CAPITULO 29

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Alessia.

Estaba acostumbrada a los lujos, al dinero y a la vida llena de vacíos queriendo ser llenados con los dos primeros.

Nunca creí que en algún momento de mi vida tuviese que sacrificar alimento, techo y ropa por mi libertad, pero lo hice, y no me encuentro arrepentida por escoger la paz que se siente al poder abrir los ojos sin un solo moretón en alguna parte de mi cuerpo.

La nueva vida vino envuelta de diferentes matices, algunos más agradables que otros, pero tan peculiares que me han convencido de acoplarme a todos sin importarme las consecuencias.

—¿No deberías estar trabajando el doble ahora, Demetrio? —No me inmuto ante el tono autoritario de la señora Ricci quien no deja de servir más y más comida a los platos ya llenos de sus jefes en el comedor—. Salvatore no estará feliz de verte perdiendo el tiempo mirando mujeres desnudas en ese celular.

—No estoy mirando mujeres desnudas —añade el hombre rápidamente, dándole una intrépida mirada a la mujer que niega observándolo con cariño. Julia sigue limpiando los jarrones mientras que yo recojo los platos que dejó Sandro al levantarse hace unos minutos, limpiando la mesa en el proceso—. Tienen ropa interior puesta.

—Eres un cochino.

—Si sabes cómo es ¿para qué insistes en hablar con él, Beatrice? —interviene el hombre trajeado dándonos una mirada curiosa a Julia y a mí—. Además, Salvatore no está aquí para cortar sus preciados —se detiene, notando la atención que retiene de las tres— testículos.

Julia contiene una risita que atrae la mirada de todos, especialmente la de ambos hombres que se cruzan de brazos, cortando cualquier tranquilidad en el rostro de la mujer cuyas mejillas son invadidas por el calor de la vergüenza.

—¿Algo gracioso, Julia? —Demetrio consigue ponerla de los nervios mientras Alessandro la mira—. No parecías muy divertida encerrada en los separos.

—Yo no te pedí que me sacaras.

—Julia —advierte la señora Ricci al tiempo que Alessandro se coloca de pie—. Cuidado, señorita. No quiero tener otra conversación contigo alrededor de lo mismo.

—Déjala, Beatrice. —Alessandro ignora la risa baja de su hermano, acomodando su traje al abrochar los botones sueltos—. Tal vez lo que le hace falta a nuestra querida Julia es una lección de vida para que aprenda que en estas cuatro paredes es el único lugar en el que realmente está segura.

Noto el tenso cuerpo de Julia dar un paso atrás, sus manos tiemblan y estoy a punto de arrebatarle el jarrón de las manos cuando Alessandro se acerca, imponente y demandante, quitándoselo antes de que lo tire.

Contiene el aliento al verlo tan cerca, es la primera vez que realmente la veo cerrar la boca por respeto y no por rabia.

—Salvatore te dio una advertencia, no hagas que yo te dé una segunda porque te puedo asegurar que Demetrio no tendrá oportunidad de dar una tercera.

Respira hondo, calmado y serio. A pesar de la mirada impenetrable, la postura entera del hombre es de desafío puro. Julia no se atreve a hablar, tan pasmada como yo lo estoy porque es la primera vez que veo esta parte llena de orden y poderío en manos de Alessandro, el cual, a diferencia de su hermano mayor, no tiene que gritar o golpear para hacerse notar, su sola presencia irrumpe como una luz cegadora imposible de eludir.

—Alessia, ven conmigo, tengo que hablar un par de cosas contigo antes de irme de vuelta a Nápoles.

Lo sigo como un conejito, rápido y temerosa, dejando a Julia atrás al igual que a la señora Ricci y a un Demetrio que no deja de sonreír sarcásticamente en dirección a la primera.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora