Alessia.
Son pocas las personas que visitan la casa Caruso que no hagan parte del personal de seguridad que rodea la mansión.
Por lo general, además de los hombres que siempre andan merodeando los alrededores, solo nos encontramos Julia, la señora Ricci y yo.
Nunca un hombre tan arreglado y trajeado como el que desciende el auto mientras yo lucho por mantener el control de las tijeras de jardín en tanto sigo instrucciones de la señora Ricci al igual que una Julia que no ha dejado de quejarse del inclemente sol durante varios minutos.
—Aurelio. —La señora Ricci se limpia las manos en el delantal al acercarse al señor de alrededor de cincuenta que esboza una mirada amable en su dirección—. ¿No crees que vienes muy seguido últimamente?
¿Muy seguido?
Pero si es la primera vez que lo veo.
Permanezco en silencio, apenas mirando de vez en cuando por encima del hombro al percatarme que a él no le importa en lo absoluto que las manos de la señora Ricci se encuentran algo llenas de tierras, él solo las estrecha como si nada antes de que sus ojos caigan sobre nosotras en de rodillas en el suelo.
—¿Me estás recriminando algo, Beatrice? —Pese a la voz gruesa que tiene, la gracia se le nota en el matiz con la que sale cada palabra—. Pensé que con la muerte de Bruno dejarías las imprudencias.
Yo me habría quedado de piedra con sus palabras, pero la señora Ricci solo suelta una carcajada que hace que Julia parezca mucho más interesada en la conversación, tanto como yo lo estoy.
—Solo me preocupo contigo viajando con mucha frecuencia —dice con una sonrisa y Julia y yo compartimos una mirada divertida—. Salvatore no está, te lo dije por teléfono.
El corazón se me paraliza como cada que lo han mencionado en los últimos días en los cuales he rezado a Dios para no toparmelo en lo absoluto en la casa.
No he tenido que rezar mucho, aunque sí que lo he hecho porque me es imposible sacarmelo de la cabeza desde que me dejé llevar y le permití besarme.
No puedo describir con palabras lo que sentí, eso sí que es tarea difícil. Julia me ha preguntado por qué trato de no ir mucho a la casa grande, pero no tengo manera de sacar la información que yo incluso sigo procesando.
Él me besó.
Pero no se quedó allí.
Eso no fue un simple beso.
Fue como un maldito huracán arrasando conmigo y mi cuerpo, fue como si él tomara el poco control que tenía en ese momento y moldeara mi sistema a su antojo para que reaccionara.
Y mi cuerpo entero se reaccionó. Lo sentí en partes que nunca había experimentado sensación alguna. Me escandalicé por dentro al sentir el calor en mi entrepierna porque nunca me había sentido así.
Tuve un novio antes, uno que padre desapareció cuando lo encontró tocando mi mano en la cocina. Era el hijo de una de las empleadas de la casa, y yo tenía diecisiete años tan solo.
Él me besó en varias ocasiones, o al menos creí que eso podría ser considerado un beso. La presión de sus labios contra los míos.
Pero no.
El beso de Salvatore me hizo replantearme mi concepto de besar y me di cuenta que no tenía ni idea de lo que era un beso en absoluto.
Fue tan desgarrante que mi cuerpo reacciona solo con recordarlo. La forma tan sucia que me habló pensé que me indignaría, pero me encontré cediendo, imaginando que pasaba lo que sus palabras decían, y lo anhelé.
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SALVATORE [+21]
RomanceAunque huyan, no llegarán muy lejos. Aunque se escondan, siempre los encontrarán. Y aunque recen, no habrá un lugar en el cielo para ellos. Porque no hay redención para aquellos que han nacido en el pecado incluso si nunca quisieron ser parte de est...