CAPITULO 35

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Alessia.

Odio que me ignoren. 

Odio que me traten como si no existiera. 

Y aunque debería estar agradecida de que Salvatore Caruso no me da ni una sola mirada al igual que pasó desde que lo dejé en la entrada hace varias noches, algo no se siente bien o correcto en la forma en que tengo que ver los ojos de Demetrio entrecerrándose en mi dirección mientras sirvo el desayuno.

Parece que la vida me odia porque ellos, extrañamente, han coincidido para desayunar como si fuesen una familia feliz en los últimos días.

—Alessia, Sandro no te llevará al club hoy —escucho la voz pausada de Alessandro con atención. Si ve algo raro, solo omite algún comentario, mientras que su hermano menor trata de descifrarlo por su cuenta—. Yo tengo una reunión en el lugar y pasaré por ti.

—Yo podría hacerlo ya que también voy, pero mi querida piernas seguro apreciará la seguridad de tu camioneta y no la vibración de mi deportivo de carreras clandestinas —se mofa el hombre de sonrisa traviesa que me da una mirada de lo que parece comprensión.

El hombre que preside la mesa mantiene la mirada en su teléfono con desinterés, como si una conversación no se estuviera desarrollando a su alrededor. Su ceño se mantiene fruncido, su boca en una línea presionada y tengo que tragar con fuerza al hacer lo que prometí no hacer y perderme en los músculos de sus brazos desnudos al igual que en los tatuajes que le cubren el pecho.

Extraño su toque en mi cuerpo, sus manos recorriendo con avidez cada centímetro de piel como si quisiera dejar una huella imborrable. Extraño cómo se siente caer una y otra vez mientras él me sostiene con fuerza en tanto no deja de golpear en mi interior.

Me muerdo la lengua al notar que se levanta y ver que está en solo vaqueros casi sueltos. Bajo la mirada cuando Alessandro clava los ojos en mí.

—Yo no iré a la reunión, manejen a Lorenzo ustedes —exige y se va, sin una palabra, sin nada más que el aire espeso que deja su ausencia al compás de las miradas que recibo.

Me escabullo al ver que Demetrio me mira demasiado. No sé si estarían dispuestos a indagar, pero no quiero que lo hagan, no soportaría lo que sea que pregunten ya que no tengo respuestas certeras a lo que pasaba.

Un día estaba todo bien, y luego, ya no.

Ni yo encuentro una explicación para lo que sucedió. Me molestó ver a esa mujer con él, me molestó como le pidió que se quitara la ropa incluso si no debió molestarme en absoluto. Sé lo que no somos y eso es una pareja que pueda exigir explicaciones, tampoco quiero tenerlas.

No sé si fueron celos, pero las ganas de golpear algo me abrumaron al grado de que solo quise alejarme de todo. No quería explicaciones, pero tampoco pude evitar que la punzada de molestia en mi pecho permaneciera al imaginarlo haciéndole a ella lo mismo que me hacía a mí. Y me prometí que no dejaría que me tocara otra vez.

Mi cuerpo traidor quiso besarlo en el auto, mis labios angustiados necesitaban la inclemencia de sus avasallantes besos y luego solo quise explotar. Estaba molesta con él por razones que desconozco, pero más conmigo por dejar que me afectara aun cuando tengo claro lo que quería desde un principio: solo sexo, solo vivir.

Y desde que pusimos distancia, se siente como si no viviera en absoluto.

Eso es una tremenda mierda. Una porquería de situación que me abruma el pecho cuando lo tengo cerca, lo cual se ha vuelto una rutina cada mañana como si lo hiciera a propósito, pero sé que no es así, su indiferencia es algo más molesto que cuando llegué.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora