CAPITULO 3

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Alessia.

Me he sentido muchas veces en peligro, la mayor parte de mi vida para ser exacta. He tenido miedo más veces de las que he respirado con calma, sintiéndome segura.

Pero nada se compara con esto.

Absolutamente nada se compara con sentirme traspasada por un par de ojos solo con una mirada.

No es el arma apuntándome lo que me estremece, tampoco el hecho de que su dedo está en el gatillo y puedo morir solo con la presión ejercida.

No.

No es eso lo que me atemoriza al punto de hacerme contener la respiración. Es la mirada llena de rabia la que me sacude cada vello en mi cuerpo, haciendo que aquellos que acabo de recortar, luchen por salir nuevamente, colocándome la piel de gallina.

—Yo...

Se me olvida como hablar, se me olvida incluso como respirar.

—Cinco segundos —sentencia y se siente como la condena del diablo, como si la cuenta regresiva en mi cabeza iniciara—. Cuando terminen, voy a hacerte recordar cómo demonios se pronuncian las palabras.

Cubro mi cabeza con mis manos al emitir un grito ahogado con el estruendo de la puerta donde un ofuscado Demetrio ingresa semidesnudo con sus ojos puestos en el hombre frente a mí.

El hecho de que está aquí no desvanece el miedo, el diablo de mi realidad no vacila al apuntarme, su mano ni siquiera se mueve un centímetro pese a que sus ojos están en el hombre cubierto de tatuajes de los cuales me fue imposible percatarme debido a la ropa que vestía cuando lo conocí.

—¿Qué carajos, Ice? —pregunta, furioso, dando un paso al frente. Se detiene abruptamente, sin lucir nervioso cuando el tal Ice mueve su arma en su dirección—. Baja esa maldita pistola.

—¿Quién es esta, Demetrio? —cuestiona furioso y displicente—. Sabes que no puedes meter tus líos de faldas en mi casa.

—Es mi casa también y no es mi puto lio de faldas.

Ambos me miran y lo único que consigo es abrazarme con mis brazos en la soledad del suelo, cubriendo mis pezones que sobresalen por la fina tela de la camiseta.

—Deberías...

—Debería golpearte para que hables —espeta y por la forma en que salen las palabras, me temo que no miente.

Demetrio rueda los ojos, torciendo la boca. Entiendo que no le tema ya que ambos son aterradores a su manera, pero yo sí que tengo ganas de salir corriendo. No llegaría muy lejos, y no solo porque ambos interrumpen la única vía de escape disponible, sino porque también el tal Ice vuelve a apuntarme, repasándome con rabia.

—Además —sus ojos caen en mí luego de mirar a Demetrio y más pequeña me siento. Me cubro, pero es como si estuviese desnuda frente a sus ojos, así me siento, como si estuviera viendo cada parte de mí dispuesto a arrancarme los pedazos—. ¿Por qué demonios usa mi maldita ropa?

No espero la carcajada en el aire, se siente incorrecta y desatinada en medio de la tensión de mi cuerpo, pero Demetrio parece no pensar lo mismo ya que además de reírse, da un paso al frente.

—No quieres ir allí hermano —comenta, despreocupado, haciendo que me tense de los pies a la cabeza.

¿Hermano? ¿Son hermanos?

El intruso parece mayor, no solo por su contextura robusta y fuerte comparada con los delgados, pero tonificados brazos de Demetrio, sino también por la mirada conocedora y sepulcral en sus ojos azules, los cuales, caigo en cuenta que son idénticos a los de los hombres que me salvaron.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora