vuelto loca solo recibiendo la comida que dejan los hombres de Salvatore tres veces al día y que la mayoría de las veces se llevan intacta porque tengo el estomago cerrado y no consigo ni siquiera masticar.

El pensamiento constante de lo que puede estarle pasando a Matteo me abruma y me desestabiliza, desbordando las lágrimas que ya no me quedan luego de pasar días aquí, encerrada, sin tener contacto con nadie más que con el reflejo desdichado de mi figura delgada y pálida en el espejo.

Alessandro y Demetrio vinieron en una ocasión, los escuché discutir con Salvatore tras la puerta y no entraron. Sucedió lo mismo con la señora Ricci y Julia, las cuales armaron un escándalo afuera porque los guardias no dejaron que pasaran.

El único que no ha venido es Salvatore, aún cuando lo esperaba. Esperaba que viniera aquí, que me gritara como no lo ha hecho y que decidiera lo que hará conmigo de una maldita vez.

¿Para qué me tiene aquí en vez de matarme? ¿Por qué demonios no deja salir su furia y acaba conmigo como lo está haciendo el hecho de no saber nada de Matteo y de saber que he perdido al único hombre que realmente he querido?

Lo extraño, y el peso de las palabras con las que le mentí se sostiene sobre mis hombros, haciéndome odiar el momento en que tomé la mala elección de no hablar.

¿Habría causado alguna diferencia?

Él dijo que sí.

Y eso es lo que más me jode por dentro.

—¿Estás bien, Alessia querida?

La voz suave, pero preocupada de la señora Ricci es suficiente para que sacuda la cabeza y corra hacia ella, soltando las lágrimas cuando me recibe con los brazos abiertos a pesar de que pensé que ella, al igual que todos, me odiarían por callar, por ocultarles quien soy.

—Nunca quise mentirles, pero yo...es muy difícil —susurro, aferrándome a ella sin siquiera preguntarme porqué está aquí, solo lo hago, me sostengo en sus brazos como una niña chiquita mientras ella pasea su mano sobre mi cabello, dejándome llorar.

—Lo sé, querida. Todos lo sabemos.

—Todos menos él —mascullo, apartándome un poco—. ¿Qué más castigo quiere darme? ¿Mató a mi hermano?

La señora Ricci respira hondo, dejando un vacío en mi pecho angustiado cuando me toma de la mano y me guía a la cama donde me insta a sentarme a su lado.

—Él está dolido por lo que pasó —me informa—. Quiere odiarte, Alessia, y lo está intentando con tanta fuerza que algunas veces creo que lo logrará.

Bajo la cabeza, sus palabras duelen como un maldito puñal que se me clava en la garganta provocando un nudo que se me atora con fuerza y me impide responder.

Tal vez nunca debí escapar de casa, tal vez nunca debí buscar un atisbo de felicidad en otro lado.

Tal vez ya estaría muerta en manos de mi padre ahora y Matteo estaría bien, nunca habría conocido a Salvatore y...nunca habría causado todo este desastre que causé.

—Intenté alejarme de él, yo no quería esta vida, pero...fue muy difícil salir corriendo cuando me acostumbré. Creí que todo sería diferente, las cosas estaban siendo distintas y yo... —Lucho contra las ganas de llorar porque estoy cansada de hacerlo—. Me enamoré de quien no debía.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora