CAPITULO 47

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Salvatore.

Alessia permanece dormida cuando salgo del baño sin hacer ruido. Su respiración es constante, regular y nada de alterada como lo era hace unas horas antes de que luchara para dormirse.

El teléfono me vibra en el bolsillo donde lo zambullí tras colocarme el pantalón, pero no me tomo el tiempo de sacarlo sabiendo que se trata de uno de mis hermanos. Solo me quedo allí, en el umbral de la puerta, detallando con precisión a la mujer que ha estado extraña estos días, que ha ignorado las preguntas silenciosas que le he hecho y que me ha estado mintiendo.

Sé que algo oculta, y ella en especial no es la persona que más ha perfeccionado una manera concreta de mentir. Su recelo esta noche me llevó a buscar respuestas en Sandro que no me dio más que cosas sueltas que me tienen llamando al hotel para que me envíen una copia de las grabaciones de seguridad.

Las tendré esta noche porque algo sucedió y ella no quiere hablar.

Respiro hondo antes de salir sin acercarme a despertarla, tardando más del tiempo necesario en hacerlo al reparar el vestido hecho un ovillo en suelo que se quitó antes de zambullirse bajo las sábanas en ropa interior, dándome la espalda antes de dormir a pesar de buscar mis brazos cuando por fin pudo conciliar el sueño.

Su distracción me deja intranquilo, pero aún así, me marcho en dirección al club tras leer el mensaje de Demetrio. Aún no amanece, apenas dan las cuatro de la mañana y me sorprende que mi hermano luzca tan despejado cuando entro a mi oficina donde me espera, sentado en mi maldito escritorio mientras se bebe una de mis botellas de ron.

—¿Cómo demonios abriste el estante? —vocifero sin siquiera molestarme en saludar.

—¿Esa es la forma de tratar a tu hermano? Dejé a dos bellezas dispuestas a arrodillarse para mí solo para darte la mejor noticia que conseguirás en un tiempo —replica, ignorando cualquier pregunta que ha salido de mi boca.

—No me interesa a quién mierda se la ibas a meter, Demetrio, ¿qué demonios es tan importante que no pudiste esperar?

—Eso mismo quiero saber yo. —La voz de Alessandro penetra en el interior de la oficina, provocando que me gire hacia él.

Me sorprende la fachada que me encuentro ya que rara vez lo veo sin el traje que tanto ama y hoy, en su lugar, a juego con el rostro cansado que le talla el rostro, veo una simple sudadera con una camiseta blanca que parece un maldito pijama, como si hubiese salido de la cama de prisa solo para venir aquí.

Aunque, conociendo a Demetrio, no me extrañaría que Alessandro creyera que nuestro hermano realmente estaba en problemas.

—¿Y esa cara? Puedo jurar que hasta yo luego de esa fiesta tengo mejor semblante que tú —bromea Demetrio, jugando con la paciencia de Alessandro.

—Por supuesto que lo tienes luego de que yo tuve que hacerme cargo del alcalde mientras que tú te estabas follando a su esposa en uno de los cubículos del baño —gruñe Alessandro, dándome una información que me calienta la sangre y que me tiene volteando el rostro en dirección a Demetrio, furioso.

—¿Te cogiste a esa mujer? ¿Es por eso que me trajiste aquí? ¿Para arreglar tus malditas cagadas, Demetrio? —espeto sin controlar la rabia que viaja por mi torrente sanguíneo y contra la que tengo que luchar para no hacer un hueco en la pared con la cabeza de mi hermano.

Demetrio rueda los ojos, notoriamente enojado por nuestra falta de fe en él, pero es que es imposible que la tenga cuando vi perfectamente como dejó en ridículo a ese maldito del alcalde. De no saber que lo tenemos agarrado de las pelotas y no hará nada en nuestra contra, podría temer una maldita guerra contra el gobierno que no podría atender justo ahora.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora