CAPITULO 9

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Notita importante: Revisa si ya leíste el capítulo anterior (Capítulo 8) ya que Wattpad no avisó de la actualización que hice hace unas horas.

¿Ya revisaste? ¿Si?

Disfruta la lectura entonces.

—María Arcia.

***

Alessia.

«Feliz navidad, enana».

La voz de mi hermano invade mi cabeza aún si llevo meses sin escucharla. Nuestra rutina en navidad no hace parte del olvido, pese a que lo intento. Es en vano. Matteo era lo único bueno en medio de la bruma de oscuridad. Él se colaba en mi cuarto y escondía chocolates en mi habitación, obligándome a buscarlos para que pudiera darme mi regalo de navidad una vez terminara.

Las lágrimas descienden por mis mejillas mientras abrazo mis rodillas. Me encuentro sentada en la fría baldosa del baño, sintiendo por primera vez en meses el sentimiento de pérdida en todo su esplendor. Ya no es una simple punzada que me indica que no tengo a mi hermano cerca, es un vacío incesante que me oprime el pecho obstaculizando el paso del aire a mis pulmones.

Extraño a Matteo. Extraño sus estúpidos ojos saltarines que solo se suavizaban cuando estaba conmigo.

Me aferro a mi cuerpo mientras el agua sigue cayendo sobre mi piel confundiéndose con mis lágrimas. No quiero que nadie escuche, la caída del agua merma un poco mis sollozos y espero a que mi cuerpo me exija dejar de llorar para levantarme, casi cayendo al suelo cuando intento tomar la toalla.

Mi pijama no me abriga lo suficiente, el frío se cuela por la ventana que cierro, pero que impregnó todos los alrededores de mi habitación. Mirar el paisaje nocturno y solitario por la ventana no es un consuelo esta vez, al contrario, solo me recrimina lo sola que me encuentro y me recuerda esa torre de marfil en la que me encontraba en el pasado.

Julia duerme pacíficamente. Su nariz se mueve un poco entre ligeros ronquidos que pasan desapercibidos alrededor, instándome a sonreír al ver una calma en ella que solo deja ver cuando se encuentra en este estado mientras se aferra a su almohada, abrazándola como si fuese un cómodo osito de peluche que se niega a soltar.

No hay hombres cerca, no los ha habido desde la mañana y hemos estado sola, y eso es lo que me lleva a salir de la habitación, tomando el abrigo de lana de Julia mientras camino por los pasillos de la cabaña, tomando la decisión al final de salir.

Estar aquí no me transmite calma o seguridad hoy. Luego de lo que pasó ayer con Salvatore Caruso, no consigo dormir un segundo sin ver sus ojos azules pidiéndome que me marche entre mis sueños.

Él es cruel.

Y todos le temen por eso.

No pienso mucho en él durante el día, no me lo permito. Y aunque la rabia y el miedo compiten por saber quien tomará la delantera en mi vida en lo que a él se refiere, no estoy lista para saber una respuesta concreta.

Ambas opciones me pueden condenar.

Lo sé.

Lo veo en sus ojos. Veo como me mira con tanta rabia brillando en los vivaces iris que parecen encontrarme cada que estoy cerca, amenazantes, intimidantes, haciendo que me tiemblen las rodillas ante la posibilidad de que se acerque.

Vago por las pequeñas colinas que rodean la cabaña durante minutos. El frío comienza a incomodarme, pero no me detengo. Mis pies descalzos me piden un descanso del césped que parecen ligeras púas a medida que lo piso, pero no me detengo ni siquiera cuando las gotas de lluvia comienzan a hacer su aparición.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora