Alessia.
La gran reja negra y los guardias afuera de la casa, tendrían que haberme dado la clara señal de que me estoy metiendo en la boca del lobo. Una pizca de miedo se instala en mí cuando detallo cada esquina posible, pero la sonrisa a medias que a través del retrovisor recibo de Demetrio y Alessandro, por alguna razón, me hace olvidar mis temores.
Mis uñas rasgan un poco más mis vaqueros en un intento por calmarme, están a punto de rasgarse más de la cuenta y el momentáneo pensamiento que tengo es: ¿Cómo me voy a presentar de esta manera a trabajar? Me echarán de inmediato.
—No hay nadie más que nosotros —asegura Demetrio con sus ojos fijos en mí al detenerse frente a la majestuosa casa que parece un palacio. Es un poco más grande que la casa de mi padre, o por lo menos eso infiero de lo poco que veo—. El personal debe estar dormido así que no tienes que preocuparte por nada. Mañana conseguiremos algo de ropa para ti hasta que surja el momento de ir de compras.
Quiero decir que no es necesario, que ya han hecho mucho por mí, pero no soy tonta. Sé que me veo mal, que huelo horrible, aunque ellos no me lo digan y que intentan ser amables.
—Gracias —musito apenas audible antes de que mi voz quede opacada por el sonido de un teléfono alertando una llamada.
—Lo siento —habla Alessandro a manera de disculpa, tomando la llamada—. Ya llegamos —espeta al teléfono. Su voz adopta un tono más tosco, rudo e impasible—. Eres un maldito dolor en el culo.
Permanezco en silencio, pero siento la perdida de la mirada de Demetrio, el cual ahora planta los ojos en la persona a su lado.
—Nos vemos mañana entonces.
—¿Terminó lo que tenía que hacer? —pregunta Demetrio, estacionando el auto en la entrada. En cuestión de segundos baja del mismo y la puerta a mi lado se abre, sorprendiéndome por el gesto.
—¿Hubiese regresado de no haberlo hecho? —se burla un poco Alessandro, elevando su ceja ante el gesto de su hermano que aún sostiene la puerta para que yo salga en medio de mis dudas.
—¿Qué? —Se hace el tonto—. Soy un caballero.
—Permíteme dudarlo —susurro antes de que tenga tiempo a procesarlo.
Ambos me miran antes de estallar a carcajadas, haciéndome soltar el aire que no me di cuenta que comencé a contener temiendo que me atacaran por tener la lengua demasiado atrevida.
—Darás muchos problemas por aquí, piernas —musita cerrando la puerta. No me molesto en corregirlo, por alguna razón que desconozco y no me tomo el tiempo de indagar.
—No es mi intención hacerlo, trabajaré y...¿pasa algo?
Ambos lucen notoriamente confundidos ante mi manera de hablarles y no entiendo por qué. Se miran como si estuvieran compartiendo cierta información por telepatía y en algún punto creo que así es ya que ni siquiera abren la boca, solo se miran y hacen una mueca que no me pasa desapercibida.
—Te daré una advertencia, Alessia. —Asiento en dirección a Alessandro. De los dos parece el más centrado y el que menos miedo me da—. Tenemos personas alrededor que tal vez no toleren esa particular forma de expresarte como lo hiciste con Demetrio en el callejón y al bajar del auto.
Guardo silencio a pesar de que tengo mil preguntas en la boca. Sé lo que significa eso. Tratar con estos hombres no ha de ser más difícil que con aquellos que rodean a mi padre, a esos debía temerles porque si decía la palabra incorrecta, podría terminar muerta o peor.
Y sí, había algo peor que la muerte en sus manos.
—Lo que quiere decir Alessandro, sin tantos adornos, es que controles la boquita, piernas —añade Demetrio haciéndome asentir. Eso será fácil ya que es lo que mejor sé hacer, mantener la boca cerrada, pero los oídos alerta—. Nuestro otro hermano no es tan amable como nosotros.
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SALVATORE [+21]
RomanceAunque huyan, no llegarán muy lejos. Aunque se escondan, siempre los encontrarán. Y aunque recen, no habrá un lugar en el cielo para ellos. Porque no hay redención para aquellos que han nacido en el pecado incluso si nunca quisieron ser parte de est...