Alessia.
Lo malo de comenzar a correr, es que no puedes detenerte al cansarte, por lo menos no por mucho tiempo si no quieres ser alcanzada.
Mi llegada a Catania deja un vacío en mi pecho tan grande que creo que solo aumentó conforme me alejé de Palermo. Sin embargo, también me da calma estar aquí luego de meses sin pensar en venir. Siempre me sentí cerca de mamá durante las pocas horas que Matteo me traía, pero no es un lugar en el que puedo quedarme, solo un sitio de paso antes de comenzar a saltar de ciudad en ciudad.
El hombre del taxi me pregunta la dirección y se la doy para luego sacar del bolso el teléfono que la administradora me dio para avisarle de mi llegada. Es viejo y poco práctico, pero solo lo desecharé luego de utilizarlo.
—Me alegra saber que estás bien, Alessia —me dice cuando le cuento sobre el viaje y de mi llegada en tanto no aparto la mirada de la ventanilla del auto, recorriendo con los ojos las solitarias calles de Catania—. Le avisaré a Beatrice de tu llegada y le diré que se ponga en contacto como siempre.
—No creo que sea necesario —retomo la conversación con un nudo en la garganta—. Yo me pondré en contacto esta vez.
La mujer acepta mis palabras tras un prolongado silencio, uno que no es cómodo porque sé que seguro está pensando la forma de que yo hable con la señora Ricci antes de deshacerme de este aparato.
—Anoche, luego de que te marchaste, vino un hombre a buscarte —me notifica, poniéndome los vellos de punta.
Temo preguntar, temo hacerle caso a mi desbocado corazón que me late con frenesí contra el pecho, pero aún así, caigo en la tentación al preguntar:
—¿Quién? ¿Dejó alguna información?
—Vino con Beatrice, su nombre era Alessandro —informa.
Mi decepción aumenta y mi esperanza cae en picada mientras me aferro al ligero bolso sobre mi regazo en el cual solo traje pocas cosas, las pocas que saqué de la casa de Salvatore junto a mis ahorros, los cuales agradecí tener cuando compré el tiquete para partir a Catania.
No fui capaz de aceptar el dinero que la administradora quería entregarme, eso le serviría mucho más en el refugio que a mí.
—Dejó un número, dijo que lo llamaras pronto, que realmente necesitaba hablar contigo.
¿Para qué? Me pregunto, tomando una gran bocanada de aire que me llena los pulmones al tiempo que me ahoga. Escucho con atención las palabras de la mujer y anoto en una libreta que me tiende el taxista el número de Alessandro antes de colgarle a la mujer tras darle las gracias.
Salí de Palermo con la esperanza de volver a iniciar, aún cuando me está costando. Es difícil cuando el pasado pesa tanto y quedan hilos pendientes por cortar. No saber de Matteo es complicado, pero sé que él quería esto y huyo por él, para que valga la pena que viniera por mí.
Le pago al taxista cuando me bajo del auto, sintiendo un golpe de nostalgia invadirme al recorrer con los ojos la solitaria calle frente a la casa de mi madre. Matteo la mantuvo bien a pesar de que no es el mejor barrio de la ciudad. No me gusta la idea de que sea de noche porque tendré que esperar a mañana para ir a casa del amigo de Matteo, ese que siempre estaba al pendiente cuando veníamos de visita. Sin embargo, por lo menos tengo un techo bajo el cual dormir.
Me aferro al bolso que me cuelga del hombro antes de armarme de valor y marcar el teléfono de Alessandro, tecleando el número de la hoja arrugada que arranqué de la libreta antes de bajarme del auto.
Suena una vez, dos y hasta cuatro veces antes de que una pesada respiración me reciba al otro lado, alertándome de que he sido atendida.
—Hola, Alessandro —susurro, caminando a la entrada de la casa.
ESTÁS LEYENDO
SALVATORE [+21]
RomanceAunque huyan, no llegarán muy lejos. Aunque se escondan, siempre los encontrarán. Y aunque recen, no habrá un lugar en el cielo para ellos. Porque no hay redención para aquellos que han nacido en el pecado incluso si nunca quisieron ser parte de est...